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Como si nada, Rivas sigue caminando por la plaza.
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"Gualeguaychú: el caso del que ya no se habla" dice hoy la publicación de diario La Nación que comparte el artículo firmado por Pablo De Biase para la revista Brando. Habla del doctor Gustavo Rivas, reconocido hombre de Gualeguaychú imputado por tres graves delitos: promoción de la prostitución, corrupción de menores y abusos. A continuación, El Entre Ríos reproduce el informe de este jueves:

El pronóstico del tiempo pareció más una premonición que un simple diagnóstico: "Parcialmente nublado, cálido y bochornoso". Por más que suele suceder en vísperas de la tormenta de Santa Rosa, el 27 de julio arrancó con un bochorno especial en Gualeguaychú. Un calor intenso y sofocante que comenzó a irradiar desde internet mucho antes de que asomara el sol.

Ya de mañana, a metros de la plaza San Martín, el rectángulo histórico donde se encuentran la catedral, la municipalidad y los tribunales, agentes de policía y empleados del Poder Judicial retiraban cajas con cassettes VHS, DVD, cuadernos, álbumes de fotos y carpetas de la casa ubicada en el número 7 de la calle Mitre, comandados por la fiscal Martina Cedrés. Periodistas de los medios locales y varios curiosos ocupaban las veredas para registrar aún con timidez lo que unas horas después rebotaría con frenesí por todo el país, calentando pantallas y parlantes.

Una semana antes, unos 500 manifestantes habían convergido frente a la sede de los tribunales, sobre la calle Sáenz Peña, para exigir prisión perpetua para el femicida de Susana Villarruel, una mujer hallada muerta a la vera de un arroyo, el 12 de julio, presuntamente asesinada por su exmarido. Aún resonaba el eco del grito: "Vecina, vecino, no sea indiferente; nos matan a las pibas en la cara de la gente". Esta vez, sin embargo, las pibas estaban excluidas, se trataba solamente de los pibes.

En los quioscos de diarios, en tanto, se agotaba en minutos la edición del quincenario Análisis, una revista de Paraná que los clientes se llevaban disimulada dentro de los matutinos. La tapa era la bomba que había detonado en las redes durante la madrugada, y que había motivado la actuación de oficio de la Fiscalía en el domicilio de Gustavo Rivas. "Los abusos del Doctor", era el título, pero el foco explosivo se concentraba en la extensa bajada del artículo firmado por el director de la revista, el periodista de investigación Daniel Enz: "Durante más de 40 años, el abogado, historiador, personaje ilustre de Gualeguaychú y ex candidato a gobernador por la Ucedé, Gustavo Rivas, cometió graves abusos y corrupción de menores en su ciudad. Los cálculos más moderados indican que, por lo menos, corrompió a más de 2.000 adolescentes de entre 15 y 16 años, entre 1970 y más allá del 2010. Les pasaba videos pornográficos; los masturbaba; les practicaba sexo oral; se hacía penetrar o colocar elementos importantes en su ano, en encuentros semanales en su casa. Nunca nadie lo denunció ante la justicia por temor al poder que sigue teniendo en la sociedad de Gualeguaychú".

Receptor de homenajes en vida y miembro conspicuo de las elites de su ciudad, el septuagenario patriarca de la cultura gualeguaychuense fue, por sobre todo, mentor y mecenas de la Fiesta Nacional de las Carrozas Estudiantiles, la celebración de los estudiantes secundarios que tiene lugar a mediados de octubre, para la cual chicas y chicos elaboran durante meses gigantescos muñecos hechos de papel pintado, con los que desfilan en lo que es una suerte de pre-carnaval y, sin duda, la causa eficiente de la vistosidad y calidad de las comparsas del Carnaval del País, según me explicara el propio Rivas unos años atrás. Cuarenta y cinco cohortes de todas las escuelas secundarias de Gualeguaychú estuvieron, por lo tanto, en contacto directo y estrecho con él; es decir, la mayoría de los gualeguaychuenses que hoy tienen entre 16 y 60 años.

