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Recuerdo un sketch de los Midachi, donde hablaban de las flatulencias y que nadie se hace cargo de las mismas, todos miran al costado buscando un culpable, en síntesis las flatulencias son huérfanas.

Imagen similar se me representó al pensar en los trolls, algo que es realmente nuevo para la mayoría. Por eso como seguramente tendremos algún lector que se pregunte lo mismo, acá va la respuesta que wikipedia nos da: “persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea, como pueden ser un foro de discusión, sala de chat, comentarios de blog, o similar, con la principal intención de molestar o provocar una respuesta emocional negativa en los usuarios y lectores, con fines diversos (…) El trol puede crear mensajes con diferente tipo de contenido como groserías, ofensas, mentiras difíciles de detectar, con la intención de confundir y ocasionar sentimientos encontrados en los demás. Su origen etimológico más probable evoca la idea de «morder el anzuelo» o «morder el anzuelo mucho más» (trol es un tipo de pesca en inglés)”

Es usual hablar de los trolls de tal o cual candidato, de los call center, y tantas formas más de lo que podemos considerar guerra sucia en internet, a lo que debemos sumar las fake news – noticias falsas- que son usadas en este nuevo escenario de disputa territorial que nos brinda la política, la batalla en las redes, donde la lógica sigue igualmente siendo la misma que siempre, por más que muchos demoren en comprenderlo o actualizarse.

¿Nunca recibiste un pedido de amistad de un perfil raro, extraño o sospechoso?, todos en algún momento hemos recibido esta clase de pedidos, muchos por el ritmo de la vida no nos detenemos siquiera a mirar, otros por razones profesionales, laborales, comercial y políticas vemos en cada amistad un posible cliente, o alguien a quien llegarle con nuestro mensaje.

No sospechamos – producto por la ingenuidad e ignorancia- que existen redes de perfiles truchos – el lugar más usado es twitter pero cada vez más facebook se suma a esta ola- que generan una telaraña, que logran ser un canal para las fake news, y además sirven como ejercito para golpear o contragolpear a quienes no piensan como nosotros.

Esta práctica desleal, se centra en dos ejes, el primero el fanatismo que es un caldo de cultivo para este tipo de operaciones, y el segundo el desinterés por chequear todo aquello que vemos en Internet. La combinación es perfecta, y se transforma en una bola de nieve imparable, donde la famosa “frase miente, miente que algo quedará” recobra vigencia como nunca.

Pero en definitiva, en este relativismo moral que nos reina, parece importarnos muy poco la convivencia con los trolls, al contrario según vaya la marea, ira nuestras opiniones.

La orfandad de los trolls nos da el margen de conflicto moral que implican, nadie se hace cargo, son de nadie, pero casualmente sirven a fines e intereses que no son neutros.

La pregunta que tal vez nos deberíamos hacer es ¿hasta dónde nos importa que sea mentira?, los comentarios ofensivos, discriminadores, xenófobos, e impregnados de injurias y calumnias, destilan odio por doquier, total nadie se hace cargo. Una forma moderna de hacer catarsis virtual, sin costos, sin intermediarios, pero por sobre todo detrás de un antifaz parecido a un monitor, o pantalla.

La orfandad de los trolls es similar a la de las flatulencias, porque en definitiva ambos se dispersan en el aire, causan molestias, y así como vinieron desaparecen, pero todos en el fondo sabemos que esa orfandad es a medias, porque siempre hay un responsable, y muchas veces sabemos quién es, pero por pudor ajeno nos callamos.

Quizás la frase del libro milenario del arte de la guerra de Tzun Tzu sea adecuada para finalizar esta columna “El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca”.
Fuente: El Entre Ríos.

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