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Tiene 25 años, vivía en Caracas y desde hace dos años venía planeando su partida. La crisis social, política y económica de Venezuela no le dejó opción. Hijo de una familia de trabajadores, tuvo la posibilidad de estudiar e incluso de llegar a la universidad. Es técnico superior en Turismo y a pesar de haber trabajado de su profesión en su país natal, la convulsionada situación lo llevó a tomar el camino que aparece como la única opción: emigrar.

Millerson Gelvis Rojas decidió dejar su familia, sus cosas, su ciudad y partir en búsqueda de esperanza, sin siquiera tener una idea aproximada de si podrá regresar a su tierra algún día.

“Amo a mi país….”, repitió a lo largo de la entrevista quien desde hace dos meses vive en Chajarí, donde fue recibido por una familia, a la que llegó gracias al contacto con uno de sus integrantes a través de las redes sociales. “Estoy muy agradecido con la familia Paoli”, enfatizó el joven.

“Mi infancia fue bastante buena y muy diferente a la Venezuela de hoy”, contó. Su madre, cocinera, con un negocio propio y su padre transportista, “tenía dos micros”. La situación nos les permitió sostener sus respectivas actividades y hoy sobreviven como pueden.

Dos de sus hermanos, uno gemelo y otro mayor, llegaron días atrás a Argentina y se radicaron en Buenos Aires. “Les facilité los trámites y los contactos para los vuelos en Brasil, porque es bastante complicado”, comentó Miller sobre los inconvenientes de hacerse de la documentación necesaria para salir legalmente del país, más allá de lo difícil que es obtener pasajes y los altos costos de los mismos.

La emigración aparece como la única opción, fundamentalmente para los más jóvenes.
Abandonar el país
“Es muy fuerte tener que dejarlo todo, uno trata de hacerse ‘el guapo’, pero en el camino venía muriendo por dentro, dejás a tu familia y no sabés si los vas a volver a ver (…) Amo a mi país, pero por ahora no tengo en mente regresar”, insistió.

Admitió que los adultos son más reticentes a dejar la tierra, a pesar de la crisis; pero alientan a los más jóvenes, a sus hijos, a hacerlo para poder vivir mejor. “Mi mamá, al principio, se resistió. Al tiempo nos apoyó bastante, porque realmente en Venezuela no hay oportunidad. Yo tenía un buen trabajo, pero con mi trabajo no me alcanzaba para comer”, relató.

A la falta de medicamentos y de alimentos, se suma un aspecto que preocupa a la sociedad venezolana y es la inseguridad. Miller tiene amigos y familiares que perdieron la vida producto de la inseguridad. Fue una de sus mayores inquietudes al momento de elegir hacia dónde emigrar, buscando en Chajarí esa tranquilidad que no tenía, además de la posibilidad laboral.

Hoy Miller está empezando de cero, abierto a cualquier alternativa de trabajo, pero convencido sobre lo que ya consiguió en esta nueva etapa, alimentando su esperanza de un mundo mejor.
Fuente: Chajarí al Día

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