El periodismo entrerriano parecía haberse anotado un nuevo triunfo contra añejas impunidades. La revista Análisis, de hecho, había expuesto, en los últimos años, varios casos de abusos de menores que terminaron en causas judiciales, como los de los curas Justo Ilarraz (del seminario de sacerdotes de Paraná), Ceferino Moya (párroco de Villaguay) y Juan Escobar Gaviría (párroco de Lucas González, cerca de Villaguay), o el del funcionario de la municipalidad de Urdinarrain Javier Broggi. Rivas era el quinto nombre que se agregaba a la lista, el más resonante, el de los números más abrumadores, además. La placa de una futura calle, varios bronces conmemorativos y hasta un probable monumento acababan de derrumbarse estrepitosamente.

La moraleja del cuento infantil de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador, en la que un niño grita que el rey está desnudo cuando todos alababan el supuesto traje que vestía, parecía hacerse carne en Gualeguaychú. "La palabra dejó de estar secuestrada", se entusiasmó desde un editorial en el diario El Argentino, el periodista Nahuel Maciel.

El dilema moral

Me encontraba en Gualeguaychú aquel jueves de fines de julio -doy clases allí desde hace casi 10 años-, y no pude dejar de conmoverme cuando, bien temprano, apenas pisé la universidad, una colega me puso al tanto de lo que estaba sucediendo. Dos semanas antes, una alumna a quien le había sugerido que consultara a Rivas para la realización de un trabajo práctico, me había enviado sus saludos luego de la entrevista. Me acordé de ella y de dos alumnos que, allá por el 2010, habían hecho una broma pesada cuando les sugerí lo mismo. "No, profe, a ver si el viejo nos pide que nos lo clavemos", me dijeron y los reprendí por homofóbicos. Un retortijón intenso me recorrió el cuerpo mientras me ardía el estómago en un espasmo de náuseas. Intuyo que muchos gualeguaychuenses han de haber experimentado algo así. multiplicado por diez.

Al mediodía, móviles de todos los canales de noticias y de los principales noticieros de los canales de aire de Buenos Aires se encontraban en la calle Mitre, o sobre Urquiza en la intersección con aquélla, enfrente de la plaza. Gualeguaychú estaba nuevamente en el foco de la escena nacional, como en el 2006 y en el 2008. Esta vez, sin embargo, lo que convocaba no era la férrea, obstinada y exitosa vehemencia gualeguaychuense, que supo imponerle su agenda al país, presionando en el conflicto diplomático más serio con la República Oriental del Uruguay, o tensando la cuerda de un enfrentamiento interno que pudo tener proporciones mayúsculas. Ahora, los movileros eran intrusos que venían a revolver el polvo local, celosamente guardado bajo la alfombra espesa del silencio.

"Nada de lo que se publicó es nuevo para la población masculina de Gualeguaychú", me confió con escepticismo Alfredo, un médico y docente en la universidad, "pero quisiera ver cuántos van a declarar a la justicia, porque todo se sabe porque lo dijo uno que le dijeron que le habían dicho... Entre la infinidad de guasadas que se contaban, escuché que se hacía meter un salamín en el culo cuando estaba en su habitación, ¡que después se comían con los gurises que estaban abajo mirando porno! Ponele la firma: en un par de meses, la mayoría va a hacer de cuenta que esto no sucedió, y que Rivas no existió".

Al volver al hotel, el conserje, a quien conozco desde hace años -un buen tipo, una persona sencilla-, expresó el dilema moral que atraviesa a buena parte de los gualeguaychuenses: "Pobre Gustavo. ¿O no? ¡En realidad, nooo!"

