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Pablo (derecha) junto a su entrenador Cristian
Pablo (derecha) junto a su entrenador Cristian
Pablo (derecha) junto a su entrenador Cristian
La larguísima espera va llegando a su fin y si en los próximos días se cierran algunos detalles administrativos que se demoraron más de la cuenta, Pablo Romero hará su debut en el boxeo profesional el próximo viernes 4 de diciembre en Córdoba.

Con 20 años y casi un centenar de combates en el ámbito amateur, donde se consagró Campeón Entrerriano y participó en varias giras de la Selección Nacional de Cadetes, por Estados Unidos, Cuba y algunos países de Europa, el pupilo de Cristian Baes cuenta los días para dar el salto al campo rentado, donde podrá demostrar lo mucho que promete.

El estreno se viene postergando desde hace un año, porque se avizoraba para fines de 2019. Después surgió la chance de hacerlo en su Colón natal, en abril, pero la pandemia le puso un freno a la actividad deportiva. Casi nueve meses después del inicio de la cuarentena, y de un par de reprogramaciones, “Manojo” subirá al ring en apenas una semana para enfrentar a un rival de la provincia mediterránea que aún no fue confirmado.

En medio de la etapa final de su preparación, en la cual afina detalles junto a su grupo de trabajo, el joven colonense dialogó con Deportes 12, programa de Radio 12, de El Entre Ríos.

“Es quizás el mejor momento de mi carrera. Se me está por dar la oportunidad de debutar como profesional, algo que estoy esperando hace un año y se retrasó por la pandemia. El objetivo se está por cumplir y estoy preparado para saltar al campo rentado, me tengo mucha fe”, arrancó diciendo el boxeador del Team Nicolás Camino.

Consultado sobre su preparación y los cambios que requiere el profesionalismo, Romero contó: “Varía bastante en los tiempos, la preparación, la alimentación y el boxeo en sí. Nos colocan vendaje para proteger las manos, pero las deja rígidas y el golpeo es más firme, por eso en el profesionalismo hay más nocaut que en el amateurismo”, y señaló, desde lo técnico: “Tengo que enfocarme en tener más calidad, tirar mejor y no tantos golpes como en el boxeo olímpico”.

La charla transcurre y por un rato se baja del ring para contar otros aspectos de su vida. “Retomé el estudio porque me había estancado en el secundario cuando entrenaba con la Selección. Con la pandemia se me abrió la posibilidad de volver y estoy cursando el último año en la Escuela Ángel Luisi”, reconoció. Y se animó a proyectar: “Hay que pensar otra vida después del boxeo, porque capaz me va bien y no necesito nada. Pero por si me va mal, tengo que estudiar algo que sea un respaldo el día de mañana. Me gustaría seguir ligado al campo (estudió algunos años en la Escuela Agrotécnica) aunque también podrían ser algo relacionado a la Educación Física o a la medicina”.

Romero fue elegido Deportista del Año en los Premios Santos Justo y Pastor 2016, aunque curiosamente no estuvo presente para recibir la distinción más importante de la noche.

Entre risas recuerda lo sucedido aquella noche de verano de 2017: “No me lo esperaba. Sinceramente no iba a ir a la entrega porque había entrenado y estado todo el día trabajando vendiendo ensalada de frutas en la playa. Por eso generalmente me acostaba temprano. Pero me crucé con Abel Dutruel –por ese entonces Director de Deportes- y me convenció que vaya. Fui un rato, recibí el premio de la disciplina de boxeo y me retiré. Y al otro día vi que tenía algunos llamados y mi papá me dijo que había sido el Deportista Destacado. No le creí hasta que me empezaron a saludar todos y me habló mí entrenador”.

La palabra entrenador la mencionó con fuerza y no fue casualidad, porque en el boxeo la unión que existe entre el pupilo y su técnico es fraternal. “Cristian Baes es como mi segundo padre. A mi papá le digo viejo y a el viejito, jaja. Hace 6 años entrenamos juntos todos los días y nuestra relación es bárbara”, expresó el tres veces campeón nacional amateur y en una oportunidad campeón de los Juegos Evita.

Justamente Cristian y su staff de trabajo en el NTC del Club Defensores, tienen mucho que ver en este momento de Pablo. “Tuve muchos altibajos como sucede con todos los deportistas. Hay épocas que el cansancio me hizo dejar pero volví. Siempre pensé en tomarme un tiempo, pero no renunciar. Una vez me costó un poco más, pero Cristian me convenció de ir a pelear a Bovril, gané y me enchufé de nuevo para no parar más”, relató.

En su largo andar por el amateurismo Pablo tuvo la suerte de visitar países que nunca imaginó y eso lo motiva a seguir dándolo todo para ir por más: “De granjero a boxeador jaja. Estuve en lugares en los que nunca soñé y en los que me preguntaba dónde estoy. Tengo muchas anécdotas divertidas con los chicos de la Selección Nacional, las más graciosas cuando me jodían por el idioma. Eso me empuja a estudiar inglés, al menos lo básico, por si me toca ir de nuevo afuera”, admitió.

Romero tiene como referentes actuales a Manny Pacquiao, Vasyl Anatoliyovich Lomachenko y Guillermo Rigondeaux, un cubano con el que entrenó en Miami. Y cuenta que antes de noquear, prefiere “ganar la pelea de a poco, trabajándola con estilo, porque el nocaut viene solo”.

Ahí está “Manojo”, a la espera, con el bolso listo. La campana está por sonar y con ella echará a volar su ilusión.
Por Diego Pierotti
Fuente: El Entre Ríos

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