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Si bien los grupos de oración no son nada nuevo en la Iglesia Católica, ya que nacieron después de la resurrección de Jesucristo, en la actualidad se trata de una unidad que vuelve a tomar fuerza y se replica en distintas partes del mundo, tal como ocurre con el del Santo Padre Pío.

“La devoción al Santo Padre Pío la traje hace diez años a Villa Elisa a través de una imagen, a la que orábamos con un vecino. Cuando pusieron gas natural en el barrio conocimos a un arquitecto cuya esposa estaba atravesando un problema de salud y la empezamos a acompañar. Una vez curada esta paciente, con su familia decidimos acercarnos a la parroquia con la idea de crear un grupo de oración”, comienza contando el coordinador de la agrupación, Juan Carlos Morales.

La respuesta del entonces cura párroco “fue muy buena, porque era muy devoto del Santo Padre Pío. Al finalizar cada misa invitaba a la gente a que se sumara a participar en el grupo y así empezamos. Él nos había dicho que no tenía problema en acompañarnos, pero no nos aseguraba que a mucha gente le pueda interesar. Finalmente, la gente se sintió muy atraída. Lo fundamental es saber que estamos en comunión con Dios y que los párrocos nos acompañen como asesores espirituales que son”.

Sobre la modalidad de trabajo del grupo, explica que “las reuniones son una vez al mes en un domicilio particular, en casas de familia, que se van fijando de acuerdo a las posibilidades de cada uno de los integrantes. Nuestro objetivo es llevar alivio a las almas y acercar la gente a Dios, por eso también visitamos el asilo de personas mayores del hospital y enfermos en sus propios domicilios por pedidos especiales”.

Acompañar a personas mayores y/o enfermas, una dura tarea. “A veces son momentos difíciles los que se viven, pero la satisfacción pasa por haber hecho algo por ese ser que está sufriendo y se está apoyando en la fe y en la esperanza, aún sabiendo que su caso es terminal. Muchos casos de cáncer en Villa Elisa y de gente joven, pero algunos han tenido la gracia de la recuperación”, destaca el referente del grupo de oración.
El sueño de la casa propia
Entre los proyectos institucionales de la agrupación, se encuentra el de contar con su capilla. Para ello, “tenemos un predio de 2020 metros cuadrados, donado por una familia devota que prefiere quedar en el anonimato, en la esquina de Supremo Entrerriano y Piamonte. El día que se hizo la escrituración del terreno coincidió con la fecha en que el Santo Padre Pío había sido canonizado. Fue todo muy asombroso”.

Hasta el momento “se ha limpiado todo el predio y el próximo 7 de diciembre se trasladará la cruz que habíamos emplazado en Avenida Urquiza y Boulevard Churruarín, donde nos veníamos reuniendo el día 23 de cada mes, para ubicarla en este nuevo lugar y que simbolice la colocación de la piedra fundamental”.

La conformación oficial, el próximo paso. “Hasta que no tengamos la comisión pro templo organizada, no podemos avanzar en gestiones. Queremos empezar a organizar actividades benéficas y abrir una cuenta para que la gente pueda hacer sus aportes, tanto de acá como de otros países, como ha pasado en tantos lugares”, comenta el coordinador del grupo, Juan Carlos Morales.

“Ya están los planos listos del arquitecto Hernán Cáceres de cómo será la capilla. También haremos un lugar para dictar catequesis para los chicos de todo ese barrio, cuyos vecinos tienen que apoyar la obra como también debe hacerlo el resto de la ciudad”, agrega.
Cómo comunicarse
Quienes deseen tomar contacto con el referente de la agrupación, pueden llamarlo al 011 1551467645. “Atiendo a todas las personas que quieran sumarse al grupo de oración, tengan algún pedido para hacer o quieran colaborar con el proyecto de la capilla”, indica Juan Carlos.
El primer sacerdote estigmatizado
El Santo Padre Pío, también conocido como San Pío de Pietrelcina (Pietrelcina, Campania; 25 de mayo de 1887-San Giovanni Rotondo, Apulia; 23 de septiembre de 1968), fue un fraile y sacerdote católico italiano famoso por sus dones milagrosos y por los estigmas que presentaba en manos, pies y costado. Nacido como Francesco Forgione, le fue dado el nombre de Pío cuando ingresó a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Fue beatificado (1999) y canonizado (2002) por el papa Juan Pablo II.

Sin duda alguna, lo que lo hizo más famoso fue el fenómeno de los estigmas, llamados pasionarios (por ser semejantes a los de Jesucristo en su pasión): heridas dolorosas aunque invisibles entre 1911 y 1918, y luego visibles durante 50 años, desde septiembre de 1918 hasta septiembre de 1968. Su sangre tenía perfume de flores, aroma asociado a la santidad. La noticia de que tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verlo, besarle las manos, confesarse con él y asistir a sus misas.

Ante su fama, el Vaticano envió a investigar a una celebridad en materia de psicología, el sacerdote Agostino Gemelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y amigo del papa Pío XI. Cuando el padre Gemelli se fue de San Giovanni, sin haber visto siquiera los estigmas, publicó un artículo en que afirmaba que éstos eran de origen neurótico. El oficio se valió de la opinión de este psicólogo e hizo público un decreto, el cual declaraba que “no se constata la sobrenaturalidad de los hechos”.

En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, prohibiendo las visitas al padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, pasó diez años -de 1923 a 1933- aislado completamente del mundo exterior.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), fundó los grupos de oración que luego se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del sacerdote, los grupos eran 726 y contaban con 68 mil miembros, y en marzo de 1976 pasaban a 1400 grupos con más de 150 mil integrantes.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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