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La segunda mitad del siglo XIX era gobernada por la generación del '80 quienes, asidos a ese credo laico del "progreso" y que el avance del país no tenía techo, dieron a la Argentina enormes palacios y una mutación interesante en la toponimia, dejándose de lado muchos nombres de lenguas originarias, dándose lugar a nuevos nombres que saciaban la sed ególatra de los hombres de esos tiempos.

A fines de 1880 se dio el bautismo de cuanto pedazo de tierra había, con el nombre de las mujeres de la familia o el santo patrono del propietario (a la usanza hispánica y estanciera). También se vio que decenas de funcionarios y políticos en ejercicio vieron sus nombres plasmados en estaciones de tren, las cuales nacieron por sus firmas en permisos de empresas varias.

En 1882 tiene también la provincia de Buenos Aires la necesidad material de crear una nueva sede para sus autoridades provinciales por la federalización de la ciudad del mismo nombre.

Dardo Rocha, el gobernador que fundó La Plata, tenía entre sus hombres de mayor estima a don Francisco Uriburu, un aristócrata salteño tan aficionado a la política como a los negocios.

Decenas de emprendimientos industriales lo tuvieron de partícipe como viñedos en San Juan, caleras en Córdoba, dirigió bancos y, en ocasión de esto, fue que adquiere tierras embargadas muy cerca de La Plata, donde hoy está Villa Elisa.

Uriburu fue diputado nacional en 1872, hombre fuerte del Partido Autonomista Nacional y es como ministro de Hacienda de Dardo Rocha, que traban una profunda amistad y es motorizada por ésta que Uriburu, para contribuir a la expansión de la recién fundada La Plata, levanta Villa Elisa, que desde sus comienzos fue una ciudad satélite de la capital provincial y hoy prácticamente es un barrio más de la ciudad platense.

Villa Elisa nace con el loteo de Uriburu, quien elige ese nombre para homenaje de su hija primogénita, Tomasa Elisa Uriburu de Castells (1865-1910), casada con Luis Castells, catalán y hombre de las finanzas en la Bolsa de Valores de Buenos Aires, siendo además un filántropo colaborador de las instituciones catalanas en Argentina, lo cual le hizo acreedor de distinciones de la monarquía española como el título de marqués y para su esposa el de Dama de Honor de la Reina.

Luis Castells levanta en la localidad un gran palacete que es también denominado Villa Elisa, reforzando la toponimia lugareña, logrando que muchos aristócratas de Buenos Aires levanten sus palacios y chalets vecinos al suyo. También construye una gran escuela en Villa Elisa.

Los salones de Francisco Uriburu eran la tertulia obligada de los multimillonarios y de los estadistas de la época, en los cuales se hacía gala de la prodigalidad y lo suntuario.

Los Castells y Uriburu fueron lentamente reduciendo su prevalencia en la ciudad. Al fallecimiento de Francisco Uriburu en 1906, le sigue el suicidio de Luis Castells con apenas 38 años en 1897, motivada esta autodeterminación por la quiebra de su banco y la muerte de su hija "Elisita" (1890-1896).

Elisa Uriburu conoció su hora final el 2 de julio de 1910, con apenas 44 años de edad, quedando como supérstite su anciana madre, Benjamina Dolores Uriburu, y su hijo, Luis Castells Uriburu, quién fue diplomático argentino ante Viena, además de ser un destacado criador de caballos.

Hoy, Villa Elisa es una localidad de 20 mil villaelisenses, que quedó enmarcada en el conglomerado urbano llamado Gran La Plata, caracterizándose la localidad como un sector residencial de grandes chalet, mudos testigos de un pasado de esplendor.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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