Alguien que se ríe sistemáticamente de la ley

De los pocos testigos que declararon, solo uno rompió el silencio público. Se trata del abogado y ajedrecista Martín Daneri (55), miembro de una familia de muchas generaciones en Gualeguaychú, e hijo del fundador del club Neptunia, del que Rivas fue presidente a comienzos de los 80. "Nos pasaba películas pornográficas en 8 milímetros, hacía que nos excitáramos, nos hacía masturbar en grupo y nos filmaba tanto la cara como el cuerpo entero y hasta el momento de eyacular", aseguró en el programa Fuera de juego. "Él se desnudaba completamente, se tiraba en la cama y nos medía el miembro erecto de cada uno. Jugaba con la necesidad de los chicos: atacaba generalmente a una edad en la que uno no está iniciado sexualmente y todo es novedad".

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Rivas, que fue imputado por el fiscal coordinador Lisandro Beherán por promoción de la prostitución y corrupción de menores y abusos, hizo declaraciones durante los primeros días, y visitó a varios que aparecerían en las fotos y videos secuestrados. Frío, filoso y sin perder la calma, aseguró: "El 95 por ciento de lo que se publica son exageraciones". Bloqueó del Facebook a quienes lo insultaron, y siguió caminando por las calles, mostrándose casi risueño ante algunas muestras de reprobación. A los pocos días, dejó de hablar del caso. "He resuelto mantenerme en silencio por consejo de mi abogado, y además porque el artículo 230 del Código de Procedimientos impide a las partes informar sobre la causa. Y aunque otros no lo cumplan, yo sí...", respondió escuetamente Rivas ante mi consulta para esta nota, aquellos días.

La personalidad de Rivas develada por los abrumadores testimonios parece encuadrarse en lo que comúnmente se llama "sociópata", lo que el psiquiatra y psicoanalista Saúl Chaio denomina "perverso, en tanto sabe de la cara oculta del goce; ya que no se trata simplemente de quien transgrede límites inaceptables, como fue el caso del Bambino Veira, sino, más bien, de alguien que se ríe sistemáticamente de la ley".

El dilema social

La fábula de Andersen sobre el rey desnudo, como todos los apólogos, culmina con una moraleja o enseñanaza. No cuenta, por lo tanto, qué pasó al día siguiente (y al siguiente y al siguiente.) con todos los que quedaron al descubierto en el mecanismo de la simulación, incluyendo al propio rey desnudo. Jaques Lacan, el segundo padre del psicoanálisis, sí se ocupó del tema: "El niño que dice que el rey está desnudo, ¿será un cándido, un genio, un descarado o una bestia? Seguramente, es alguien bastante liberador".

Así, mientras Rivas posteaba en Facebook sobre los pájaros del río Uruguay o la historia de algunos barrios de Buenos Aires -y recibía comentarios y agradecimientos puntuales- como si, efectivamente, nada hubiese sucedido, un meme que trascendió a la catarata de obviedades del humor machista más burdo y obvio, dio en el clavo del dilema social de Gualeguaychú: "¿Quién no se la puso al Doctor Abuso?"

Daniel Enz, el periodista que realizó durante un año y medio la investigación que desembocó en la denuncia y procesamiento judicial del abogado e historiador, ratifica la magnitud de lo que implica el caso para la ciudad: "Hoy puedo asegurar que no son dos mil sino más del doble las víctimas de la corrupción y muchos cientos los abusados directamente, ¡estamos hablando de 5.000 casos en una ciudad de 100 mil habitantes! Abusaba en tres segmentos: chicos muy pobres, que no tenían nada para comer literalmente; chicos de clase media, a los que ayudaba con favores y solventándoles gastos; y chicos de clase alta a los que paseaba en barco o les prestaba el auto, y eran hijos de sus amigos. Con todos hacía lo mismo, pero demostraba más perversidad con los más pobres, a los que les daba cinco o seis pesos para que lo penetraran o para que él les practicara sexo oral delante de los otros pibes".

