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Padre Lamy es un espacio muy bello y tranquilo ubicado en el municipio de Oro Verde, vecino a la ciudad de Paraná, la capital de Entre Ríos. Se trata de un predio que pertenece a la Congregación francesa Servidores de Jesús y de María, fundada justamente por el Padre Lamy en los años treinta.

Sonrisa radiante a cuestas, el Padre Samuel, uno de los curas de esa agrupación, guió a Bichos de Campo por algunos recovecos del lugar, en especial los refugios que se construyeron en un tupido monte los chicos que integran un grupo boy scout. Una línea de piedras y troncos permite cruzar un arroyito, y todos los sábados ellos juegan a ver quién se cae. El cura y los chicos.

Cuenta el periodista agropecuario Matias Longoni que la Casa Padre Lamy, abierta en 1994, está enclavada dentro de un campo pequeño, de algo más de 30 hectáreas, pero ubicado en una de las zonas más fértiles de la provincia. Durante todos estos años, los curas arrendaban esas tierras a un productor vecinos y obtenían una renta de eso. Pero a partir de 2016, los ocupantes de las coquetas casas que comenzaron a instalarse en los loteos que rodearon este lugar empezaron a cuestionar a viva voz lo que hasta ese momento era normal: para controlar plagas e insectos el arrendatario aplicaba agroquímicos.

El Padre Samuel nos contó que su primera decisión, cuando las críticas de algunos vecinos arreciaron, fue no colisionar con ellos sino tratar de llegar a un acuerdo. Imposible. En 2016 decidió reducir la superficie agrícola a la mitad. Luego tuvo que decirle al arrendatario que no podían seguir sembrando.
Padre Samuel
“Los vecinos nos llamaron la atención sobre el peligro de los agroquímicos. Un día los vecinos reaccionaron fuerte y yo dije que había que parar la actividad, sacrificar un par de cosechas para ver si realmente era así”, nos contó Samuel, que trabaja en villas de Paraná desde hace más de 20 años. Al lado de esa ciudad, de casi 300 000 habitantes, la municipalidad de Oro Verde parece minúscula, pues tiene solamente 2.500 vecinos. Pero alberga la sede del INTA Paraná, la Facultad de Agronomía de la UNER y una escuela agrotécnica.

Hacia esa comunidad agronómica se dirigió el sacerdote. “Comencé a preguntar qué se podía hacer y así sucedieron encuentros muy providenciales con Jorge y otros profesionales. Yo quería hacer una investigación y ellos están para eso. Es su trabajo investigar para el bien común”, comentó.

Jorge Gvozdenovich trabaja en el INTA (es especialista en suelos) y a la vez es docente en la facultad. Fue quien más se preocupó por la situación planteada en Padre Lamy, que con el correr de los meses se agravó porque la justicia provincial -a pedido de organizaciones ambientalistas y del gremio docente- además prohibió las aplicaciones terrestres con agroquímicos en un exagerado radio de 1.000 metros alrededor de las escuelas rurales. La tierras de la congregación también cayeron en la volteada pues son vecinas a la secundaria agrotécnica Alberdi, donde también debieron detener todo tipo de ensayos. Parecía el acabose.
Jorge Gvozdenovich - INTA Paraná y docente de la UNER
“Los curas vinieron y dijeron: ‘¿Es verdad que se puede hacer algo distinto a la agricultura convencional?’ Y bueno, entre el INTA, la Facultad y el Municipio de Oro Verde armamos un equipo interdisciplinario de 44 personas (entre ellos 24 alumnos de la facultad) que estamos viendo qué se puede hacer en este predio que quedó inmerso entre la urbanización”, nos contó Jorge.

El modelo anterior ya no iba más: el arrendatario hacía una muy buena rotación de cultivos, fertilizaba como debía ser, y era muy cuidadoso. Pero la condena social a los agroquímicos determinó que esa agricultura allí no corriera más. Jorge recordó que les costó decidirse hacia donde arrancar, porque “no había muchos datos científicos y técnicos que nos dijeran por dónde empezar a salir a una transición hacia otra actividad”.

