El Merengue paró dos líneas de cuatro y apostó a la presión en mitad de cancha y al contraataque. Así fue como llegó el primer gol: Di María se escurrió entre los defensores, le ganó la posición a Jordi Alba y definió cruzado ante la débil resistencia del arquero Pinto. Ni siquiera el gol recibido sacó al Barcelona de su apatía. Con Messi apagado y los mediocampistas controlados, el equipo catalán prácticamente no amenazó la seguridad de Iker Casillas.
Fueron varias las ocasiones que generó el Real Madrid para ampliar la ventaja (hasta tuvo un gol anulado a Bale por fuera de juego), pero no lo hizo y el Barcelona encontró una segunda vida gracias a un cabezazo de Bartra a los 23 del segundo tiempo. Con el 1-1 fue otro partido, de igual a igual.
El gol de Bale, tras una corrida de más de cincuenta metros y la otra vez- floja reacción de Pinto, derrumbó las esperanzas del Barça, que tuvo una más antes del final, en el pie de Neymar, pero se estrelló en el palo. Por lo poco que mostró en Valencia, forzar un alargue hubiera sido demasiado premio para el Barcelona.