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“Juan Cabandié sigue diciendo estupideces demasiado graves como para ser ministro: Responsabilizó de los incendios a “la avaricia del sector productivo”, comenzó escribiendo Matías Longoni en su publicación para “Bichos de Campo”, el sitio especializado en temas vinculados a la actividad agropecuaria argentina.

El periodista admite que es “Imposible no pelearse con Juan Cabandié, el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, niño mimado del kirchnerismo”, tal como lo definió para explicar, desde el vamos, la razón por la que está en el Gabinete nacional.

“Dijo cosas muy graves sobre los productores del delta entrerriano, a los que acusó de “avaricia” y de ser 90% responsables de los incendios que llenan de humo los cielos de Rosario”, lamentó luego en una extensa columna que, a continuación, se comparte: Imposible no pelearse porque Cabandié denuncia culpables (a los que la propia justicia no pudo hallar en al menos dos años) y lo hace en base a preconceptos y a un relato para infradotados, que no se compadece con los datos que debería manejar un ministro argentino y que solo puede ser creíble para cierto público que “compra” el discurso anti-agro de quienes pocas veces cruzaron la General Paz para ir a ver de qué se trata la cosa.

Luce demasiado berreta Cabandié como para ser ministro. Da tristeza.

Hoy, el chico progre cruzó la General Paz y se fue a sobrevolar la zona de los incendios en el delta del Paraná, que su cartera -junto a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos- debió haber prevenido y pudo hacer evitado si se hicieran bien las cosas. Luego de hacer esa “aproximación” a la problemática, emitió un comunicado de prensa contándonos de su hazaña y dando claro testimonio sobre cuál es el origen de un problema complejo.

Según Cabandié, son dos las razones de los incendios, pero una tiene mucho más peso que la otra. La otra, justamente, es de la que el debería ocuparse. Entonces, lisa y llanamente, el tipo se saca la culpa de encima y a otra cosa mariposa: los malos son los productores.

Dijo el infantil ministro de Ambiente que “hay varias cuestiones” que hacen a la problemática, “que principalmente está atravesada por factores climáticos, pero también por factores productivos”.

Sobre los factores climáticos, que son los de su incumbencia, Cabandié remarcó “el incremento de la temperatura global, que aumentó en comparación con 10,15, 20, o 30 años atrás”, y enfatizó que “no hay que descartar otro factores que inciden como la sequía y la bajante de la cuenca hídrica del Paraná que tiene tres años consecutivos”.

Vaya boludez, la sequía y la bajante del Paraná. Cualquiera que conozca la zona los pone al tope junto con las heladas. La seca genera poco pasto, la helada lo mata y lo convierte en pajonal, la bajante del Paraná provoca que los riachos que antes servían de barreras naturales para el avance del fuego no existan más. Uno más uno más uno da tres. Pero para Cabandié no es este el problema.

Improvisado el ministro de Ambiente ni siquiera sabe en qué momento comenzó la tan temida “sojización” de la agricultura argentina, a la que los progres como él le echan todas las culpas y ningún beneficio, ni siquiera que el poroto en buena medida permite que ellos cobren su salario para decir ganzadas.

“Tenemos que irnos al año 94, cuando Argentina toma el modelo sojero y empieza a capitalizar cada vez más el monocultivo y en las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe, cuando la soja expulsó al ganado del continente a las islas del Delta del Paraná”, dijo Cabandié.

No sabe el ministro que en todo caso la sojización comenzó varios años más tarde del 1994 que menciona. La temible soja transgénica RR recién se aprobó en 1996, y recién comenzó a sembrarse con fuerza y ocupar la mayor porción del área agrícola entrado el milenio. Sí, querido Juan. fue con el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner que la soja creció exponencialmente.

Siguió el ministro endeble: “Estamos hablando de 2 millones de hectáreas, principalmente de Entre Ríos”. La soja llegó a ocupar 20 millones de hectáreas y hoy se ha reducido a unas 16 millones. Nunca fueron solo 2 millones de hectáreas, como mencionó Cabandié. Si en todo caso él se refería al área que ocupó y que antes pertenecía a la ganadería, algunos estudios del INTA la calcularon en 12 millones de hectáreas en todo el país.

Si en cambio Cabandié habla de las 2 millones de hectáreas que ocupa la zona del delta afectada por los incendios, entonces hay que avisarle que allí hubo vacas desde hace bastante tiempo atrás. Pero que la mayor parte de las islas se dedicaban especialmente a la forestación y no a la ganadería. Por cierto, el ministro puede recurrir a cualquier estadística para descubrir que tanto la ganadería como la forestación están retrocediendo, porque no es nada sencillo producir allí, en un entorno económico como el que brinda la Argentina a sus productores. Curioso, el ministro los acusa, justo cuando ellos se están replegando.

