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Pasaron unas horas del mediodía y Rubén ya está de nuevo en su casa después de una ardua mañana de trabajo. Padre de familia él, entró a la bonita casa que pudo erigir con el sudor de su frente y saludó a su esposa para luego hacer lo mismo con sus dos hijos menores, quienes disfrutan de la televisión.

Tras compartir la mesa con su mujer, Rubén levanta los platos y los deja en la pileta, para luego dirigirse a su pieza para dormir la siesta. Sin embargo, una rutinaria acción en concreto lo demora unos momentos antes de abrir su puerta de madera: es que pasó por la habitación de su hijo mayor y lo vio, tal como todos los días, sentado frente a la computadora jugando a quien sabe qué.

Esa imagen lo paralizó unos momentos, ya que el hombre de la casa pudo casi cerciorarse de que si no fuese porque su hijo suele olvidarse la puerta abierta él ni se enteraría que está ahí, compartiendo un mismo techo. Pero antes que interrumpirlo o saludarlo, Rubén se preguntó "¿Por qué mi hijo juega tanto?" y se fue a dormir.


Unos pares de kilómetros hacia el norte, un joven de poco más de 20 años ingresa al flamante departamento que junto a su novia y la ayuda de los padres de la pareja pudo construir tras mucho esfuerzo. Su condición de trabajo estable y la más que buena relación con Daniela le permitieron cimentar una realidad que hoy es su día a día habitual.

Quizás la principal diferencia de su departamento con la casa de Rubén, además del tamaño, es la orientación de las cosas: el hogar del padre de familia condice con el estándar clásico de una pareja de más de 20 años de casados, donde el principal artefacto hacia el que está orientado el living es al televisor. En cambio, en el departamento de Nicolás el electrodoméstico protagonista de su living/comedor/cocina es la computadora, la cual está lo suficientemente bien armada como para que se puedan jugar buena parte de los juegos actuales.

Como todo buen uruguayo es ferviente fanático del mate y Luis Suárez, y su apariencia y forma de ser tan social no evidencia en ningún momento que su principal pasatiempo son los videojuegos. De hecho, la mayoría de la gente que lo conoce ni siquiera se imagina que es realmente bueno en el League of Legends, a pesar de que nunca le importó demasiado ser el mejor.

Para ser más exactos, bajo el nombre "Murmill0" se mantiene desde hace un par de años (en el ranking del juego) en el grado Diamante, lo que a grandes rasgos significa que es mejor jugador que el 85% de un servidor que abarca todo el cono sur de Latinoamérica y que tiene alrededor de 180.000 jugadores activos.

"La primera vez que jugué a un videojuego en la compu fue más o menos a los 7 u 8 años, y si en esa época la Family Game o el Sega Genesis te atrapaban, la compu era impresionante". Agrega, entre risas, que "la primera vez que jugué a la compu estuve como seis horas de corrido".

Mientras él hablaba su concuñado jugaba al Call of Duty en la compu y, tras unos minutos, llegarían las novias de ambos quienes inmediatamente se pusieron a hacer empanadas caseras. Todos hablaban sin problemas y a Sofía, la novia de quien estaba disparando a mansalva en el juego virtual, no le molestaba que el hincha de Boca esté "viciando". De hecho hubo momentos para recordar anécdotas de las chicas jugando a videojuegos, haciendo énfasis en que no eran para nada buenas.

"No entiendo por qué, pero generalmente son los hombres los que más se atrapan, no hay muchas chicas que jueguen. Puede ser porque el hombre siempre es más inmaduro que la mujer y por eso es más fácil que se enganche, pero no sé. Igualmente, tal vez cuando sos chico uno se lo toma como una gracia y pura diversión, pero por ejemplo en mi laburo tengo muchos compañeros míos que llegan de trabajar y se sientan en la compu a despejar la mente. Te ponés a jugar y te distendés, te relajás, no es nada malo", asegura Nico, justificando su afición.

Más tarde contó que "no le doy demasiada importancia a los juegos, no tengo la última pc como algunos chicos que conozco, más que nada la veo como un recreo. Por ejemplo, en un día lluvioso en el que no podés salir a pasear o a tomar unos mates afuera yo me quedo a jugar".

La importancia del autocontrol


Igualmente, reconoce que no todos los que juegan a los videojuegos son así: "hay un estereotipo muy fuerte sobre quienes juegan, y se basa en que hay gente que no puede controlarse. En muchos tenés que pelear contra otra persona real y por eso no podés poner pausa, y eso ya te genera una 'obligación' a quedarte ahí y no podés levantarte si te llaman o te piden algo porque el otro tipo no te va a esperar. Hay gente que no se puede poner un límite a sí misma y se quedan todo el día ahí, y desde ese momento deja de ser algo divertido y que los despeja para pasar a ser su vida".

