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RP 38 es la inscripción que se repite en los carteles colocados alternativamente a uno y otro lado de la ruta provincial 38, con el añadido del kilómetro que de esa manera se señala. Esa ruta es flamantísima, y largamente esperada por habitantes de San Salvador y Ubajay, quienes hasta poco tiempo atrás eran obligados a transitar por esa misma vía enripiada, aunque con sectores en los que se hacía presente esa tierra negra que la lluvia vuelve jabonosa, como sucede siempre cuando entre sus componentes se encuentran las arcillas vertisoles.

Ignoro si esa ruta ha sido inaugurada recientemente, o lo fue en el pasado varias veces, como suele suceder, paro a la misma se la ve prolijamente señalizada, con guardarrails que casi no han perdido su débil brillo original. Aunque al circular por ella, luego del entusiasmo inicial, hace que el alma se nos caiga a los pies. Porque se trata de una ruta más que nuevecita, pero con una carpeta asfáltica que muestra manchones -algunos reparados y otros a la espera de serlo- en los que esa carpeta se disgregó.

Nueva, pero rota. Inclusive antes de inaugurar. Esa parece ser la constante que adquiere casi la dimensión de regla invariable cuando de las obras públicas se trata. No quisiera imaginarme, aunque a veces estoy tentado de incurrir en esa maldad, de que nuestros gobiernos dan muestras de una extrañamente inusitada peculiaridad, desconocida en cualquier país que se precie de serlo, cual es ese jugueteo consistente en hacer obras con la no proclamada intención "de ser hechas" para. . . romperse y en el caso más sublime, hacerlo antes de que se hayan terminado de construir.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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