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"Humo", Marta Toledo (Perfil).
Perfil publicó una nueva entrega de Selva Almada en su sección dominical “Apuntes en viaje”, en la cual la escritora entrerriana hace foco en los incendios forestales.

“Sobre la Ruta 9 hay una enorme nube negra… no tiene forma de nube pues la vemos dibujarse en el horizonte como si fuera un tornado, es decir una nube que empieza en la superficie del mundo”, comienza diciendo el texto titulado, tan solo, “Humo”.

Con “el olor a quemado entrando por las hendijas del auto”, reflexiona sobre las consecuencias del fuego en “cientos de animalitos, pájaros, insectos, árboles, yuyos, enredaderas”, como habitantes del Delta.

“De verdad -sostiene Almada- no entiendo cómo a quienes tienen el poder de frenar las quemas, los incendios, no se les rompe el corazón pensando que eso que es humo, eso que es casi tan liviano como el aire, está hecho de seres que vivieron hasta hace apenas unos días, unas horas”.

A continuación, la reproducción completa y textual de “Humo”.

Sobre la Ruta 9 hay una enorme nube negra… no tiene forma de nube pues la vemos dibujarse en el horizonte como si fuera un tornado, es decir una nube que empieza en la superficie del mundo, puntualmente en las islas, arranca de allí, sube, se deforma. Sigue al auto en el que voy, a todos los vehículos que se desplazan sobre el asfalto, nos sigue para recordarnos que hay fuego, que ese humo está hecho del cuerpo de cientos de animalitos, pájaros, insectos, árboles, yuyos, enredaderas, de todo eso que vive, que vivía, en las islas. La habíamos visto más temprano desde la costanera de Rosario, tan oscura como ese río que adoro, ese Paraná inmenso. En el viaje de regreso sobre nosotros, el olor a quemado entrando por las hendijas del auto.

De verdad no entiendo cómo a quienes tienen el poder de frenar las quemas, los incendios, no se les rompe el corazón pensando que eso que es humo, eso que es casi tan liviano como el aire, está hecho de seres que vivieron hasta hace apenas unos días, unas horas. Los qom tienen una palabra: shigaxagua que quiere decir persona; pero en la cosmogonía qom todo es persona, todo es shigaxagua: un hombre y una roca son shigaxagua. Ahora me gustaría invertir los términos, que todos nos nombráramos roca, árbol, pez, río, sirirí… a ver si así podemos ponernos en el lugar de otros seres y dejamos de pasarles por encima, nosotras las personas, los humanos, los sin corazón, los que ni siquiera aman a sus hijos porque si así fuera les preocuparía dejarlos sin planeta.

Hace poco circuló una campaña en redes con la consigna “En Rosario no se puede respirar”. Claudia Piñeiro la retomó en el discurso inaugural de la feria del libro… este fin de semana todos hablamos de su texto, de su hermosa intervención. “La urgencia llama a decir lo que hay que decir”, dice una de las líneas. En su ensayo Escribir, Raymond Carver habla de frases de otros escritores que anota imaginariamente en tarjetas y pega en la también imaginaria habitación donde escribe (pues ya se sabe que se escribe donde se puede o en todas partes todo el tiempo). Esta línea del discurso de Claudia es una que yo también voy a anotarme en una tarjeta.

En el viaje vengo leyendo La africanita, de Yamil Dora. Me lo acaba de dar Silvia, su compañera, que viaja también en el auto. Es un libro de formato pequeño, de la editorial rosarina CR. Con Yamil somos amigos hace muchos años, esas amistades que se fundan en los festivales de literatura. Leo la primera página con la intención de espiar un poco el libro para leerlo después, cuando llegue a casa, en la semana. Pero leo el primer texto, es un libro de breves fragmentos, pasan las páginas, los kilómetros y sigo leyendo, no me deja soltarlo así como el humo que nos sigue. La africanita era el cabaret del padre de Yamil. Los Dora tenían bares, discotecas… su abuelo, su padre, sus tíos… trabajadores de la noche. El narrador recuerda el negocio de su padre, la vergüenza que le daba, cómo las madres de sus compañeros de la escuela odiaban La africanita con la misma intensidad que lo amaban los padres de los mismos chicos. En esas memoires, como bien definió Beatriz Vignoli en la presentación, se cuelan otras cosas también: en la casa de infancia no se habla de lo que pasa en La africanita, cuarenta años después tampoco la familia habla de esa época, tampoco nadie habla de los libros que escribe el hijo. Pienso que yo tampoco hablo con mi familia de lo que escribo. Como si hubiera algo en el acto de escribir parecido a fumar a escondidas, a acostarse con el primo, a manejar un cabaret… algo que hacemos sin el permiso de los demás.

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