A pesar de ello, "el estereotipo generado gracias a esa gente es mentira, los juegos no son nada malo más allá de algunos casos puntuales como los de las personas que nombré recién. Por ejemplo, cuando yo era chico mis padres no me limitaban las horas de juego, pero si hay familias que lo hacen con sus chicos está bien. No tiene nada de malo ni poner un límite ni jugar".

Más tarde aclara que las personas que sufren de adicción a los videojuegos pueden surgir "en familias que tienen conflictos entre ellos y que nadie puede obligar al chico a que salga un momento de la computadora o de la consola. Hay hogares en los que consideran que esté bien que el niño juegue porque no molesta, pero a la larga él se acostumbra a eso y vive más en la computadora que en la vida real".

"Está en la madurez mental de cada uno darse cuenta el momento en el que tiene que dejar de jugar. Hay gente que tiene amigos virtuales a los que les cuentan todo y que viven lejísimo pero después a las personas que tiene cerca ni siquiera les hablan. Por suerte no es mi caso, porque yo por los juegos conocí a muchas personas de Concordia con las que después me junté a comer pizzas o a tomar unos mates (de hecho armó un equipo de League of Legends y ni siquiera habían jugado juntos que ya hicieron una choripaneada en el lago)".

Profundizando en la fase social de los videojuegos, agregó que "está muy bueno hacer equipos competitivos, de hecho hay gente que se gana la vida jugando con su equipo y defendiendo una camiseta en los países desarrollados. Creo que en Argentina no tenés ese desarrollo de premios y de plata porque hay otras cosas más importantes, pero está buenísimo. No es una forma de vida que les recomiende a todos, pero hay gente que es muy introvertida y que conoce un montón de gente real gracias a los juegos y que junto a ellas pueden formar su equipo competitivo y soñar con ser pros".

"Además - agrega -, a pesar de que la computadora no te exija físicamente sí lo hace en el plano mental y psicológico. Para mí los videojuegos son un deporte, hay algunos que te hacen pensar mucho y en los que, por ejemplo, tenés compañeros a los que tenés que ayudar en tal o cual momento y de tal o cual forma y estás obligado a pensar en un instante qué haces, y son decisiones muy difíciles de tomar y que requieren mucha capacidad mental".

Al respecto, sabe que socialmente hay un rechazo muy grande acerca de considerarlos un deporte, pero sostiene que "es una cuestión generacional, hasta que la generación nueva vaya suplantando a la vieja va a seguir así. Además, las generaciones anteriores piensan más a futuro y por eso tienen miedo de que su hijo se dedique a ser jugador profesional, porque no saben qué sucederá ni si será rentable. Hace poco ví que jugadores de League of Legends se están yendo a vivir a Chile para jugar profesionalmente y eso es algo impensado para los más grandes, si yo tuviera que irme mis viejos no me creerían, me dirían que me voy a hacer quien sabe qué cosa. Es como que les diga que me voy a un circo a ser domador de leones", cierra entre risas.

Murmillo siguió cebando mates y comiendo tortafritas, mientras las dos hermanas le ponían el relleno a lo que sería la cena. Quizás cuando era más chico se le cruzó la idea de vivir de jugar, pero hoy eso quedó en el pasado y vive feliz en La Bianca. Antes de despedirse, se animó a cerrar la conversación con un consejo: "creo que para los padres sería importante tener en cuenta lo que quiera su hijo. Así como el chico que terminó la secundaria y quiere ser ingeniero va a estudiar ingeniería, si un hijo tuvo su título y quiere vivir de los juegos hay que darle una oportunidad, quizás los padres no tienen idea de que su hijo es realmente bueno y que está más cerca de ser profesional de lo que creen".

El sueño de ser pro


Al mismo tiempo, en pleno centro de Concordia Juan regresa de la profesora particular de matemática. Nunca se le dio muy bien el estudio ni pudo obligarse a dedicarle mucho tiempo, y quizás a eso se deba que a sus 16 años ya haya repetido una vez.

Juan pasa su tiempo libre jugando Counter-Strike y League of Legends. Mientras Nicolás tomó su nombre "Murmill0" a partir de un arma clásica de los gladiadores romanos, el adolescente la hizo más fácil: le agregó una "e" a su apellido para pasar a ser conocido como "sibleen".

Sus amigos le dicen "el gordo", aunque hace ya bastante tiempo que dejó de serlo para transformarse en una persona corpulenta, con pequeños expansores en sus orejas y un corte moderno rapado a los costados. Tras subir las escaleras que se imponen apenas se ingresa a su casa, dejó la mochila en una silla del espacioso living y se puso a contar cómo comenzó todo.