Si bien es cierto que bastante hacienda encontró refugió en las islas del delta, lejos están hoy las islas de tener su máximo potencial de carga. Por el contrario, los productores locales -a los que Cabandié no escucha- argumentan que habría menos riesgo de incendios si hubiera mayor cantidad de bovinos en el sistema, pues ellos se comerían el pasto que primero se convierte en pajonal y después en materia inflamable.

Pero a Juan no le interesa entender la problemática sino que -como muchos otros políticos berretas acunados al calor del kirchnerismo- lo que busca son culpables para no tener que dar explicaciones sobre las políticas de prevención que deben aplicarse desde hace décadas pero no se aplican. Y que son su responsabilidad. O de las políticas productivas que permitirían establecer mayor cantidad de población en esa rica zona del país, que se viene despoblando a pasos agigantados.

Ya hemos contado este proceso en Bichos de Campo.

Al ministro de Ambiente no le interesa entender por qué se quema el ambiente. Por eso dice la siguiente gansada, hiriente y falsa: “Lo que sucede es que la avaricia del sector productivo, que en vez de esperar que se renueven naturalmente las pasturas o conformarse con la superficie de pastoreo para el ganado, queman pajonales, pasturas para renovarlas antes de las lluvias de primavera y esto es lo que estamos viviendo hoy”.

“Esta es la razón principal, hay algo vinculado también a proyectos inmobiliarios, quemar para preparar la tierra, un cambio de suelo con futuro de proyectos inmobiliarios, pero el 90% es quema de pajonales para extender la superficie de pastura del ganado”, subrayó el ministro en el comunicado.

Raro que si ese fuera el motivo no haya habido hasta ahora algún productor detenido, siendo que el propio gobierno de Entre Ríos maneja el catastro y conoce a los dueños de la tierra de islas (la mayor parte, hay que decirlo, son tierras fiscales), y cuando hay una legislación expresa a la que deben acogerse los productores que deciden iniciar un fuego controlado.

Nada de eso importa, porque finalmente no importa encontrar a quienes inician los fuegos sino demonizar al sector productivo con una literatura ambientalista cargada de ideología anti-agropecuaria. Por eso en la misma gacetilla, el tarambana del ministro se lamentó que en el país “estamos muy lejos de discutir el modelo productivo que es dañino por varias cuestiones”.

Lo que le interesa a Cabandié, entonces, es debatir las bases del modelo productivo.

“Acá hay culpables, hay 100 o menos delincuentes que están perjudicando a 5 millones de personas. Entonces, si queremos analizar esta problemática desde la perspectiva ambiental, háganlo, pero esto es un tema productivo, tiene consecuencias ambientales pero las razones de por qué tenemos estos fuegos, es un tema productivo”, insistió. Horas antes, grupos de productores de las islas se habían manifestado en Rosario y pedían ser escuchados. Pero nadie los escuchó. Bien podría ahora tomar el endeble Cabandié cada uno de sus rostros en las fotos que se sacaron. “Se busca”, diría la leyenda del letrero en que el Ministerio de Ambiente ofrecería una recompensa. Porque eso es lo último que le falta a nuestro funcionario.

En su peligroso viaje en helicóptero, Cabandié estuvo acompañado por el secretario de Control y Monitoreo Ambiental, Sergio Federovisky, que antes de ser funcionario era periodista y denunció tener rastros de glifosato en su orina, temible diagnóstico que sin embargo no le impidió asumir un alto cargo público.

Antes de esa recorrida, en declaraciones radiales recogidas por la agencia Télam, Cabandié había dicho: “Nadie duda que el sector agropecuario es estratégico, nuestra idea no es estigmatizar o generar un encono, pero no pueden hacer lo que están haciendo. Le pedimos a la fiscalía y al juez una medida ejemplificadora”, enfatizó.

Ahí no discutimos con Cabandié: si la justicia encuentra a un productor culpable de quemar sin permisos las pasturas del propio ecosistema que habitan él y sus animales, que lo meta en cana.

Pero con el mismo énfasis, desde esta humilde columna pedimos que alguna vez se haga justicia con los funcionarios públicos: si Cabandié no ofrece nunca pruebas concretas para demonizar como lo hace a todo un sector productivo, entonces que se haga justicia con él y lo echen de una patada en el culo. Es muy burdo lo que hace, demasiado para ser ministro.
Fuente: Matías Longoni para Bichos de Campo.

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