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González Pavón, Martí y Rougier
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“¿Cómo no dejar en palabras lo mucho que nos enseñó el Padre Juan Esteban Rougier en sus años de ministerio sacerdotal? Ciudadano ilustre, una de las mentes más brillantes de los últimos tiempos que tuvo esta región, puente entre el viejo continente y nuestros pueblos, supo generar el entusiasmo en las poblaciones en búsqueda de sus raíces genealógicas, reivindicar las bases históricas de nuestro pasado”. Tal la primera definición que aporta el Profesor Alejandro González Pavón, en un escrito enviado a El Entre Ríos, a días del fallecimiento del sacerdote.
El Prof. Alejandro González Pavón y su vínculo con el Padre Juan Rougier - 22/06/2020
A manera de síntesis, define a quien fuera párroco de Santos Justo y Pastor como “embajador cultural de nuestra región en los países europeos. Dueño de una de las bibliotecas personales más importantes, contando entre sus títulos obras de la literatura clásica universal, teología, filosofía, historia, geografía, sociología, espiritualidad, poesía, música, entre otros. Cultivó su conocimiento por distintos temas”.

“Dedicó parte de su vida a estudiar minuciosamente los árboles genealógicos de muchas de las familias que componen el Departamento Colón. Sus viajes a Europa –agrega González Pavón-, más precisamente al Cantón de Valais, Alta Saboya y Piamonte, le permitieron crear relaciones sociales que con el tiempo, establecieron lazos inseparables entre aquel terruño de los inmigrantes y nuestros pueblos. El interés por querer saber más siempre fue su combustible de sus acciones, el hacer cosas pensando en el presente y proyectando hacia el futuro siempre lo motivaron a trabajar con las generaciones actuales en pos de dejar testimonios para todos aquellos quienes nos siguen”.

- ¿Dónde lo conoció?

- Lo conocí en la ciudad de Concordia, en una celebración religiosa que se llevó a cabo en la Catedral de San Antonio de Padua en donde ese mismo día, el Obispo de entonces, Mons Hector Cardelli realiza varios cambios de sacerdotes distribuidos en toda la diócesis. En nuestra localidad, hacía muy poco tiempo que el Padre Jorge Alberto Duce había fallecido (27/11/1999) producto de un cáncer de páncreas. En el transcurso de su enfermedad, la Parroquia había tenido dos sacerdotes a cargo, por un lado, el sobrino del Padre Duce, Pbro. Juan Pericles Guouman y el Pbro. Roberto Achur. En el mes de diciembre de 1999, en esa celebración religiosa en Concordia fue nombrado cura Párroco de la Parroquia de los Santos Justo y Pastor el Padre Juan Esteban Rougier. Mi corta edad, quizás, no me permitió dimensionar quién era en ese momento el Padre Rougier, pero recuerdo bien que esa misma noche, luego de la celebración eucarística, me acerqué a él para presentarme como un miembro de nuestra comunidad y manifestarle mi alegría por su nombramiento. Me llamó mucho la atención su acento. Parecía como que fuese de nacionalidad española, pues su tono casi gallego, me hacía pensar eso. Ésa fue la primera vez que lo vi y supe de él.

- ¿Recuerda su llegada a Colón?

- Fue el 3 de enero del 2000 por la tarde. Estacionó su Renault 12 modelo 89 frente a la casa parroquial. Lo primero que hizo cuando bajó del auto fue ir al templo. Lo observó silenciosamente sin emitir ningún tipo de opinión. Luego fue a la casa parroquial donde se instaló. Su auto venía cargado con muchas cosas, pero lo que más tenía, sino lugar a dudas, eran libros. Uno estaba acostumbrado a ver muchos libros en este espacio porque tanto el Padre Cipriano Berín y el Padre Duce eran muy buenos lectores, y ambos contaban con varias bibliotecas de importante tamaño que estaban localizadas en el salón parroquial (dos de ellas aún se localizan en el mismo lugar). Con tiempo supe que su amistad con el Padre Berin venia de hace ya muchos años, incluso desde sus primeros años del Seminario. Siempre me recordaba que el Padre Berin había sido un gran músico y estudioso de ese campo del conocimiento (a esto lo comprobé con los libros que están su biblioteca). Recordaba con gran emoción que el Padre Berín, aun siendo seminarista, había participado en grabaciones de los discos que se prepararon con el coro del Seminario menor y mayor de Paraná, bajo la dirección del Pbro. José Zaninetti, con motivo de la preparación espiritual del Congreso Eucarístico del año 1934 que se llevó a cabo en Buenos Aires, y el cual estuvo encabezado por la figura del Cardenal Eugenio Pacelli, que cinco años después se convertiría en el Papa Pio XII.

