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José de San Martín es una de las pocas figuras argentinas que, en general, no se cuestiona.

Por Bernardo Salduna (*)

No obstante, existen matices de apreciaciones acerca de algunos aspectos de su personalidad, que todavía desatan divergencias y polémicas entre los historiadores.

Así por ejemplo:
• El “Padre de la Patria”
Este título se lo dio Bartolomé Mitre en su célebre “Historia de San Martín”. Es relativo.

San Martín, nacido el 25 de febrero de 1778, en Yapeyú (Corrientes) era hijo de un funcionario español venido a América, encargado de administrar y liquidar los bienes de las Misiones Jesuíticas. Terminada su tarea, la familia San Martín, en pleno, retornó a España. El pequeño José Francisco, uno de los hijos menores, tenía entonces poco más de cinco años.

En España, el joven San Martín se enroló en el Regimiento de Murcia a los catorce años, e hizo una brillante carrera militar, llegando al grado de teniente coronel en el ejército español.

Entre 1808 y 1811 luchó contra la invasión de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte.

Tuvo comportamientos heroicos, que le valieron condecoraciones y reconocimientos como el de la célebre Batalla de Bailén.

Cautivo el Rey Fernando, San Martín peleaba al servicio de las Juntas Populares que, en su reemplazo, se habían formado en España.

Derrotado temporariamente el ejército español, a principios de 1812, vino San Martín, junto a otros, a Buenos Aires y se puso a las órdenes de la Junta de Mayo. Dijo más adelante:

“Yo servía en el ejército español en 1811. Veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración, sin embargo de ser americano. Supe de la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria”.

Quiere esto decir que San Martín no fue “Padre Fundador” de la Patria: porque llegó a Buenos Aires -en la fragata inglesa “George Canning”- en marzo de 1812, casi dos años después de formado el primer gobierno patrio.

¿Cuál era la “Patria” que invocaba San Martín? Él no traicionaba ni desertaba del ejército hispano, ni renegaba de “veinte años de honrados servicios”.

Su “Patria” era, por entonces, indivisamente, el Imperio Español, por el que luchaba. Cuando las fuerzas del Ejército de la Península fueron derrotadas por el ejército francés, San Martín, como muchos otros oficiales, no deseaba someterse, ni al invasor extranjero, ni a un monarca español absolutista restaurado.

Decidió, junto a otros militares y civiles, nacidos o no en América, reunidos en Cádiz, y unidos por juramento de logia, volver a las patrias criollas.

No hay ruptura: venían a continuar aquí la lucha comenzada en España. Y que parecía, por el momento perdida, o sin perspectivas, en la Península.

No había en ellos todavía deseos de separatismo, la misma Junta de Buenos Aires gobernaba en nombre de Fernando VII. Mantenían, eso sí, los ideales de una monarquía limitada, cercenar los privilegios del clero y la nobleza, mayores libertades políticas y civiles, menores desigualdades, etc. Paradójicamente, peleaban contra el invasor francés de España, levantando las banderas de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad.
• San Martín: ¿era católico o masón?
Esta es otra cuestión que ha desatado y desata todavía discusiones a veces duras, entre los estudiosos de la Historia.

En primer lugar, San Martín puede ser masón o no, eso no quita ni agrega méritos a su figura, valiosa e importante por otras grandes cosas que hizo.

Coincidimos que no hay pruebas concluyentes respecto a si San Martín pertenecía o no a la Masonería. Apenas "indicios", como se dice en derecho.

Las logias, a las que se sabe que perteneció, cercanas al pensamiento y prácticas masónicas (Caballeros Racionales de Cádiz; Lautaro; Gran Reunión Americana, etc.), parecen más bien encaminadas a objetivos principalmente políticos, y no tanto, filosóficos o religiosos.

Pero tampoco hay pruebas de lo contrario: el hecho -señalado por historiadores católicos- de casarse en la Catedral de Buenos Aires, no demuestra nada. ¿De qué otra manera podía casarse alguien en 1812, cuando todavía no existía el Registro Civil?