"Jugué por primera vez cuando tenía 7 años en la compu de mi tío". Quizás el primer juego que abrió marcó su destino o destacó desde el vamos su habilidad, ya que pasaba las tardes de su infancia disparando a ladrones y rescatando rehenes en el conocido título "Virtua Cop". "En ese tiempo era muy chiquito, no me acuerdo bien pero más que seguro que 'viciaba' más que ahora".

No sólo se quedaba en su casa, si no que a esa edad ya socializaba con los que a la postre serían llamados gamers en el casi olvidado ciber. A los 10 años comenzaría a jugar a un título que marcaría sus futuros pasos: el Counter-Strike. "Yo iba al ciber a jugar CS con mis amigos y divertirme, y les solía ganar a los otros que jugaban contra mí. A veces iba gente nueva y les ganaba a todos, y entonces me empezaban a decir que era bueno y que jugaba bien".

El tiempo siguió pasando y sibleen siguió rompiéndola, hasta que jugó su primer torneo presencial en el Cyber Lord a los 13 años. "Armamos un equipo con mis amigos y quedamos afuera enseguida, en primera ronda. A pesar de ello, cuando terminó el torneo me habló Rulo (un prestigioso jugador concordiense que viajó a muchísimas partes de Argentina a jugar torneos de CS) y me ofreció formar parte de su equipo, y ahí arranqué a tomarme como competitivo al juego y esforzarme para jugar mejor que nunca".

Tras pensar un momento, Juan contó cual es el primer motivo por el cual cree que es tan bueno, un motivo que es requisito para todo lo que uno se propone: "Primero que nada, porque me gusta. Todo lo que hagas antes que nada te tiene que gustar, y después tenés que tener siempre ganas de mejorar".

Es importante destacar que Juan no peca de soberbia sino de realismo al decir que es bueno en los juegos. Durante el 2014 jugaba al League of Legends en la computadora de bajos recursos que tenía en su casa, y no podía ocupar a su personaje favorito, Draven, porque hacía muchos efectos lumínicos y la PC se le tildaba. Para colmo de males, MegaCable brindaba un servicio de internet deficiente que lo obligó a jugar casi exclusivamente en el servidor de Brasil, el cual tiene un nivel muchísimo más exigente que el de Latinoamérica Sur y en el que, obviamente, los jugadores no hablan su mismo idioma.

A pesar de todo ello Juan logró, bajo el nombre "VIEJALOCA1", llegar al Grado Retador, lo que significa que llegó a ser uno de los mejores 200 jugadores de un servidor en el que activamente juegan 350.000 personas. No sólo eso, sino que según la página de estadísticas LoLSkill llegó a ser el mejor jugador del mundo (sí, del mundo) de Vayne (uno de los personajes más populares). Y eso que no es su juego favorito.

Tras un tiempo pudo adquirir una computadora mejor, que le permitió jugar a la nueva edición de Counter-Strike, "Global Offensive". Si sibleen llegó a tanto en LoL, lo que sucedió en CS:GO fue aplastante: apenas dos semanas después de haber adquirido el juego alcanzó el rango Élite Global, lo que equivale al grado Retador de League of Legends pero en un servidor que no abarca sólo a Brasil sino a toda Sudamérica.

La importancia de la escuela


Sin embargo, no duda en reconocer que ha cometido errores: "En el momento de balancear entre los juegos y la escuela, la balanza se inclinó más para lo primero porque era muy chico y no tenía noción de la importancia de ir a clases. Por ejemplo, en 2013 fue mi mejor momento en cuanto a Counter-Strike y viajé a Gualeguaychú a jugar un torneo importante, pero fue mi peor momento en la escuela y repetí. Cuando uno es chico lo único que quiere es ser mejor, mejor y mejor en lo que le gusta y deja de lado el estudio, y eso es un error muy grande. La escuela no te perdona".

Aclaró más tarde que "se puede jugar a un nivel alto e ir bien en la escuela, pero tenés que saber controlarte a vos mismo porque si no lo hacés podés quedarte jugando como diez horas sin darte cuenta".

Luego concordó, sin saberlo, en lo dicho por Murmillo: "a los padres les cuesta entender que se puede vivir de los videojuegos más que nada por la época de ellos, que si bien existían los juegos no estaba instalado eso de viajar y ganar plata en torneos. Yo creo que si tuviera un hijo y sale gamer lo apoyaría al mismo tiempo que lo obligaría a terminar la escuela, pero hay muchos padres actuales que te dicen que no vas a llegar a nada jugando y que no podés vivir de un jueguito, y que directamente te miran con malos ojos si estás sentado en la compu así lleves quince minutos".

Sibleen siempre practicó deportes activamente, pasando por el karate, el boxeo y la natación, pero reconoce que en ninguno sintió la pasión que le generan los videojuegos. "Igualmente, nunca dejaría de hacer deportes porque yo iba a boxeo y cuando llegaba a casa estaba mucho más relajado y podía jugar tranquilo y aliviado. No es lo mismo estar jugando 14 horas seguidas que sentarse a practicar tras haber hecho una actividad física, la diferencia se nota un montón y por eso a todos los que jueguen mucho les recomendaría que practiquen deportes".

