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Un ídolo caído


Ante la sentencia condenatoria por el delito de corrupción dictada por la justicia brasileña en contra de Lula da Silva, me parece oportuno transcribir una parte de la nota editorial publicada en estas columnas, en la edición del día 17 de marzo de 2016. En ella se hace referencia a un intento fallido de Dilma Rouseff, entonces presidenta del Brasil, de designarlo como ministro suyo; de manera de que aquel quedara cobijado por los fueros anexos al cargo. Todo ello ante el temor de que fuera detenido dentro de la tramitación de la causa en la que ahora ha sido condenado. Aunque sin ser detenido por prudencia, según reza en la sentencia del juez actuante.

A su vez en la nota de referencia se señalaba que nos duele así calificarlo (como de ídolo caído), porque provocaba en su pueblo –e inclusive en nosotros- un respeto preñado de simpatía y hasta de afecto. Por cómo "la remó" durante tanto tiempo y desde tan abajo. Si hasta se duda, al momento de decir, que lo hizo desde el ras del suelo o desde la profundidad de éste. Hasta llegar a ser en lo que se convirtió, y que le permitiera mostrarse no solo como un sanador, sino una herramienta de justicia. Nos estamos refiriendo a Luiz Inácio Lula da Silva. Para nosotros un ídolo caído, no por lo que pudo haber hecho de incorrecto, si es que lo hizo; sino por esa actitud de acceder a un cargo en el gobierno brasileño para poder escudarse en los fueros que de esa manera llega a adquirir.

Lula, enfermo por la medicina que él mismo suministró


Mientras tanto habla bien, tanto del juez que ahora ha fallado en su contra como del mismo Lula, el hecho que en esa sentencia el magistrado haya señalado que el ex Presidente, "durante su mandato, ha actuado para fortalecer los sistemas de prevención y represión del lavado de dinero. Añadiendo en otro párrafo que es necesario reconocer el mérito del Gobierno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva en el fortalecimiento de los mecanismos de control, abarcando la prevención y la represión del crimen de corrupción, especialmente en las inversiones efectuadas en la Policía Federal durante el primer mandato, en el fortalecimiento de la Contraloría General de la Unión y en la preservación de la independencia del Ministerio Público Federal mediante la elección, para el cargo de procurador general de la República, de integrante de la lista votada entre miembros de la institución".

El fin de un sueño


Esa es la manera con la que Raúl Zibechi, un escritor, pensador y activista (militante, se diría entre nosotros) montevideano, dedicado al trabajo con movimientos sociales, encabeza una nota que acaba de publicar, referida a la cuestión que nos ocupa, en el prestigioso diario mexicano La Jornada. Y de la que he entresacado párrafos que incluyo a continuación.

. . . La condena por la justicia del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, es el broche final de la ofensiva contra el proyecto de convertir a Brasil en una nación independiente de Estados Unidos y con proyección propia en el escenario regional y global. Otros dos arietes de esa estrategia llevan meses en prisión: Marcelo Odebrecht, director de la empresa que construye submarinos, y el vicealmirante Othon, Luiz Pinheiro da Silva, el padre del programa nuclear brasileño. . .

. . . El proyecto Brasil Potencia tiene una larga historia que se remonta, como mínimo, hasta la década de 1950 cuando transcurría el segundo gobierno de Getúlio Vargas (1951-1954). . . . Poco después, en 1959, el presidente desarrollista Juscelino Kubitschek (1956-1960) denunció al FMI y a los enemigos del Brasil independiente de intentar forzar una capitulación nacional, a fin de que la industria cayese en manos extranjeras. . . Una década después, las ambiciones de los militares brasileños fueron plasmadas por el general y geopolítico Golbery do Couto e Silva. . . (quien) diseña el papel de su país en la región: alianza con Washington contra el comunismo, expansión interna hacia la Amazonía y externa hacia el Pacífico para cumplir su destino manifiesto. . . la Escuela Superior de Guerra, donde se formaron los mayores cuadros de la burguesía brasileña. . . Entre ellos Marcelo Odebrecht, ya que no es ninguna casualidad que las grandes empresas brasileñas (Camargo Correa, Odebrecht, Gerdau, Votorantim, Andrade Gutierrez, entre otras) hayan crecido bajo el ala de las grandes obras del régimen militar (1964-1985). . .

. . . el principal proyecto atómico de Brasil, el Programa Nuclear de la Marina, fue creado en 1979 y en apenas una década consiguió dominar el ciclo completo de enriquecimiento de uranio con centrifugadoras desarrolladas en el país. . . (por lo qué). . . el país fue colocado en una lista negra para impedirle importar materiales para su programa nuclear. . . En 2015 fue detenido en el marco de la Operación Lava Jato, acusado de corrupción y desvío de fondos desde su cargo de director de Eletronuclear, la estatal que construye y opera las usinas nucleares. . .

. . . El programa nuclear fue reactivado bajo el gobierno de Lula, luego del parón de la década privatizadora. Odebrecht fue la empresa designada por Lula, sin concurso, para construir el astillero y una base naval para submarinos en la bahía de Sepetiba, en Río de Janeiro. La confianza de Lula en la empresa se debe a la extensa relación entre la familia Odebrecht y el dirigente del PT, que se inició en las postrimerías de la dictadura cuando despuntaba como líder sindical.

