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Hace pocos días un hilo de Twitter alertó sobre las conductas que hoy están en el ojo de la tormenta, tras el asesinato de Fernando Báez Sosa en la ciudad bonaerense de Villa Gesell, producto de una brutal golpiza que le propinó un grupo de rugbiers."Voy a hablar de mi experiencia con el rugby, deporte que veo como un refugio de hombres que necesitan reafirmar su masculinidad constantemente. Bautismos, abusos sexuales, peleas bolicheras", dice en su primer tuit Julián Princic, oriundo de Paraná, quien conoce al mundo del rugby por dentro tras practicarlo durante gran parte de su vida, entre los 9 y 20 años, en el mismo club donde su padre fue jugador y entrenador.

"En todo ese tiempo, naturalicé un montón de situaciones que hoy percibo dañinas, cobardes, desleales y violentas. Una de esas situaciones es la vieja y confiable pelea bolichera", dice Julián y se pregunta: "¿Quién no vio alguna vez a un grupo de rugbiers involucrado en un tumulto dentro o fuera de boliche?".

Sobre este tipo de peleas, el autor de los tuits, cuenta su experiencia. "Escuchaba por horas a mis amigos hablar de las batallas libradas; enaltecían las peleas vividas de tal manera que a veces me daban ganas de participar en alguna", dice Princic y aclara que, a pesar de las ganas de participar en las riñas, siempre las presenció, pero solo como espectador y por eso siempre se reprochaba. "Pensaba que era un cobarde por no animarme a pegarle a otra persona", dice.

Y afirma también cómo se confunden y malinterpretan los valores que el rugby dice comulgar. "Siempre se destacaba la unión y el trabajo en equipo para combatir, porque esos 'son valores del rugby'", reflexiona.

"El objetivo implícito siempre fue causar impacto. Impresionar. Porque las peleas no eran mano a mano en una plaza vacía. Las chicas tenían que verlo. Porque lo importante es conseguir chicas. Es una de las metas que nadie te enseña como meta pero que sabés que está", resalta el joven.
Abusos y bautismos
Luego, se refiere a lo que dice que son prácticas muy comunes dentro de los círculos de rugbiers. "Los bautismos son rituales para forjar la personalidad. O al menos eso se cree" y detalla en qué consisten estas terribles prácticas: "Yo vi con mis propios ojos abusos como palizas atroces a chicos desnudos y objetos metidos en el culo. Rehusarse no es opción porque el castigo será peor".

Según Princic, este castigo está justificado tácitamente. "La excusa es que se hace esto para emular situaciones traumáticas en las que te veas obligado a sacar esa personalidad superadora y salir adelante. Como si la vida no tuviera esos momentos. No debería ser tarea de nadie causar sufrimiento con motivo de dejar alguna 'enseñanza'. Porque es ahí donde encuentran respaldo los violentos. Se crea un entorno en el que los golpes son moneda de cambio, en el que los putos son motivo de burla y las minas son un objetivo. Entorno idea para muchos cavernícolas”, dice.
La responsabilidad del rugby
Princic responde al debate acerca de si el rugby, en sí mismo, es lo que genera la violencia en sus jugadores. "¿Pero entonces el problema es el rugby?", se pregunta y responde tajantemente que "no". "El problema -explica- es que, en la Argentina (porque esto no sucede en todo el mundo), el rugby ha mutado a una 'filosofía de vida' en la que se pregonan valores que han quedado desactualizados en este contexto histórico".

Por ello, el joven hace un planteo a las autoridades del deporte, tanto de la Unión Argentina de Rugby (UAR) como de los clubes. "El rugby es un deporte hermoso, pero hay que limpiarlo. Las autoridades como la UAR y los clubes siguen repudiando con cartas los hechos que protagonizan sus deportistas como si fueran casos aislados, en vez de asumir que es algo epidémico. Hagan autocrítica. Hagan algo", solicita.

"Estoy seguro de que, cómo así hay muchos retrógradas en cargos importantes, también hay gente con ideas nuevas y con ganas de cambiar esto. El rugby puede y debe sanar", cierra el hilo.
Fuente: La Nación

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