Con su partida, cuando transitaba la última década hacia su centenario, y luego de soportar una penosa enfermedad, la que también tocó de una manera sufriente a su círculo familiar, se nos va a todos un trozó más de ese Colón antiguo, que ominosamente corre peligro de quedar sepultado en ese “eterno presente” en que estamos inmersos, si de una vez por todas no nos esforzamos en preservarlo.
A la vez, si tuviéramos que decir lo que Aníbal Irigoy nos deja, para merecer ser una parte de nuestra memoria colectiva, es la ejemplaridad de quién de cuna humilde, no por eso se sintió menos que nadie y se esforzó en lograr un valorable desarrollo personal, todo ello sin olvido de su “próximo”.
Algunos memoriosos –si es que quedan- podrán quizás verlo, como a tantos otros a quienes la necesidad acorta su adolescencia y los hace hombres a la fuerza anticipada, trabajando en la Agencia Fluvial de Manuel Guzmán -en los tiempos en que Colón era un puerto- como empleado “todo terreno” ,que ya dejaba intuir esas aptitudes suyas que plasmó en una larga vida de trabajo.
Al respecto debe señalarse su paso por la justicia donde hizo una larga carrera que lo vio jubilarse como juez de paz de esta ciudad. Y con referencia a la cual existe un detalle anecdótico que lo pinta de cuerpo entero, cual es haberse tomado en su empleo en la justicia un año “medio sabático”, y decimos “medio y no entero” dado que obtuvo autorización de sus superiores, para cumplir su horario de trabajo por la tarde, de manera de cursar el quinto año de su bachillerato. Actuación en la justicia que supo de un interregno, cuando acompañó como Secretario Municipal a Victoriano Velazco en su gestión como Intendente.
Su vocación por los asuntos del común, tuvo su expresión más relevante en su actuación en la Liga Departamental de Futbol institución en la que durante varios periodos ocupó su presidencia y a la que ampliamente nos referimos en otro artículo de esta edición, con un quehacer que dejó en ella profundas huellas. Pero cabe también recordar que fue un eficaz colaborador de la Sociedad Rural de Colón, en sus años fundacionales.
Hombre de Iglesia, serán muchos los que recordarán su participación en los oficios religiosos, con su voz llena que se volvía musical al momento del canto.
Si tuviéramos que dar una definición de su perfil diríamos que fue lo que en lengua inglesa se conoce como un “self man”, es decir de un hombre que es capaz de forjarse a sí mismo gracias a su esfuerzo. A la vez, y lo ignoramos si fue por inteligencia o por instinto que, llegó a ser más que un “hombre de poder”, uno de “influencias” en los ámbitos más diversos y que a los largo de los años se lo vio mostrar una creciente fe religiosa.
