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Almada (Entre Ríos, 1973), que gran parte de su vida autoral se dedicó a los cuentos como "única relación posible" con la literatura, revisó esta compilación integrada por las series "Niños", "Chicas lindas" y "En familia" (del libro Una chica de provincia de 2007), "Intemec" y otros relatos "dispersos", textos recuperados para revisitar los trabajos "menos conocidos" de la autora de las novelas consagradas El viento que arrasa y Ladrilleros y de la impresionante crónica Chicas muertas, recientemente traducida al turco.

"Hice una selección de 'lo disperso'. Muchos otros relatos quedaron afuera porque sentía que no compartían el universo de Una chica de provincia. El título, el de uno de los cuentos, los nuclea temáticamente porque no hay temas originales, hablan de lo que hablo siempre: el amor, la muerte, los lazos familiares y el trabajo", dice Almada en una entrevista con Télam sobre este libro publicado por Literatura Random House.

-¿Cómo surge compilar esta antología?

-Una chica de provincia, mi primer volumen de relatos, está descatalogado hace unos años y en su momento circuló bastante poco. Así que la primera idea fue reeditarlo. Después, charlando con ni editora Ana Laura Perez, pensamos en un volumen un poco más extenso con otros relatos. Estaba "Intemec", que sólo se había publicado en versión electrónica y otros publicados en antologías o revistas. Algunas de esas antologías se publicaron en editoriales pequeñas así que tampoco tuvieron una difusión muy amplia; no sé si son "inhallables", pero sí difíciles de conseguir por separado, en sus ediciones originales. Nos pareció una buena idea hacer una selección de todo eso que diera cuenta de esos textos míos menos conocidos.

-¿Qué significa para vos este volumen?

-Significa que mis lectores más nuevos, los que surgieron a partir de la publicación de mis novelas, ahora pueden también leer esa otra producción mía, más breve. Empecé escribiendo relatos y fue lo que hice durante muchos años y se leyeron poco porque yo era una escritora prácticamente desconocida. Me parece bien que esos relatos escritos durante diez años ahora se pongan en circulación; incluso que se puedan leer las marcas de cómo o qué escribía hace diez años y lo que escribí en los últimos tres o cuatro.

-¿Qué crees que cambió en tu escritura?

-Cambió bastante como trato de que cambie siempre de libro a libro. Creo que, sobre todo los relatos de las primeras dos partes, tienen una escritura un poco más colorida y florida que fui apagando y recortando con el tiempo. Pero creo que es parte del trabajo sostenido durante años. No hay otra manera que no sea trabajando mucho. Y este libro también tiene que ver con eso. Soy esa escritora con esas torpezas, algunas las conservo, cometo nuevas, pero algunas pude superarlas también.

-¿Cómo es tu relación con escribir relatos? ¿Qué es importante que no falte en esa brevedad?

-Durante gran parte de mi vida escribir cuentos fue algo cotidiano, era la única relación que veía posible con la escritura. No pensaba escribir novelas. El viento... fue la imposibilidad de un cuento, la frustración de un cuento que era lo que quería escribir. Ladrilleros sí fue concebida desde el principio como una novela. Pero no veo una relación muy distinta. En general cuando empiezo a escribir no sé para dónde irá ni cuánto va a durar? es algo que descubro. A mí los cuentos donde todo cierra y se completa, con el mecanismo perfecto, no me interesan. Me gustan los relatos donde quedan cabos sueltos, lagunas, donde hay titubeos, que terminan no con bombos y platillos sino como si se diluyeran, como si fueran evaporándose de a poco. Entonces, creo que puede faltar de todo y que prefiero que el mecanismo falle. Me gusta pensar en los relatos como escenas que se miran con el rabillo del ojo.

-En la primera parte hay un registro infantil y luego surge una adolescencia con una atmósfera erótica tenue. ¿Cuánto pesa lo autobiográfico en estos dos primeros tramos? ¿fue algo complejo meterse con uno y su entorno?

-Las primeras tres series del libro son autobiográficas. Episodios de mi infancia y de los primeros años de adolescencia y luego el suicidio de mi tío, las reacciones que una no comprende alrededor de las muertes violentas. Escribí esos relatos para tratar de entenderlo, creo. Y sí, es complejo porque tenés que superar los prejuicios, el peso de la mirada familiar, el dolor que tu propia mirada sobre eso puede provocar. Esas dudas o temores aparecían de vez en cuando. A veces pensaba que estaba siendo una cínica de mierda. Pero también que en el fondo no era más que literatura. Es decir: sería un libro y las personas no se reconocen en libros que hablan de ellos. Podemos reconocernos en Madame Bovary o en Miguel Strogoff, pero no en libros de los que de veras seamos personajes.

-Justamente, las relaciones familiares son materia de trabajo. ¿A qué le prestás atención en ese sentido?

-Es un tema que siempre aparece y que atraviesa casi todo lo que escribo. Yo no creo en la familia. Me parece una institución tremenda: todos los abusos, las mentiras, la hipocresía se aprenden ahí, en esos primeros años, en el seno de algo que supuestamente tiene que cuidarte y llenarte de amor. Y no hablo de mi familia en particular, sino de la familia en general, de la familia argentina de clase media, los domingos en familia, lo primero es la familia? todo eso lo critico, lo pongo en cuestión, no me interesa como forma de vida, pero sí como materia de la ficción.

-La crítica habla de una "literatura de provincia" cuando se refiere a tu obra. ¿Cuáles serían para vos los elementos de esa literatura?

-Supongo que no se habla de una geografía, no alcanza con eso para hablar de literatura de provincia. Hay un tono, una mirada, una manera de entender el mundo que no es urbana, que es de la periferia, de eso que llamamos "el interior". No sé exactamente qué es, creo que todo -el paisaje, los personajes, las voces que aparecen-, toda esa mezcla da una literatura que difícilmente podría escribir alguien criado en la ciudad.
Fuente: Télam

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