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Son las 9 de la mañana. La gran capital despierta convulsionada al inicio de una nueva semana. La directora de la escuela primaria federal "Padre Mier" ingresa al aula de cuarto grado para hablar con la maestra. Los niños aprovechan la distracción para intercambiar palabras. Luego, la seño los invita a salir al patio. Su tono es sereno, aunque en el fondo, subyace algo de preocupación. Algunos pequeños arrojan miradas curiosas; mientras otros sonríen, como creyendo adivinar de qué se trata. Casi imperceptible, todo se mueve…

Aunque ficcionalizado, el hecho no deja de ser real. Ocurrió este lunes, en la escuela a la que asiste Leo, en Ciudad de México, Distrito Federal. Su papá Raúl, de cuna entrerriana, vive allí hace no mucho tiempo, aunque su llegada al país azteca se registró en la década del 80.

“Ese día, teníamos programado un simulacro con los niños de la escuela. Y cuán grande fue la sorpresa, que resultó ser real”, comentó el concordiense.

La ciudad vivió nada menos que una tercera réplica del terremoto de 7.2 de magnitud en la escala de Richter, que se registró el viernes pasado, por la tarde. Horas antes, una segunda alarma los había obligado a abandonar sus casas, en pijama.

“Aquí es muy común registrar movimientos sísmicos. Claro que muchos son muy suaves o imperceptibles. Pero, en esta zona, la tierra está en permanente actividad”, explicó Raúl.

Por ese motivo, los simulacros ya forman parte de la cultura local. “Son importantes para desarrollar una disciplina y atenuar la psicosis. La preparación que se nos imparte es precisamente para no pensar. Sólo hay que concentrarse en aplicar de manera automática el protocolo de evacuación, porque cuando empezamos a pensar vienen asociaciones mentales de terror y entra el pánico. Entonces se cometen errores", detalló y puso de ejemplo a quienes tratan de llamar por teléfono a familiares, perdiendo segundos vitales sin poder lograrlo, ya que en esos momentos, se bloquean los sistemas de comunicación.

Tal es la relevancia que ha adquirido esta preparación, que la han implementado periódicamente en las escuelas, para que las personas incorporen el protocolo desde su formación inicial. En la institución a la que concurre Leo “llevamos dos meses haciendo un simulacro por semana. Ahora no se les dice qué día, de modo que ellos saben que puede ser en cualquier momento. El lunes fue una coincidencia, antes de la hora prevista vino el movimiento en serio”, reveló y compartió una foto tomada durante el episodio, en la que se ve a su hijo junto a sus compañeros.

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Pero a pesar de lo que podría esperarse de un momento tal, la imagen no transmite ni un mínimo de tensión. Leo es el que está en el centro. ¿Verdad que no se ve tan asustado?

La explicación es muy simple, aunque cuesta digerirla: “como los maestros que dirigieron la evacuación se mostraron muy serenos, los niños en general también. Por eso es tan importante que nos comportemos con calma frente a ellos”, remarcó Raúl y agregó: “en ese momento, todavía no se daban cuenta de que estaba sucediendo de verdad”.
Fuente: El Entre Ríos

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