Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
La historia es conocida. Fue contada de todas las formas posibles y en todos los formatos: libros, películas, documentales. Fue escrita por sus protagonistas y por historiadores. La conocemos nosotros y la conocen en el mundo entero.

Sin embargo, cada vez que suena sigue siendo impactante, épica, casi imposible. La historia de la tragedia de los Andes es como esos cuentos que nunca se agotan, que permanecen y se mantienen vivos, como si cada vez que se contara fuese una forma de homenajear a los sobrevivieron, a los que murieron y a Sergio Catalán, el arriero chileno que le salvó la vida a 16 personas y que falleció ayer, con 91 años.

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Agrandar imagen
El jueves 21 de octubre de 1972 Catalán y sus dos hijos habían llevado a sus ovejas a tomar agua a la orilla del río El Barroso, a los pies de las montañas de la cordillera de Los Andes. Del otro lado del río estaban Roberto Canessa y Fernando Parrado, desahuciados y harapientos después de caminar durante días sin saber a dónde iban mientras 14 de sus compañeros esperaban noticias en un valle de 3.600 metros en la parte chilena de la cordillera, una parte inhóspita. Parrado y Canessa habían sido los elegidos por el grupo para salir a buscar ayuda. Hacía 72 días que el avión Fairchild F-227 que llevaba a los jugadores de rugby del Old Christians Club y sus familiares a jugar a Chile se había estrellado con uno de los picos de la cordillera.

Fue Parrado el que vio a Catalán en la otra orilla del río y gritó pidiendo ayuda. El arriero, que no lograba escucharlo por el ruido de la corriente del río y porque no tenía demasiada fuerza para gritar, le lanzó, de un lado a otro un papel y una lapicera adentro de una botella.

Parrado escribió: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”.

Catalán les dijo que estuvieran tranquilos, que en la noche no podrían hacer nada en el medio de la montaña pero que volverían al día siguiente para ayudarlos. “Y así fue. A las seis de la mañana ya estábamos ahí, nos hicimos señas y papá Sergio se fue a caballo hasta el retén que los carabineros tenían en Puente Negro, a unos 80 kilómetros de donde estábamos, para que vinieran a ayudarlos”, contó Juan, hijo mayor de Catalán en una entrevista con la agencia argentina Télam.

Catalán anduvo tres horas a caballo. Cuando comunicó la noticia desde Santiago de Chile le dijeron que era imposible, que probablemente el arriero estuviera borracho. No era una historia tan sencilla de creer.

“Pero él tenía la carta que le había escrito Nando (Parrado)”, contó Canessa a El País tras el fallecimiento de Catalán. “Pregunto yo, ¿cuántas veces vamos por la calle y cae alguien medio muerto y tratamos de que no nos contamine o no se nos acerque? Tenemos que ser más solidarios, en el mundo tienen que haber muchos más Sergio Catalán y la vida sería mucho mejor”.

El arriero chileno siempre vivió igual, antes y después de haber salvado la vida a 16 personas: trabajando en la cría de ovejas en San Fernando, un pueblo situado a los pies de la cordillera, a 150 kilómetros de Santiago de Chile, con sus dos hijos.

“A mi padre y a mí nos quisieron poner muchas veces como héroes de la patria y hacernos reconocimientos públicos, tanto en Chile como en Uruguay, pero nunca los aceptamos. Nuestro mayor premio es que todos los sobrevivientes nos visitan cada año y nos invitan a Uruguay. Y cuando nos vemos, a él le dicen papá y a mí, hermano, sobre todo cuando están un poco ‘adobados’ por algún vinito que les damos, porque dicen que aquel 22 de diciembre ellos nacieron de nuevo”, contó Juan en la entrevista.

Queriendo o sin quererlo, el 21 de octubre de 1972 Catalán y sus hijos se transformaron en los héroes de los Andes, en los hombres que le salvaron la vida a 16 personas que resistieron en el medio de las montañas en condiciones inhumanas aún sin saber nada de montañas ni de nieve. Resistieron porque sabían que mientras respiraran iban a seguir peleando. Y porque sabían que quizás en algún lugar de las montañas hubiera un Sergio Catalán que los ayudara.

El 21 de octubre de 1972 Sergio Catalán se transformó en parte de la historia. De esa que conocemos, repetimos y evocamos como una hazaña que parecía imposible de ser contada. Fue él, de hecho, quien logró que esta historia existiera.
Un lazo que se mantuvo con el paso de los años
La relación entre los sobrevivientes de la tragedia de los Andes con Sergio Catalán y su familia se mantuvo con el paso del tiempo. Los uruguayos incluso lo ayudaron en momentos difíciles: en el año 2007, por ejemplo, cuando Catalán tenía que ser operado de la cadera, Roberto Canessa junto con los compañeros que sobrevivieron ofrecieron su ayuda para que se llevara a cabo la intervención. Lo mismo ocurrió en 2012 cuando el chileno debió ser intervenido nuevamente.
Fuente: El País de Montevideo

Enviá tu comentario