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Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
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Desde las últimas décadas del siglo XX hasta la fecha, Colón espera ansiosamente las primeras semanas de febrero para disfrutar de la Fiesta Nacional de la Artesanía. Y quienes, como El Entre Ríos, la hemos acompañado año a año siguiendo su crecimiento y sus progresos -como también sus tropiezos y vaivenes- podemos apuntar algunos rasgos de su evolución.

La ciudad empezaba a imaginar su perfil turístico y, paralelamente, tenía un grupo destacado de artesanos. Trabajos aprendidos en la mayoría de las veces en casa, de la mano de padres y abuelos gringos y criollos habilidosos; trabajos manuales, empleando su habilidad una y otra vez en cada tejido, en cada trozo de madera transformado en silla o en cada hierro forjado a martillo.

De esa fusión y de la iniciativa de un grupo de colonenses entusiastas nace la idea de organizar una feria para exhibir esas artesanías. En la Escuela Juan José Paso primero y en la calle 12 de Abril después. Magnífica calle entonces con sus tipas formando un túnel verde y el impecable ripio que le daba un colorido único.

A los pocos años, la fiesta empezó a transformarse creciendo rápidamente -“pegó el estirón” muy rápido, como algunos adolescentes- y desbordó su ámbito inicial.

Cada año se incorporaban nuevos artesanos y nuevos rubros, mientras se expandía su conocimiento primero en la zona, más tarde en la provincia y luego también más allá de la frontera.

Y como no hay fiesta sin música, se incorporó la actuación de conjuntos musicales y cantantes, para lo cual fue necesario montar un escenario.
Así recaló en el Parque Quirós y allí se quedó hasta ahora, como si todavía no hubiera encontrado su lugar definitivo.

Las artesanías cada vez en mayor cantidad, más variadas y llegadas desde lugares más lejanos, eran transportadas por sus autores cada febrero a la cita. La parte musical también crecía y en algún momento los colonenses planeaban sus vacaciones para coincidir con la fiesta y no perder ningún espectáculo de la semana.

Estuvimos presentes en todas las ediciones y fuimos testigos de toda la evolución de lo que ha llegado a ser, con altas y bajas, un acontecimiento reconocido y enraizado, en un país y un pueblo que disfrutan de las fiestas populares.

La protección legal a los artesanos que desde los primeros años fue bandera de la fiesta, hoy aparece y desaparece como inquietud social espasmódicamente.

Como reflexión final cabe señalar que pareciera que, acertadamente, se ha logrado en cierta forma separar la feria artesanal del espectáculo musical, que en algún momento pareció haberla eclipsado. Esperamos que la edición especial elaborada por El Entre Ríos sobre el evento pueda llegar con su información a muchos de los visitantes de la feria. A pesar de la sorpresa que nos ha causado la negativa de las autoridades de la fiesta a que la misma fuera repartida gratuitamente dentro del predio como en anteriores ediciones.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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