. . . Marcelo, el CEO de la empresa destinada a cumplir los sueños de una defensa independiente de Washington y la multinacional privada más fuerte del país, fue detenido apenas ocho semanas antes que el vicealmirante Othon. Al empresario lo condenaron a 19 años, aunque luego negoció una delación premiada que reduce su pena. Othon se llevó la mayor condena que han tenido los 144 encarcelados por Lava Jato: 43 años de cárcel. . .

. . . Las tres biografías tienen un punto en común: desde ámbitos bien distintos, pugnaron por un proyecto propio de gran potencia para Brasil, lo que inevitablemente molestó a Estados Unidos. Subestimaron al imperio, probablemente por confiar en la democracia. . .

. . . Los grandes empresarios suelen ser corruptos, de lo contrario no llegarían a acumular tanta riqueza. Los militares son el peor aparato del Estado y sobre eso cabe poca discusión, salvo para quienes sueñan con milicos democráticos o socialistas. No creo que ningún presidente en ninguna parte del mundo sea inocente, por algo llegan a ese lugar. Se puede ser corrupto robando o sólo haciendo promesas que, saben, nunca cumplirán. . .

. . . En el caso de Brasil, la cuestión no es la corrupción, sino la necesidad de echar abajo un proyecto de largo aliento que soñaba con modificar la relación geopolítica de fuerzas sin arriesgarse a combatir. . .


Lula: Sólo el pueblo tiene el poder de decretar mi fin


Cito esas palabras suyas, en una de las tantas reacciones consecuencia de su condena, por cuanto aparte de servirme de una suerte de puerta a las consideraciones que siguen, dado que haciendo abstracción de la valoración que pueda merecer la sentencia y su contra y del resultado de su cuestionamiento ante un tribunal superior, las considero de una alarmante gravedad ya que no vienen a significar otra cosa que una muestra de desprecio hacia las mismas bases de la república democrática. Todo ello en cuanto no significa otra cosa que una expresión aislada de la voluntad popular, carece de todo límite y debe aceptarse aunque ello signifique ya avanzar sobre los derechos de las minorías, ya eximir a personas determinadas de su obligación de respetar leyes que se debe suponer que han sido sancionadas para ser cumplidas por todos.

No ignoro aquel viejo enunciado que asimila la voz del pueblo a la voz de Dios. Pero aun aceptando que en esa asimilación exista una imprecisa y a la vez variable dosis de verdad, al menos los que son creyentes dan por sabido que Dios no puede equivocarse, mientras que es consubstancial con el hombre la posibilidad de caer en el error. Y en el caso de los no creyentes, aunque prescindan, silenciándola, de la voz de Dios, no es inimaginable pero si desmesuradamente peligroso el suponer que la voluntad del pueblo, y por ende sus decisiones, puedan carecer de todo límite.

Y es a la vez dentro de ese contexto que se inscribe la perspectiva, como da a entender en su nota nuestro casi compatriota oriental, que la de la corrupción es una cuestión en el mejor de los casos marginal, de donde avanzado así de una manera cada vez más acelerada en la relativización de los valores, no resultaría extraño que llegáramos (o ya estamos llegando) a un destino en el que veamos a los vicios travestidos en virtudes. Todo ello sin dejar de destacar que Zivechi, o da por hecho que Lula está incurso en el delito por el que se lo ha condenado, o ese es un tema menor.

No soy tan ingenuo como para concebir que la corrupción, como todos los comportamientos condenables en cuanto dañinos por lo viciosos, puede ser definitivamente erradicada del mundo. . . Ya que ello no significaría otra cosa que la extinción en el hombre de ese tipo de deseos que en su manifestación auténtica, algo que significa dejar de lado la frivolidad de los antojos, conocemos por tentaciones. Una predisposición que, a estar a los versículos bíblicos, estuvo ya presente en nuestros mismísimos orígenes.

Pero el hecho que siempre habrá corruptos (como el decir ya casi sepultado en el olvido de que siempre habrá pecadores, y que es necesario por lo mismo evitar caer en ocasiones próximas a su consumación) no quita que se deba comprender que es algo existencialmente necesario una lucha permanente contra la corrupción.

Combate en el que todos deberíamos sentirnos involucrados, por más que seamos conscientes de que nunca obtendremos una victoria concluyente y final contra ella, Y que se deba partir de la base que tan solo existe la posibilidad de acotarla y cuando mucho llevarla hasta su mínima expresión.

Es que el pensar lo contrario es precisamente lo que ha llevado a la situación actual en la que la corrupción se ha viralizado y extendido hasta el punto de volverse sistémica, para emplear otra palabra de moda. Es que como sucede con el caso del cáncer, la corrupción si no se busca impedir que lo haga, se introduce en todo tipo de entidades y organismos sociales (desde el Estado a entes privados como la FIFA y la AFA y hasta el más escuálido grupo de estudiantes que recauda fondos para su viaje de egresados) haciéndose cargo de su control, de manera que desnaturalizan sus funciones orientándolas a conseguir beneficios que no son los del Común.

Dado lo cual, sin que haya de mi parte pretensión alguna, espero tanto que se reflexione sobre lo hasta aquí leído, al mismo tiempo que con Lula se haga justicia.

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