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Rubén Comán/EER.
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Honesta, descansada y de visión no del todo optimista, Ilda Williman llega hoy a su jubilación luego de 32 años de entrega en la administración de El Entre Ríos, habiéndose convertido en testigo de los más vertiginosos cambios producidos en las últimas décadas, como uno de los pilares y buque insignia del periódico.

“Entré en 1986 cuando falleció Olga Pierotti, cubriendo el puesto vacante que había quedado en la administración. Hasta ese momento yo trabajaba en Establecimientos Colón y, por recomendación de quien era mi jefa, la directora me tomó. Mi función era general: llevar adelante la parte administrativa, atender al público, colaborar con lo que se podía en el taller de impresión y armar los paquetes”, comienza relatando sobre sus comienzos.

Entre otras tareas asignadas, “al principio también hacía los pedidos de insumos de tinta y papel o debía conseguir técnicos, que acá cerca no había. Siempre nos arreglábamos de alguna manera para que el diario saliera. Antes teníamos mucho contacto entre los diarios de la provincia, entonces cuando había algún problema para imprimir nos ayudábamos o nos prestábamos las cosas, algo que ahora lamentablemente se perdió”.

Sobra la administración de un medio de comunicación, cuenta que “es absolutamente diferente a la de cualquier otra empresa: hay que tener ciertos conocimientos de redacción, de talleres de impresión, tratar con los otros medios y con un público totalmente distinto, porque el anunciante es muy especial y también hay suscriptores muy exigentes”.
Del plomo al hipertexto
“Cuando ingresé se trabajaba en el sistema plomo y después pasamos al offset, hasta que las máquinas empezaron a quedar obsoletas y se comenzó a tercerizar la impresión en 2008, que ahí fue cuando apareció el color y el digital. Fueron cambios que en su momento nos generaron mucho temor a hacer algo mal, pero a todo lo vivíamos con la alegría que significaba un avance para el diario”, sigue diciendo Ilda.

En la década de 1980 en que comenzó a trabajar “prácticamente no existía la informática, entonces se llevaban planillas y fichas hasta que en 1994 ingresó Carlos Maxit a la administración, que tenía muchos conocimientos tecnológicos, entonces llevó las primeras computadoras y así se facilitó mucho el trabajo, que hasta ese momento se tornaba bastante engorroso y llevaba mucho tiempo. Todos tuvimos que aprender sobre la marcha porque no sabíamos lo que era una computadora, ya que en las escuelas todavía no se enseñaba y cursos prácticamente no había”.

Respecto al contenido del periódico, explica que “se traían comunicados al mostrador y don Armando (Cergneux) los procesaba, para luego pasarlos a la linotipo e imprimir. Después, con la llegada de la informática, se pasaba en disquete o CDs, que generalmente era un drama porque se rompían de nada. Y la parte publicitaria no cambió demasiado, en el sentido que se sigue viendo el tamaño, el texto y el diseño gráfico para que el armador finalmente ubique el aviso, solo que ahora se hace todo digital”.

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Ciertos cambios también se convirtieron en dificultades. “Algunos cambios de gobierno y de moneda fueron bravos, por ejemplo cuando se implementó el austral o el federal, que para comprar los insumos de impresión había que revolver cielo y tierra para conseguir dinero en pesos, porque bonos no te aceptaban las empresas proveedoras. No sabíamos qué hacer, porque al dinero lo teníamos pero a los pesos no. Muchas veces era una odisea terrible conseguirlos”, rememora.
Como en familia
“La relación con mis compañeros siempre fue muy buena, porque compartíamos muchas cosas y éramos casi como una familia. Dos por tres nos juntábamos a comer y contábamos cosas que nos habían pasado, porque nos pasaba de todo. A veces se rompía una máquina y teníamos que estar horas luchando, a veces sin horarios. O no nos alcanzaba el papel y estábamos hasta último momento pendiente de la llegada, porque venía de Buenos Aires primero en bobinas y después en resmas”, da a conocer Ilda.

El vínculo con corresponsales y distribuidores “siempre fue muy bueno, porque era gente que se preocupaba por el diario y sentía orgullo de representar a El Entre Ríos en su ciudad. Con quienes tuve más contacto fue con gente de Villa Elisa, San José, Liebig y Ubajay, algunos que todavía siguen desde la época que yo me incorporé. A lo largo de estos años han pasado tantos, que es difícil acordarse de todos”.

Al momento de homenajear a quienes ya no están, menciona “muy especialmente al señor Armando Cerneux, que fue una persona que trabajó mucho tiempo en la redacción y puso el hombro siempre. Le guardo mucho aprecio y siempre lo recuerdo. Él se preocupaba mucho en ir a Villa Elisa y San José a buscar las noticias de los clubes y las parroquias, porque colaboraba en todo lo que era necesario”.

Numerosas vivencias quedan guardadas en su memoria. “Conocí a mucha gente importante, como políticos y artistas del momento. Siempre recuerdo que a los pocos días de haber entrado a trabajar nos visitó Pipo Pescador, que me llamó mucho la atención el color de pelo que tenía, que Graciela (Marcó de Maxit, la directora) lo entrevistó. En esos tiempos no era común ver a gente reconocida en el interior”, expresa al recordar con gracia su encuentro con el animador infantil.
Fin de una fase, inicio de otra
“Cumplí con mi trabajo y es una etapa terminada. Me siento muy rara por dejar de trabajar, pero me voy bien con la gente y agradecida a mis compañeros y excompañeros que son un montón, además de a la directora, al personal del Estudio Maxit que siempre estuvimos vinculados, los chicos de la radio y el digital, anunciantes, proveedores, entidades públicas y encargados de prensa de las municipalidades que siempre he tratado y no me puedo quejar. Todo lo que he vivido estos años me ha ayudado a crecer y tratar con mucha gente”, reflexiona Ilda.

Concluyendo el mes del aniversario del periódico y su labor en la administración, “sé que en estos momentos hay muchos medios de la provincia que la están pasando muy mal, por eso deseo que el diario siga adelante y estoy segura que así será, porque todos pondrán lo mejor de sí para que eso suceda. Los dueños siempre hicieron y siguen haciendo un enorme esfuerzo para que todo esto siga adelante. Sin dudas que, si no hubiese sido por ellos, no hubiese sido posible. Además, gracias a tanta gente que ha colaborado y puesto el hombro a pesar de todas las vicisitudes, algo que nos da la pauta de lo que se quiere y respeta a El Entre Ríos”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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