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El barrio Villa García, de Montevideo, Uruguay, se vio conmocionado con el caso de un hombre de 90 años que terminó con la vida de su esposa de 96, de un disparo en la nuca. El violento hecho ocurrió el lunes 9 de abril.

La jueza penal María Laura Sunhary dictaminó ayer la prisión domiciliaria, por un plazo de 60 días. La magistrada desestimó la calificación de "homicidio piadoso", prevista en el Código Penal (artículo 37), y le tipificó el de homicidio "especialmente agravado", por cometerse contra el cónyuge.

A las 9:08 de la mañana, el indagado, J.C.R., apareció por la puerta ubicada al fondo de la sala de audiencias de la sede penal, acompañado de dos policías. Apoyado en un bastón, con el cuerpo arqueado y severas dificultades para caminar, el anciano se sentó al lado de su abogado, frente a la jueza Sunhary. Al otro lado, el fiscal Juan Gómez ocupaba una mesa.

Vestido con una remera deshilachada y bermudas, el imputado escuchó, sin intervenir, lo que decían por turnos la jueza, su abogado defensor y el fiscal de Homicidios.

"Señor, ¿tuvo oportunidad de hablar con su abogado?", preguntó la jueza. "Sí, hablé con él", contestó. "¿Está conforme con la defensa?", repreguntó. "Estoy conforme". "¿Cómo fue el trato policial?", interrogó la jueza. "Fue bastante bueno, no me puedo quejar", dijo el hombre, que hablaba con lentitud y denotaba dificultad para modular las palabras.
El homicidio
Gómez contó con detalles cómo fue el episodio que terminó con la vida de la mujer.

El pasado 9 de abril, la pareja estaba en su domicilio ubicado en Villa García. Amanda, su esposa, con la que llevaba 44 años de casado, acababa de sufrir una nueva caída a raíz de la pérdida de equilibrio que padecía en los últimos tiempos. Utilizaba una silla de ruedas porque, según su marido, "cada vez le costaba más y más desplazarse".

Luego de esa caída, J.C.R. llamó a sus vecinos para que lo ayudaran a reincorporarla y depositarla en la silla. Después de lograrlo, con esfuerzo, la pareja se sentó a desayunar en la mesa de la cocina. Según el testimonio del acusado, la esposa le manifestó su deseo de no seguir viviendo en esas condiciones. Declaró que su esposa "le pidió que la matara" por su estado de dependencia absoluta.

En ese momento, el marido tomó un arma plateada, calibre 22, que tenía en el bolsillo, y le dio un único disparo en la parte de atrás de la cabeza. Luego, llamó a un vecino para avisarle lo que había hecho y le solicitó que llamara a la Policía.

"Maté a mi señora. Ella me dijo que la matara porque no podía vivir más así. Yo no quería matarla y ella me dijo que la matara. Era ciega, renga, paralítica y no servía para nada. Me obligó a matarla", dijo J.C.R. en la audiencia de formalización.

Las evidencias que utilizó la Fiscalía fueron la propia admisión del imputado, la autopsia de la víctima, el relevamiento fotográfico del hecho, la pericia balística y la psiquiátrica del imputado, además de las declaraciones de vecinos y familiares de la mujer. Por este motivo, Gómez pidió el procesamiento por un delito de homicidio especialmente agravado.
¿Piadoso?
Tras el alegato del fiscal, la defensa pidió que en este caso se podría configurar un "homicidio piadoso". Esto faculta al juez "a exonerar de castigo" al autor de un homicidio "efectuado por móviles de piedad, mediante súplicas reiteradas de la víctima", según señala el artículo 37 del Código.

Gómez enfatizó durante la audiencia que no compartía esa tipificación, porque "no están acreditadas las súplicas reiteradas de la víctima", indicó.

De hecho, el 4 de abril (cinco días antes del homicidio), se festejó el cumpleaños 96 de la mujer y no hubo manifestación alguna a los familiares que asistieron al evento que pudiera anticipar este suceso. El vínculo entre ambos era "absolutamente normal".

El fiscal admitió que en la prisión preventiva se debía considerar la situación del hombre, debido a su edad. Por ello, solicitó 120 días de arresto domiciliario.

Al final, la jueza Sunhary desestimó la consideración de homicidio piadoso y resolvió la prisión domiciliaria del imputado por 60 días.

Tras dictar la resolución al taquígrafo, la jueza se dirigió al autor del homicidio y le dijo:

"Señor, le tiene que quedar claro que no puede salir de su domicilio".

"Quédese tranquila que no voy a salir. Me voy a quedar en mi casa", respondió el anciano.

"Si sale de su domicilio se va a tener que rever su situación", le advirtió la jueza.
"Si no la mataba yo, se iba a matar ella"
J.C.R. habló desde su casa con El País y dijo estar "conforme" con la resolución de la jueza. Confesó no estar "arrepentido" por haberle disparado.

"Yo no lo quería hacer. Ella estaba muy mal, muy enferma. No quería vivir más. Ella se quería matar. Si no la mataba yo, se mataba ella. Ya no veía ni oía", aseguró el anciano, que al mediodía de ayer ya se encontraba en su domicilio, cumpliendo con la medida preventiva.

J.C.R. y su esposa no tenían hijos. Sólo un vínculo familiar con una sobrina.

El hombre, jubilado, que en sus años de actividad se dedicaba a vender leña, contó por teléfono que hace "cuatro o cinco días" ella se había caído otra vez al suelo y le dijo: "Matame, no tengas miedo".

Aseguró que tenía el arma en su casa desde hacía "más de 40 años" y "nunca la había usado" hasta ese momento.

La vivienda no estaba custodiada en la tarde de ayer. Tres perros montaban guardia ante la entrada.
Homicidio piadoso, solo una vez se aplicó
En 1934, el Código Penal previó el "homicidio piadoso" como causa de impunidad para el homicidio común. El individuo con "antecedentes honorables" (no necesariamente médico), que dé muerte "por móviles de piedad" a una persona que le haya expresado "súplicas reiteradas", podrá ser exonerado de castigo, señala el artículo 37, que sigue vigente hoy.

Hugo Rodríguez Almada, profesor titular de la cátedra de Medicina Legal, afirmó que esa figura se aplicó solo una vez, según contó en una nota publicada en Qué Pasa ("Zona gris: dilemas al filo de la eutanasia", domingo 16 de agosto de 2015).

Fue a mediados de los 90, ante un hombre que había matado a su esposa, con la que llevaba casado 50 años. Ella cursaba una enfermedad degenerativa y le suplicó que terminara con su vida. Él le hizo caso, y luego intentó suicidarse pero no tuvo éxito. El juez Luis Charles lo eximió de condena.
Fuente: El País

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