Finalmente la decisión fue apostar al ovino. Los curas de Casa lamy ya tenían un rebaño de unas veinte ovejas, que se comenzó a agrandar y a mejorar. “Hubo una inversión inicial muy fuerte que no se recupera en el primer periodo, en los dos primeros años. Hubo que invertir en boyeros, en aguadas, en genética”, relató Jorge. Tras el primer año, el balance dejó una ganancia de solo 54 mil pesos, lo que equivale a unos 4.000 pesos mensuales.

“¿Qué persona podría vivir con 4 mil pesos por mes? Si no hubiera sido por el apoyo de estas 44 personas, este productor estaría fundido desde hace rato”, aseguró el agrónomo.

Pero la reconversión avanza. Todos los primeros sábados de cada mes, los curas reciben a grupos de alumnos, docentes y hasta algunos vecinos que se juntan a trabajar para recuperar algunos espacios productivos que se habían perdido en los años de abandono. A la vera del arroyo se armó un monte muy cerrado al que prácticamente no se podía ingresar, y que ahora gracias a ese trabajo comunitario podrá ser utilizado para el pastoreo de las ovejas.
Jorge Gvozdenovich - INTA Paraná y docente de la UNER 3
Lucas Sacks, estudiante de agronomía en Oro Verde, fue uno de los que se encargaron, machete en mano, de la pesada tarea del desmonte. Pero además utiliza esta experiencia como práctica profesional para hacer su tesis junto a los profesionales del INTA. Él nos contó que en un lote de mucha aptitud agrícola, como para preservar algunos ingresos para la congregación, se decidió implantar trigo a la vieja usanza, moviendo el suelo para eliminar la competencia de las malezas.
Lucas Sacks - Estudiante de Agronomía
Para Lucas, que estudia justamente como enfrentar la erosión de los suelos, fue un trago muy difícil de pasar, pero inevitable. “La situación política nos empujó a esta situación. Y lo mismo pasa cuando no estamos aplicando fertilizantes”, nos explicó. Varios chicos de Agronomía, de todos modos, aprovechan para analizar distintos temas vinculados con esta nueva problemática. Por ejemplo, analizan la combinación de trigo con trébol rojo. Nos resumió Lucas: “La idea no es generar recetas sino aprender de los espacios”.

Con el apoyo de la comunidad agronómica que se formó en torno a esta reconversión forzada, Padre Lamy ya pudo incrementar la población de ovejas cinco veces, hasta las 100 madres. El objetivo es llegar a las 200, que es la carga máxima que se podría atender con la disponibilidad de recursos forrajeros que se generan dentro del propio establecimiento. Dejaron frente a las casas de los vecinos más conflictivos un campo natural que se está regenerando y que se maneja con un sistema rotativo, moviendo los ovinos entre piquetes.

“Este campo no va a dar el ingreso que le daba la agricultura, pero esperamos por lo menos que el productor pueda subsistir con el manejo ovino, al que hay que agregarle otras cuestiones como la ganadería regenerativa o el bienestar animal. Esto nos va impulsando a nuevos desafíos, para que el productor tenga sustentabilidad”, indicó Jorge, coordinador de toda la movida. Por estos días, el agrónomo estaba preocupado en cómo se podría comercializar la carne ovina en Paraná, para sacarle un mejor provecho económico al producto.

Pero la idea final, más allá de asegurarle al Padre Samuel y sus compañeros un cierto ingreso por mes con la nueva actividad, es aprovechar la experiencia para obtener conocimientos que sean de provecho para muchos otros pequeños productores que, de pronto, frente al avance de la urbanización, se ven rodeados de casas. Y de nuevas exigencias. Y de prohibiciones.

Entre esos conocimiento, a modo de ejemplo, uno de los alumnos está estudiando el “pasto elefante”, que es una variedad de muy rápido crecimiento pero de la que existe escasa bibliografía en toda América. En ese ensayo se está utilizando el “pasto elefante” como cortina rompe-vientos, pero el grupo de profesionales se imagina que podría servir para separar, al menos visualmente, a los productores agropecuarios de sus vecinos más molestos.
Fuente: Bichos de Campo - Matías Longoni

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