Un signo de la época. . . Es que flota en el aire la pregunta acerca de ¿para qué sirve una municipalidad? Lo que es parecido, sino igual a otra que interroga si los funcionarios que las dirigen, están para ocuparse de brindar a los vecinos servicios y obras o para ocupar su tiempo en imaginar organismos con nombres rimbombantes, funciones imprecisas y beneficios ausentes, si se piensa en los resultados, por lo general, misérrimos cuando no inexistentes de su supuesta gestión.
Da así la impresión que lo único que se busca es "amontonar gente" rentada, de más está decirlo, para que hagan "como si trabajan". ¡Qué desperdicio de plata, Dios mío! Tal es el lamento, que no se puede impedir se escape, cuando uno se pone a pensar en tantas cosas útiles para todos mediante las que podrían canalizarse tantas capacidades dormidas de los "becados", ya que me resisto a estigmatizarlos, como ahora se escucha decir, asociándolos con los ñoquis del 29.
¿Cuántas colas de viejos que se podrían lavar? ¿Cuántas casas de ancianos solitarios para reparar? ¿Cuántas. . .? Aquí dejo librada a la imaginación de mis lectores, de tener alguno, para pensar en tantas otras cosas que se pueden hacer y no.
Se hacen para ver a los falsos ocupados, encomendarles por una paga, tareas que a la vez de ser útiles, los haga a ellos sentirse bien. . .