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Uruguay es un país de viejos", el dicho popular será estrictamente cierto a partir del próximo período de gobierno. Los expertos estiman que para ese momento las personas mayores de 60 años superarán a las menores de 15. Y esto "no es bueno ni malo", dicen los entendidos. Simplemente es.

Salvo que ocurra un hecho extraordinario, cosa prácticamente imposible, entre 2021 y 2022 ocurrirá lo que los demógrafos llaman la "segunda transición demográfica". Se trata de un proceso que ya pasó la mayoría de los países europeos y que en América Latina tuvo a Cuba como adelantado —la isla atravesó este cambio en 2010.

Uruguay será, por tanto, el segundo país del continente en atravesar este envejecimiento. Pocos años después se sumará Chile y luego casi todos los Estados de la región. A los latinos el cambio los tomará más de golpe, aunque no por sorpresa: Japón ya pasó por esta transición hace dos décadas.
Posibles motivos
La explicación es simple: la gente vive más y, al mismo tiempo, tiene menos hijos. En los últimos 50 años, la esperanza de vida al nacer en Uruguay ha aumentado unos 12 años. Y cada mujer en edad de ser madre pasó de tener un promedio de 2,9 hijos a 1,6. Llámesele "la revolución de los anticonceptivos", los abortos, la irrupción de la mujer en el mercado laboral, la erradicación de varias enfermedades infecciosas o, simplemente, el proceso de desarrollo.

La cuestión es que la población uruguaya, que según la Cepal hoy crece a un ritmo del 0,37% anual, alcanzará su pico máximo hacia 2045 y luego empezará a decrecer.

Según la demógrafa Mariana Paredes, "este es un proceso a largo plazo y que puede enlentecerse aún más, por ejemplo aumentando la inmigración".

Sea como sea, cada vez habrá menos población en edad de trabajar para "mantener y cuidar" a los más veteranos. Y esa "relación de dependencia", como la llaman los economistas, hace que "urja" el debate.

El problema es que "la región —y Uruguay no es la excepción— no está pensando las políticas más allá de los ciclos electorales", advirtió Mario Cimoli, secretario ejecutivo adjunto de la Cepal. Y dijo que "siempre se repite la idea de una política de Estado, sea quien sea el gobierno de turno, pero pocas veces se concreta".

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Más niños
Cuando lo que faltan son jóvenes, lo más elemental es hacer que haya más. Para ello hay dos opciones: una es importar jóvenes y la otra es hacer que la población tenga más hijos.

Pese a que esta última medida sea la preferida de los dueños de las jugueterías, no cosecha muchos adeptos en los países desarrollados y en Uruguay. Es que la cantidad de hijos es "un derecho de las familias y en especial de las mujeres, y no se puede pagarles para que tengan más descendencia", señaló Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de Cuba. Pero sí "los Estados puede facilitar las condiciones para que los jóvenes tengan los hijos que quieran tener".

En los países nórdicos esto se traduce en que las licencias por paternidad y maternidad duran a veces más de un año; están universalizadas las salas de lactancia; los salarios son más elevados y no solo se ajustan por antigüedad; y cerca de los lugares de trabajo de los padres hay centros públicos de cuidados para los bebés.

Pero estas políticas, advirtió la demógrafa Paredes, no pueden ir en detrimento de los más viejos. Es decir: darles recursos a los jóvenes no puede significar la quita de derechos de los adultos. Y ejemplificó: "Hay que tener cuidado con jubilar al viejo para darle lugar al joven".
Posponer el retiro
Cuando la senadora nacionalista Verónica Alonso dijo que hay que correr la edad mínima de jubilación (de los 60 años actuales a los 65), hubo quienes pusieron el grito en el cielo. Incluso dentro del propio Partido Nacional hay miradas encontradas.

Las autoridades del BPS y la demógrafa Paredes han dicho que esta medida no es necesaria porque "los uruguayos se jubilan en la práctica más tarde (en promedio lo hacen a los 63 años y para 2030 se estima que lo harán a los 66)".
Lo que se está haciendo: más inmigración
Uruguay está recibiendo, en la última década, más población que la que expulsa. Eso "no hay que verlo como un problema, sino como una oportunidad; recibir a los inmigrantes es una actitud solidaria". Dicho así esta frase parece sacada del discurso de un político de izquierda. Más aún si este mismo político agrega que "no hacen falta grandes cambios normativos, porque la normativa es razonablemente amplia y flexible", pero "hacen falta medidas que hagan menos traumática la llegada de los inmigrantes".

Y, a la vez, "hacen falta mayores esfuerzos de sensibilización de la opinión pública: la llegada de inmigrantes genera temores infundados". Pero el dueño de estas palabras es Pablo Da Silveira, uno de los responsables del programa de Luis Lacalle Pou. Es que la necesidad de incentivar la inmigración no admite por ahora diferencias partidarias. A lo sumo encuentra algunos matices de si es necesario salir en la búsqueda selectiva de extranjeros, como había propuesto José Mujica para poblar el campo. Sea como sea, la postura política de los uruguayos se diferencia de las políticas "xenófobas" que brotan en Europa y Estados Unidos.
Fuente: El País

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