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- ¿Cómo describiría sus primeros años como párroco en Colón?

- No cabe duda que el accionar del Padre Juan Esteban tenía una trayectoria más que comprobable en lo que se refiere al número de obras materiales que había realizado en cada punto en el que ejerció su ministerio sacerdotal. Quizás uno, al ser chico, no dimensionaba todo eso en ese momento, pero con el tiempo, al escuchar una y tantas veces los testimonios de personas que colaboraron en cada uno de los proyectos que se propuso, era algo digno de escuchar.

Una de las primeras obras que se propuso realizar apenas llegó a Colón, fue construir una nueva casa parroquial, de una sola planta, considerando que él ya era una persona mayor y que tarde o temprano, la escalera existente en la antigua casa parroquial le podría llegar a dificultar su vida cotidiana. Además, por otro lado, así como en Villa Elisa, en esos últimos años, él convivía con su hermana que también era religiosa, perteneciente a la congregación de las Hermanas de la Sangrada Familia, su intención era trasladarla con él a Colón. Y así, meses más tarde, logra concretarlo.

Es por eso que construye en gran parte con recursos propios una nueva casa parroquial con dos habitaciones y una cocina comedor. Allí desarrolló toda su estadía en esta localidad.

Luego vino la reforma del salón parroquial, cambio de piso, construcción de las aulas de catequesis (para lo cual recibió ayuda económica del extranjero) y de esta manera, resignificó el espacio de la parroquia a través de estas nuevas instalaciones que le permitieron a la comunidad poder ampliar sus actividades en función de la disposición de estos nuevos espacios.

- ¿Qué diría, Usted que lo conoció de cerca, acerca de la vida cotidiana de Juan Esteban?

- Siendo sincero, no puedo más que decir que cada uno de los días del Padre Juan Esteban estaba cargados de situaciones que realmente consumían su tiempo. Su pasión por la lectura y la música, muchas veces pasaban a segundo plano por las funciones y responsabilidades que todo cura párroco tiene, más en una parroquia como la nuestra, con grandes dimensiones y con muchas capillas que atender, no sólo las que están en el radio urbano, sino también las que estaban en el ejido. Recuerdo verlo rezar en cuatro idiomas, tenía breviarios (libro de lecturas que rezan a diario los sacerdotes y las religiosas) en varios idiomas: castellano, francés, latín e italiano. Cuando leía en otro idioma, era para poder mantener actualizada la lengua y no perder la fluidez del mismo.

Siempre primero estaban sus obligaciones sacerdotales, pero en cuanto podía, dedicaba su tiempo a charlar con personas mayores en busca de datos, anécdotas y vivencias que lo nutras de ese pasado que por distintas situaciones o compromisos no había podida estar, pero que gracias a estas visitas que realizaba, aprendía y se informaba de aquello que más le interesaba. No había familia en nuestra región de la que él no supiese el pueblo de origen de la cual vino de Europa. Sus viajes al viejo continente desde 1970 (realizó ocho viajes en total) le permitieron recabar una fuente de dato muy importante para nuestra región que sirvieron para completar árboles genealógicos inconclusos, y en algunos casos, comenzar el camino de la investigación.

Siempre buscaban un pretexto o una situación que lo llevase a tener que ir a su Villa Elisa natal. Allí pasábamos las tardes enteras recorriendo hogares de personas mayores y jóvenes que requerían de él para algún tipo de asesoramiento, charlas o simplemente compartir un momento familiar.

- ¿Cómo era el Juan Esteban “escritor”?

- Desde que llegó a Colón en el año 2000, manifestó su proyecto de escribir cuatro libros en los cuales tenía que dejar escrito sus testimonio, experiencias e investigaciones sobre las genealogías que había investigado en todos los viajes que hizo a Europa. Pero ahí quedaba, sólo era un proyecto, una idea grande, pero las demandas de las tareas direccionales de la Parroquia no le permitían el tiempo suficiente y necesario para sentar a escribir sus memorias.

¡El material estaba! Había tenido la genial idea de que en cada viaje que hizo, llevaba consigo uno o dos cuadernos de apuntes al estilo agenda en donde iba registrando cada lugar que visitaba, algunos datos históricos de ese lugar, nombres, apellidos y direcciones de las personas con las cuales establecía dialogo. Esa fue la base de su escritura, luego un gran número importante de diapositivas que trajo desde Europa y las cuales utilizó para dar charlas en Villa Elisa y San José mostrando a nuestros vecinos imágenes de los pueblos alpinos, las construcciones de las casas, iglesias, personas, escudos, vestimentas y demás.

