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El kirschnerismo está convencido que vino a fundar la verdadera república.

Impuso que la historia empieza donde ellos la establecen y debe relatarse como mejor se acomode a sus propios intereses. Lo cierto es que no hay una transformación categórica que signifique un salto cualitativo para el conjunto social, en el que los ciudadanos vivan con seguridad no solo física, sino en un país con proyección, con trabajo genuino y estable, con acceso a la cultura y a la educación y sin crispaciones permanentes. En definitiva, una vida normal para gente normal.

Es raro. Nos decían que estábamos bien y de pronto comenzó a temblar el edificio. Se dieron cuenta que el país lo suficientemente sólido, los cimientos no tenían todos los componentes necesarios. Como ocurre con algunas obras públicas. De pronto Kicillof se encuentra aplicando una ortodoxia económica a contramano de todo lo predicado por el gobierno y escrito por él hasta ahora.

Diez años de gloria. Debemos ser justos. Ingresó muchísimo dinero al país. Falta saber qué se hizo con ese dinero. ¿Qué hemos hecho, además de las distribuciones en planes sociales y algunas obras públicas? Todo bien, para las constructoras. Y si son amigas mejor. Pero después de terminadas las obras ¿que producimos? ¿Qué riqueza generamos? ¿Con qué estructura industrial y productiva contamos? ¿Qué ocurrió con la Pequeña y mediana Empresa y las economías regionales? ¿Qué pasó con el pequeño productor?. Reglamos la energía demagógicamente y destruimos un sistema estratégico para el desarrollo. Eso sí, las viandas en Aerolíneas Argentinas (que cuesta millones en subsidios) son mejores.

Así como el menemismo dejó como saldo el desprestigio de la actividad privada, el kirschnerismo viene destruyendo la necesaria credibilidad que debemos tener en políticas con presencia del Estado.

Pero un estado presente, no donde los amigos pueden hacer negocios, sino presente en la educación, en la seguridad, en la salud. Es decir, lo básico de una buena gestión política. No hay mucho secreto.

La concentración económica ha crecido en el país. En consecuencia la brecha aumentó escandalosamente. ¿Cómo se explica ese fenómeno en un modelo nacional y popular?

El presidente Néstor pagó en cantante y sonante al FMI para liberarnos, decía él, de las cadenas que impedían nuestro verdadero crecimiento y desarrollo. Hoy la deuda es más abultada. Debemos más que antes e hipotecamos generaciones enteras. Sin mencionar el permanente manotazo a las cajas del ANSES y otras, que ha generado un descomunal incremento de la deuda interna sin capacidad demostrada de repago. La jubilación pasó a ser un estado de alto riesgo.

Las netbooks distribuidas gratuitamente no aseguraron mejor educación. Como tampoco lo asegurará un mejor salario a los docentes (aunque necesario) ¿Cuál es la política educativa? ¿Sólo que más chicos asistan a la escuela?. Los planes sociales, aunque necesarios también como política de transición, no sacaron a los beneficiarios de la pobreza estructural.

La inseguridad no es un invento. Podemos decirle a los medios que no lo cuenten como pretende el gobierno. Pero la gente seguirá siendo asaltada en sus casas o en la calle, asesinada o golpeada por resistirse o por no resistirse; un celular o una mochila de un escolar valen solo la vida que se interpone en el camino. Un anciano es una presa fácil porque ofrece menos resistencia y el ensañamiento en el castigo pasó a ser una yapa del terror.

Ninguna sociedad desarrollada y civilizada tiene ciudadanos que andan linchando delincuentes por la calle, porque en esas sociedades, de la seguridad de los ciudadanos se encarga el estado. Cuando, como en nuestro caso, el estado no cumple o cumple mal con sus obligaciones, toman su lugar los ciudadanos y lo hacen mal, entonces las consecuencias tienen las características de la barbarie porque se actúa sin el límite ordenador de las instituciones. Aunque el diputado Cabandie dijo el 29 de julio de 2010 que prefiere la barbarie a la civilización. Es tan claro que nos exime de comentario.

El delito es el fracaso de la protección preventiva del estado. Que no solo debe interpretarse como acción represiva. La educación, el trabajo y la cultura también son prácticas preventivas.

El gobierno no parece dispuesto a realizar una autocrítica. Porqué lo haría si está convencido que la culpa la tienen los medios, la década del 90, la dictadura, cualquiera que quede fuera del ámbito de la responsabilidad propia. Ni siquiera conocemos la cara de la ministro de seguridad.

Una sociedad no llega a estas situaciones de un momento a otro. Hay un largo proceso que comienza con la palabra como arma para el agravio, con la corrupción, con la mentira, con la dialéctica: “con nosotros o contra nosotros”, “amigo / enemigo”. Y “al enemigo ni agua”, dijo Bonafini. “Manga de turros” dijo la misma Hebe a los Jueces de la corte suprema. ¿Dónde comienza la violencia?

La violencia está en la sociedad argentina, porque palabras violentas la impregnan desde hace demasiado tiempo. Un discurso oficial insiste en que el otro es un enemigo, y los enemigos no merecen piedad. La sociedad sólo necesitaba el hartazgo para convertirse en tan violenta como muchos de sus referentes políticos o sociales (JMS)

Así como el gobierno por naturaleza es el principal responsable, sectores sociales cansados y hartos de no ser escuchados también se transformaron en la manifestación bárbara de un grito desesperado que pide protección. En ese pedido ha pasado el límite de la defensa propia a la venganza con ensañamiento. En uno de los linchamientos de los últimos días se escuchó decir: “es injusto que le peguemos entre todos –al supuesto delincuente- peguémosle de a uno”

“Tenemos que entender que necesitamos miradas y voces que traigan tranquilidad, no voces que traigan deseos de venganza, de enfrentamientos, de odio”, dijo Cristina Fernández

Justamente, señora presidente, este es el punto: que el gobierno nacional nunca lo entendió y practicó todo lo contrario.
Fuente: elentrerios.com

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