A pesar de su evidente gran capacidad, Juan contó que "mi mamá no tiene idea de que juego bien, ella sólo me ve sentado jugando a los jueguitos. Toda mi familia sabe que juego pero no creo que sepan que soy bueno, de hecho los únicos que me apoyaron cuando viajé a jugar a Gualeguaychú fueron mi tío y mi papá, que son los únicos que conocen mis capacidades. Lo mismo pasa con mis compañeros y amigos de la escuela o de los deportes: todos saben que juego, pero casi nadie debe saber que soy bueno".

Al respecto, aportó que "la gente no le da importancia a los jugadores de videojuegos porque no tienen idea que ser bueno es difícil y que requiere muchísima práctica y capacidad. La mayoría lo ve como un simple jueguito que jugás y sos bueno y ya está pero no es así. A la gente no se le cruza por la cabeza considerarlos un deporte, aunque ahora estén los deportes electrónicos o e-sports y que TyCSports esté transmitiendo los torneos más importantes en su página web".

Además, contó que "hay una barrera social muy grande para quienes jugamos. De hecho, un día mi profesora llegó a clases quejándose un montón porque su hijo 'se pasa toda la tarde jugando a un juego que se llama LoL', y yo me quedé riéndome porque juego con él. En la sociedad actual no es lo mismo presentarte diciendo "Hola soy Juan y soy futbolista" a "Hola soy Juan y soy jugador de League of Legends". Es muy difícil para los gamers y básicamente eso es lo que los encierra en la compu, porque en la sociedad nadie los quiere".

Igualmente, y a pesar de sus capacidades, sibleen demuestra gran madurez en su plan de vida actual: "llegar a ser gamer profesional sería un sueño, vivir de hacer lo que a uno le gusta es el sueño de todos, pero por ahora mi objetivo es terminar la escuela y lo del juego llegará solo. Uno disfrutando con su debido tiempo de lo que le gusta se va a haciendo conocido y al final cuando termine la secundaria ya voy a tener una base para arrancar y llegar a ser pro. Porque para ser pro primero tenes que ser conocido, ser bueno y no bajar nunca los brazos cuando perdés. Y más que nada te tiene que gustar el juego, porque si vos perdés la pasión por lo que hacés se te termina convirtiendo en rutina y jugás sólo para divertirte en vez de esforzarte por llegar a lo más alto".

Finalmente, cerró dando un consejo tanto para padres como para hijos: "básicamente los padres tienen que apoyar a sus hijos como mi papá me apoyó cuando fui a competir a Gualeguaychú. El apoyo es importante porque si vos la tenés a tu vieja que no te deja jugar a la computadora y no sabe que te estás preparando para un torneo es imposible mejorar. Igualmente, uno como hijo tiene que hablar y contarle a sus padres qué es lo que quiere hacer, e intentar hacerlos entender que esto es lo que a vos te gusta y que se puede vivir de esto".

Luego de las respuestas, continuó contando la historia de Luminosity, un equipo íntegramente conformado por jugadores brasileños que pertenece a la élite mundial del CS:GO y que suele ganarle a los reyes Fnatic y Ninjas in Pyjamas, y que su esfuerzo y nivel le abre las puertas a muchos chicos sudamericanos, como él, que sueñan con vivir de los videojuegos.

Tras la charla fue a su pieza y se encontró con su hermano Sebastián, quien jugaba LoL en la compu, y su primo Gino, y entre los tres se quedaron hablando y contando chistes hasta la hora de la cena. Al igual que en la casa de Murmillo, la computadora no era un elemento de encierro sino quizás una herramienta de socialización: que una persona jugara no significaba que no participe de la conversación ni que no escuchara lo que se hablaba, y de hecho a veces Sebastián cometía algunos errores y los tres se reían de eso o quienes miraban le daban consejos.

Al final, quienes jugaban en la compu no estaban tan encerrados como creía Rubén. Quizás, tan solo les hacía falta que alguien se interese por lo que hacen y que les marque un poco la cancha, al menos para que sepan que hay alguien que los apoya.


Tras la sagrada siesta, el padre de familia se dio cuenta de que una simple pregunta, como "¿a qué estás jugando?", podría ayudar a restablecer la relación casi rota, y por eso se dirigió al cuarto de Ezequiel. Su hijo mayor mostró signos de inmensa concentración y no quiso responder demasiado, lo que hizo que Rubén se siente en el sofá con cara de decepción.

Sin embargo, tras unos quince minutos sintió que alguien se sentaba a su costado y, así de espontáneamente, le retrucó con una pregunta: "¿Querés que te enseñe a jugar?".

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