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El profesor Alejandro González Pavón y el Presbítero Juan Esteban Rougier Agrandar imagen
El profesor Alejandro González Pavón y el Presbítero Juan Esteban Rougier
Estando en Villa Elisa – hablamos de la segunda mitad de la década de 1980 – comenzó a dialogar con muchos vecinos de esa localidad y dieron inicio a instituciones y Comisiones de trabajo, pensando y proyectando lo que sería el Centenario de Villa Elisa. Una de las celebraciones. Según sus palabras – más importantes que le tocó participar y de la cual, muchas de las comisiones de trabajo, lo atribuyen como uno de los idearios.

El hecho de haberse jubilado (los sacerdotes comúnmente se jubilan a las 76/78 años), y habiendo sido nombrado como nuevo párroco el Pbro. Néstor Toler, sus tareas pastorales se redujeron un poco y eso le permitió comenzar a pensar en concretar su proyecto que tanto anhelaba.

Comenzamos a revolver entre los tantos cajones, cajas y bibliotecas hasta encontrar esos famosos cuadernos de apuntes. Hasta que aparecieron! La alegría fue doble, por un lado, porque finalizaba la búsqueda incesante que veníamos teniendo durante varias semanas; pero por otro lado, la emoción por decir; a partir de hoy, comienza una nueva etapa, donde la pluma y el papel comienzan a hacer su trabajo. Con el correr de los días, las hojas borradores comenzaron a crecer, las resmas comenzaban a faltar y había que ir a comprar más. No sé si medíamos el grado de responsabilidad y de trabajo que estábamos haciendo. A mí me tocaba tipear en la computadora todas las mañanas y a veces alguna hora de la tarde. Nunca estaba solo, siempre, pero siempre estaba él dictándome al costado e indicándome dónde quería la sangría, el punto, la coma, la negrita, el subrayado, la ubicación exacta de la foto, el tipo de letra, el tamaño y todo lo que escribir un documento conlleva, más un libro! De vez en cuando se armaba una que otra discusión cuando no lográbamos que la computadora realice exactamente lo que él quería, pero al pasar unos minutos, la situación volvía a la normalidad.

En todo ese primer proceso de escritura del primer libro referido a los piamonteses, pensábamos en la relación directa entre cada texto y la fotografía que debía ir en cada uno. Era todo un tema, en gran parte del trabajo, las fotografías las teníamos, pero no estaban ni ordenadas ni en el mismo lugar, fue un trabajo casi arqueológico el hecho de localizar cada una de ellas, y en aquellas que no teníamos, pensar en quién sería la persona indicada que podría facilitarle una foto para ilustrar ese capítulo. Llevaba tiempo, pero tarde o temprano, por su insistencia y su perseverancia, lo lograba. Lugo vino el tiempo de comenzar a capacitarnos y entender el mundo editorial. Ninguno tenía experiencia en esto, y luego de varias consultas, logramos concretar un borrador final y entregar a quien correspondía para concretar el proceso de escritura y publicación. Al poco tiempo de haber entregado el borrador, llegó a sus manos la primera prueba galera. Su rostro, lleno de emoción manifestó la alegría que seguramente manifiesta un padre al ver por primera vez a su hijo. Allí estaba, en sus manos, casi concretado, el primer proyecto de un sueño visionario que el tiempo acompañaría a concretar. Realizó las primeras correcciones, algunas pocas modificaciones y algunos pocos agregados, hasta que dio el “ok” definitivo. Luego de eso se presentó el otro desafío que fue tan importante como la escritura misma del libro, hacer la tapa. Su idea original, considerando desde el día el que el título sería LOS CAMINOS DEL REENCUENTRO, quería que la tapa fuesen tres caminos que se unan en uno sólo. La inexperiencia en el rubro, lo llevó a buscar en crear una tapa desde cero, puesto que no encontramos una imagen, fotografía o cuadro refleje esta idea que él quería. Es por eso que, en dialogo con el Sr, Fabián Berger, se logró concretar la idea original y definir la tapa con que el libro cuenta hoy.

El primer libro se presentó en el Salón de la Parroquia de los Santos Justo y pastor y contó con la colaboración del poeta Jorge Enrique Martí, quien también realizó el prólogo del mismo con gran emoción de que un amigo de toda la vida, ingrese al mundo de la escritura, tal como él lo había hecho muchas décadas atrás.

Y así empezó todo un camino que nunca más se detuvo. Luego vino el segundo libro referido a la Valesanos. Éste un poco más extenso que el primero, pero con la misma emoción que todos.

En tercer lugar, como idea original era la escritura y publicación del libro sobre los Saboyanos, pero un aniversario especial de la fundación de la ciudad de Villa Elisa, lo motivó a adelantar el que sería originalmente el cuarto libro, y lo convirtió en su tercera publicación, la cual hace referencia pura y exclusivamente al Centenario de Villa Elisa, su proceso de organización, lista de personas de origen europeo que vinieron por esta causa, lista de las personas de esta ciudad que alojaron a los que vinieron de Europa y mencionando en detalle y fotografías todo el enorme trabajo artesanal, individual y grupal que se realizó para concretar en 1990 esta gran fiesta del reencuentro que quedó y quedará graba en la memoria de toda esta región.

