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Hay lugares donde el peso de la historia se impone y habla a través de sus paredes. Allí pasado y presente conviven y, por momentos, suelen confundirse. Las ceremonias y los encuentros son las ocasiones ideales para reunir esos tiempos. Conscientes de este potencial y de que la historia solo existe si alguien la cuenta, la Asociación Amigos del Molino Forclaz, integrada por vecinos de San José y Colón, en Entre Ríos, logró -con perseverancia y organización- erigir un Museo Provincial en el predio donde funcionaba el antiguo molino.

Pero no se trata de cualquier museo. Aquellos que tuvieron la suerte de visitarlo lo saben y quienes todavía no, tienen una chance para hacerlo virtualmente a través de las herramientas tecnológicas disponibles, que son múltiples y variadas.

Monumento Histórico Nacional desde 1985 y Patrimonio Arquitectónico e Histórico de la Provincia de Entre Ríos desde 2003, el Museo Molino Forclaz cuenta con un predio de 5 hectáreas en las que está emplazado el molino a viento y la casa de los Forclaz. Como en una alegoría, es un lugar que refleja el esfuerzo de una cultura que tenía al trabajo y la tracción humana como única manera de progreso.

La colonia San José fue la primera colonia agrícola de la provincia de Entre Ríos. En 1857 llegó el primer grupo de inmigrantes, quienes provenían en su mayoría de Suiza. Ellos comenzaron con las primeras cosechas persiguiendo el objetivo de desarrollar la agricultura en un país que todavía era casi virgen en ese sentido, y cuyo promoción era una política de estado.

Fue construido entre 1888 y 1890 por Juan Forclaz y se erige como símbolo del esfuerzo y tesón de los primeros colonos que habitaron San José, en Entre Ríos. Destinado a moler granos de trigo y maíz, fue construido según el estilo holandés: para su funcionamiento necesitaba vientos potentes. Pero como en la zona no hay, nunca llegó a funcionar en plenitud lo que obligó a su dueño a volver a utilizar el antiguo sistema de molienda a malacate.

Este molino, junto a una antigua vivienda, los galpones para depósito de herramientas de labranza, el molino de malacate y el aljibe, conforman un conjunto arquitectónico representativo de lo que eran las chacras de inmigrantes de la Colonia San José. Lo interesante es que para recorrerlo proponen visitas guiadas teatralizadas en las que raíces y la espontaneidad logran una sinergia mágica.

La opción presencial incluye una versión teatralizada e interactiva con Sonia, una guía de voz dulce y trato amable que en el comienzo presenta a Tempo, quien de impecable negro, con bastón y sombrero gaucho, es el guardián del tiempo en este casa-molino-museo y oficia como juglar de los presentes. Juntos dan a conocer la historia de la familia de origen suizo que llegó a las tierras entrerrianas apenas dos años después que los pioneros de 1859 y construyó el gigante de ladrillos.

En tiempos de cuarentena la gran e inesperada noticia es que Molino Forclaz ofrece una web súper completa, con recorrido en 360° por todas sus instalaciones e incluso la opción de ponerse lentes estereoscópicos detrás del monitor y verlo en 3D. Además, galería de fotos, videos institucionales y hasta audios para combinar en simultáneo con la visita 3D o entregarse a la maravilla de lo simple: escuchar un cuento. A destacar: la galería de fotos, también súpernutrida, ofrece la chance de no tener que imaginarse la visita presencial teatralizada y hasta conocer, pantalla mediante, a Tempo.
Del origen a la originalidad
El circuito presencial propone un viaje en el tiempo: deambular junto a los antiguos habitantes de la casa reunidos en la cocina, pasear por los jardines y la pérgola (con una vid que ostenta vida centenaria y sigue dando frutos) y un clímax en esa imponente construcción de ladrillos hechos a mano. También, Tempo se encarga de detallar con precisión el proceso de molienda y la construcción de los molinos, y hasta invita a participar de un juego de la época: buscar huevos en el inmenso jardín trasero, repleto de árboles frutales y coronado por la magia de un aljibe. El final promete música y algún trago para no irse con la garganta seca. Un imperdible para cuando podamos volver a viajar. Mientras tanto, a conformarse con la virtual.
Fuente: Diario La Nación

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