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Se trata de una afección que padecen las colmenas de abejas (Apis mellífera), que se caracteriza por una marcada ausencia de larvas en los nidos de cría, despoblamiento e incluso la muerte de colonias de abejas.

Las primeras referencias que describen esta enfermedad, en la década de 1940, se encontraron en la República Oriental de Uruguay, sin embargo el hallazgo del agente y causas de la misma es muy reciente.

En 2018, un equipo de investigación del vecino país relacionó la sintomatología del “mal del río” con la presencia de Epormenis cestri, una chicharra que se alimenta de la savia de especies nativas de la costa del río Uruguay y arroyos afluentes.

A esta chicharra se la encontró, la mayoría de las veces, en los Sarandíes (Sebastiania schottiana) de los que extrae su savia para alimentarse generando a su alrededor, líquidos muy dulces sumamente atractivos para las abejas, denominados “mielatos”. Los mismos son recolectados por las abejas y utilizados para alimentar a las crías. Las larvas de un día de edad resultan ser las más afectadas, siendo intoxicadas y posteriormente mueren.

La presencia de Epormenis coincide con la aparición de numerosos síntomas del “mal del río”: apiarios con colmenas despobladas, colmadas de miel, polen y en los nidos notable ausencia de cría, aunque se puede observar una escasa postura.

Como consecuencia, se observan colmenas activas pero con muy poca población, ya que se debilitan y finalmente pueden terminar muriendo si el apicultor no actúa en consecuencia.
Fuente: Infocampo

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