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Santucci trabaja en el municipio de Colón.
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El crimen de Fernando en Villa Gesell, como disparador de un debate sobre la violencia en la sociedad. Los límites en la familia, el deporte, el rol del Estado. Las respuestas de la Licenciada Camila Santucci.

El homicidio del que resultara víctima Fernando Báez Sosa (19) a la salida de un boliche en Villa Gesell a mano de un grupo de rugbiers, reavivó el debate sobre la violencia en nuestra sociedad, especialmente en los jóvenes. Cuestiones como la educación familiar, el alcohol y los valores que transmiten ciertos deportes, son materia de discusión a la hora de evaluar lo que pasó y –mirando para adelante- intentar que esta muerte no sea en vano, sino que familias, clubes y el Estado mismo, puedan reconocer sus errores y ofrecer a niños y adolescentes un futuro con más amor y menos violencia.

Al respecto, consultamos a la Licenciada en Psicología Camila Santucci (M.P. 2215), integrante del equipo de trabajo del área de Niñez, Adolescencia y Familia de la Municipalidad de Colón.

-Sucesos como el ocurrido el Villa Gesell suelen generarnos una serie de sentimientos encontrados (tristeza, enojo, bronca, impotencia, miedos). Y me parece que es algo inherente al ser humano intentar encontrar un culpable; no solo del hecho en sí, sino de aquello que lo generó. Esta sería la primera pregunta: ¿Quién es el culpable?
-Creo que no hay un único culpable, sino que es una cuestión social, cultural y política que nos atraviesa a todos, y que no tiene que ver con una edad determinada sino que sucede en la sociedad en general. Lo que ocurrió con estos jóvenes, más allá del rugby específicamente, tiene que ver con una cultura machista, cuestiones que se están trabajando mucho actualmente.

-¿Por qué la relación con la cultura machista? Me parece interesante.
-El rugby es un deporte con ritos de iniciación y un montón de cuestiones atravesadas por este tipo de cultura clasista y reduccionista. En todos los deportes aparece la violencia y si miramos el trasfondo está relacionado al machismo, no solo en los varones, sino que esta es una sociedad machista.

-Una de las primeras cosas que se cuestionan en estos casos es el rol de los padres. Estos jóvenes eran mayores de edad, pero uno se pregunta qué pasó con la educación que han tenido durante su infancia o adolescencia.
-Los valores que uno aprende empiezan en la casa y desde muy chiquitos. Hoy es una problemática importante y debemos trabajar el tema de los límites y la crianza sin violencia. El año pasado empezamos con un ciclo de talleres donde abordamos la crianza sin violencia. Padres, madres y cuidadores traen incorporados ciertos mandatos que vienen de generaciones anteriores y uno va replicando con los niños sin replantarse el por qué. Como los chicos imitan lo que viven en sus hogares, los talleres tienen como objetivo comenzar a cuestionarse esas cosas que están naturalizadas y se siguen repitiendo. Que los padres y madres pongan límites no quiere decir que sea mediante el golpe, sino buscar otra forma de comunicarse, brindándoles un espacio de escucha y comprensión, sin violencia.

-Cuando era chica, se hablaba de que la clave de la educación de los hijos era ponerles límites. El ‘no’ de los adultos generalmente era suficiente y esos límites hacían que uno circule por la sociedad sin transgredir las normas de convivencia. Con el paso de los años se incorporó la importancia del acompañamiento y el diálogo a los hijos. Hoy me cuestiono si con esto –limites y diálogo- alcanza ¿Qué más podemos hacer los padres?
-No sé si es cuestión solo de los padres, sino que como decía al principio es una cuestión social que atraviesa a todas las instituciones (educativas, clubes). Comienza en la casa, pero si cuando salen a la calle no continúan recibiendo información en ese mismo camino, se diluyen esos límites. En las masas se pierden esos valores que individualmente en casa han incorporado.
Relacionándolo con el episodio en Villa Gesell, hoy el consumo de alcohol en los jóvenes genera una caída total de estos valores.

-Desde la Unión Argentina de Rugby emitieron un comunicado expresando que estaban muy apenados por lo ocurrido, y que comenzarían un programa de concientización que aborde la problemática de la violencia entre los jóvenes. Como psicóloga, ¿cómo les aconsejarías encarar este trabajo? Especialmente con los más pequeños.
-Me parece muy importante esta idea de empezar a trabajar en la prevención de la violencia. Hay que abordarlo desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta la educación sexual integral. Que ellos mismos comiencen a interpelarse sobre su forma de transmitir valores, haciendo charlas y talleres que incluyan a las familias, porque es muy importante el acompañamiento de estas en el deporte. El diálogo es la principal manera de prevenir y de visualizar estas cuestiones que están naturalizadas.

-A los 19, 20, 21 años, ¿qué grado de conciencia hay del daño que se provoca? Fue otro de los puntos que se discutió estos días.
-Siguiendo la biología, el cerebro se termina de formar entre los 22 y los 25 años. Creo que estos chicos no tenían un grado de conciencia real de lo que estaban haciendo, por eso mencionaba el alcohol como determinante de lo que pasó. Si bien uno a los 16 años puede tener conciencia de lo que pasa en el propio cuerpo y en el del otro, y empezar a tomar decisiones como lo determina la ley, me parece que algo ahí está fallando y no hay conciencia de lo que hicieron y las consecuencias que pueden tener sus actos.
Más allá de este caso en particular, es preocupante en los jóvenes el alcohol y el consumo problemático de sustancias, como detonante de situaciones de violencia y accidentes a la salida de los boliches.

-¿Qué responsabilidad le cabe al Estado en todo esto?
-Creo que la gran responsabilidad es del Estado, no solo en esto que pasó sino en la prevención, las leyes, la educación. Son cuestiones que pasan por el Estado y llegan a todos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa).

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