Al poco tiempo de publicar sus cuatro libros, los mismos fueron declarados de interés para toda la región la calidad de información histórica y genealógica que contienen. El Congreso de la Nación Argentina, por su parte también declaró esta obra de interés, lo cual manifiesta que su contenido es sumamente importe.

- ¿Qué otros proyectos pudo concretar?

- Proyectos tuvo muchos, pero como el de la Capilla de San Francisco de Sales, ningún tuvo más fuerza que éste. Una Capilla que siempre dijo que no pasaría mucho tiempo que la elevarían a Parroquia por su dimensión y por el barrio en la cual está emplazada.

Su plano original corresponde a un arquitecto europeo, el cual amablemente cedió los mismos para que se pueda construir en Villa Elisa. La forma que tiene la capilla responde a un barco invertido, símbolo de la hazaña ultramarina que realizaron aquellos inmigrantes, los cuales siempre estuvieron acompañados y sostenidos por la fe.

Las reuniones comenzaron a realizarse en casa particulares de los mismos vecinos del lugar. Al principio eran cada tanto, y luego se convirtieron en semanales. El trabajo que había que realizar era mucho, el terreno estaba, pero el material. Las reuniones eran largas, el número de vecinos comprometidos en acompañar y concretar este proyecto eran muchos. Beneficios, remates, crisis económicas, fueron algunas de las cosas que sucedieron en medio de toda esta hazaña en busca de la construcción de la Capilla. Y luego de varios años de trabajo, aquella Comisión de personas incansables, lideradas en parte por él, lograron su cometido. Una capilla hermosa, con amplias dimensiones y que hoy es un emblema para los descendientes de Saboyanos y para toda la comunidad de Villa Elisa. Muchos pensaron que una vez que el Padre Rougier se retire de su vida activa, iría a vivir en este lugar, pero su respuesta a este interrogante siempre era: SI EL OBISPO ASÍ LO DISPONE, EL SACERDOTE DEBE OBEDECER.

La concreción de la Capilla de Sales, lo motivó a escribir su cuarto libro el cual hace referencia a la inmigración saboyana a la cual él hace alusión como LA FIESTA SABOYANA. Allí cuenta en detalle la historia de la Capilla y de todas las ramas genealógicas que componen esta descendencia.

- ¿Cómo fueron sus últimos meses?

- Sus últimos meses fueron en cama. Su comunicación se fue apagando de apoco; sin embargo su mirada contemplativa y estudiosa la mantuvo hasta el último momento. Para todo aquel que lo visitaba, tenía una sonrisa y una palabra para regalarle. Disfrutaba que lo tomen de la mano, se sentía acompañado. Si lo hablaban sus cejas se movían enseguida en señal de recepción del mensaje emitido por el emisor.

Su vida nos enseñó que a través de la perseverancia, el compromiso y la dedicación podemos conseguir muchas cosas, y sobre todo, si sabemos trabajar en comunión con otros las cosas son más fáciles.

Supo impulsar a muchas instituciones, formó parte de ellas e incluso hasta sus últimos días.

Sin lugar a dudas, el Padre Juan Esteban no pasó desapercibido. Fue un estrella en el camino de muchos, fue quien dio la bienvenida a la vida cristina de muchas familias a través del bautismo, fue quien consagró la unión de miles de matrimonios a través de este sacramento pero también fue quien dio la bendición de exequias en los momento de la perdida de algún ser querido.

En lo personal, el Padre Juan Esteban fue un padre, sacerdote, maestro y amigo. Fue quien me inculcó a través de su ejemplo el sentido de la responsabilidad, el estudio, y el respeto por los demás. Me permitió ser parte de sus últimos 20 años de vida, haciéndome testigo de ese espíritu incansable que lo caracterizaba. Me hizo parte de su familia y como miembro de su ciudad elisense. Engendró en mí el espíritu de interés por el conocimiento de nuestro pasado, de la historia regional que tenemos, de la importancia que tienen los archivos personales y público y del rol que cumplimos cada uno de nosotros como ciudadanos.

Nos dejó el pasado 16 de junio. Dejándonos un hueco de dolor por los tiempos en que vivimos que no nos permite despedirnos como se merece, pero nos enseña aún bajo esta circunstancia, que siendo humildes y a través de la sencillez, también podemos dejar una impronta importante para las generaciones presentes y futuras.

¡Descansa en Paz, querido Padre Juan Esteban!
Fuente: El Entre Ríos,

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