Sin embargo, no todo se explica por complicidades ni dicotomías "porque la liberación no ocurre mágicamente", entiende el psicólogo y vecino de Gualeguaychú Andrés Mazur. "Tiene dos facetas separadas que nunca entran en conflicto. Por un lado, es el hombre que se transformaba de noche y los fines de semana; pero también es el vecino ejemplar, aquél al que ibas a pedirle plata prestada si tenías que operar a una hermana y te la daba sin recordarte después la deuda".

Víctimas... ¿del machismo?

"La mayoría de las personas que viven en Gualeguaychú no se dan cuenta de que la corrupción de menores, prostituirlos, es un abuso", asegura Mazur. "En las charlas que tuve con las víctimas", completa Enz, "muchos no podían asumirse como tales. 'Si yo estuve ahí', decían, considerándose meros testigos. No toman en cuenta que si Rivas se desnudaba delante de ellos, los besaba y se paseaba en pelotas mientras les pasaba películas porno, se trata de corrupción de menores. Piensan que el abuso sólo era con quienes subían a la pieza con él".

Muchos hombres, además de no considerar víctimas a los abusados, directamente los responsabilizan por lo sucedido. Como Jorge, dueño de un maxiquiosco ubicado apenas a dos cuadras de la casa de Rivas, que arremete: "¿Por qué no lo dejan tranquilo? Él no obligaba a nadie, los chicos que iban eran conscientes de lo que hacían. A los 16 años ya sabés lo que querés, así que deberíamos pensar mejor quién se aprovechaba de quién. Hay gente que habló al pedo, como Daneri. ¿no pensó en lo que les estaba haciendo a sus amigos? Ahora muchos andan sacando cuentas de quiénes andaban con él en esa época para ver cuáles son los putos".

El humor de vestuario de caballeros fue, de todos modos, el que mayormente reemplazó a la defensa directa. Como un mensaje de Whatsapp en el que se anunciaba con tono risueño: "Estoy recopilando víctimas, ¡ya llevo 45!". O el caso de un empleado de Farmacity, que no tuvo mejor idea que hacerse grabar en video por un amigo al ver que Gustavo Rivas estaba en la tienda. "Soy de la sociedad protectora del salamín", lo encaró con aire cómplice. Fue despedido y citado a declarar por la fiscalía.

"Las mujeres de Gualeguaychú parecen ser las únicas que se indignaron y tomaron conciencia de que las víctimas eran precisamente eso, víctimas", asegura Carlos Riera, periodista del diario El Día, que sigue el caso desde el primer día. "Por eso, en la marcha que se organizó para expresar apoyo y aliento a quienes se animaran a testimoniar sólo hubo mujeres". Elizabeth, una de ellas y activa militante contra el abuso de menores y los femicidios, es contundente: "Aquí no se acepta la homosexualidad, sólo se la tolera dentro del closet; por eso, lo que sucedía en la casa de Rivas no sucedía porque no se puede nombrar lo que se niega, y así se le dio cobertura a un abusador serial".

Un silencio cada vez más pesado

Debajo de una gorra negra con visera y blandiendo un celular de última generación detrás del que se escuda, Rivas se mostró en algunos eventos masivos tomando fotos y videos compulsivamente. El 25 de agosto pasado estuvo en plaza San Martín, en la celebración de la independencia de Uruguay, y el 14 de octubre, en el Corsódromo Municipal para el desfile de la Fiesta de las Carrozas.

"Fue un espanto verlo", recuerda mi alumna. "En un momento me dio miedo de que lo invitaran a hablar, pero la realidad es que estuvo solo como un perro". Probablemente, como planteaba Lacan, los reyes desnudos sigan abrigados bajo espesas capas simbólicas, pero pierden el fasto. A Rivas, por lo pronto, lo acompaña un silencio cada vez más pesado, que acaso sea la peor condena que terminará sufriendo.
Fuente: Diario La Nación - Revista Brando.

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