El nombrar a la Virgen “Capitana del Ejército de los Andes”, según cuenta Mitre, así como las disposiciones sobre las prácticas religiosas en el Ejército obedecían al famoso consejo de Belgrano al entregarle el mando del Ejército del Norte: "Acuérdese que es Ud. un general católico, apostólico, romano".

Esto se explicaba, porque estaban frescas las actitudes antirreligiosas de Castelli y Monteagudo en el Alto Perú, que le restaron apoyo popular al ejército patriota. Y fueron una de las causas de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.

La actuación de San Martín en las Logias es un hecho cierto y comprobado. Lo que no podemos saber es si su pensamiento más íntimo coincidía con los principios de la Masonería.

Pero hay algunas pistas: San Martín decía defender “la causa del género humano”. Además en sus "máximas" a su hija Mercedes, una de ellas dice "enseñarle a guardar un secreto". Esto es propio de los principios masónicos. Otra dice: "Inculcar a Mercedes respeto por todas las religiones". La libertad religiosa, principio que recién fue aceptado por la Iglesia en 1962, después del Concilio Vaticano II, en 1850 era una de las principales banderas de la Masonería.

San Martín, por lo demás, no violentaba con esto ninguna convicción personal: la pertenencia a la Masonería no implicaba tener que renunciar a su creencia religiosa particular. El masón cree en la existencia de un Ser Superior. Y, de allí en más puede ser creyente y practicar cualquier religión, siempre que respete la libertad y sea tolerante con la creencia ajena.

La condena papal a la Masonería es cierta: la Iglesia era fuerte aliada de las monarquías absolutas y la Masonería luchaba contra estas. Pero también hay bulas papales que condenan la Independencia americana. Y sin embargo muchos curas criollos formaban en las filas de los patriotas y hasta pelearon en sus ejércitos (caso de los curas Hidalgo y Morelos en México).

Quiere decir que muchos católicos no le daban importancia a esta "condena" y actuaban sin problema en la Masonería.
• ¿Monárquico o Republicano?
Cuando San Martín llegó a Buenos Aires, ofreció sus servicios al Triunvirato, por entonces el nuevo órgano de gobierno formado después de la disolución de la Junta de Mayo.

En una entrevista, uno de los vocales -al parecer Rivadavia- le preguntó “si estaba por la República”. Respondió San Martín:

“Vengo a trabajar por la libertad de mi país, y de esto se trata hoy. En cuanto a la forma de gobierno es asunto secundario, que tratar después del éxito”.

En otras palabras: primero tenemos que pelear por liberarnos, después veremos qué sistema adoptamos.

San Martín se inclinaba por la República, esto surge de varias cartas privadas suyas.

Sin embargo, en todas sus manifestaciones públicas se pronunció en favor de una monarquía constitucional, de poderes limitados, similar a la de Inglaterra.

Invocaba motivos prácticos, no ideológicos: la extensión del territorio; la carencia de hábitos políticos en la población; las tendencias anarquizantes; la conveniencia del mando personal; la situación mundial; la posibilidad de que alguna potencia de primer orden protegiera nuestra independencia, etc.

Incluso, en algún momento, adhirió con entusiasmo a la idea de Belgrano en cuanto a coronar un príncipe Inca: a las ventajas señaladas agregaba la de ganar las simpatías de los pueblos originarios, mayoría de habitantes del Perú y Alto Perú (Bolivia).

Hoy día, pueden sonar extravagantes tales propuestas: recordemos sin embargo que, gracias a la monarquía, Brasil-la América portuguesa- mantuvo su unidad, mientras la América Hispana se desgajó en veinte naciones.
• Apoyo a Rosas
Juan Manuel de Rosas, estanciero, muy conservador, se desempeñaba como gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Lo hacía en forma autoritaria, dictatorial, eliminando todo vestigio de libertades.

Manejaba en forma monopólica los ingresos del puerto y aduana de Buenos Aires, los que no repartía, o lo hacía a su arbitrio, con las demás provincias.

Los buques comerciales ingleses y franceses querían sortear este obstáculo y negociar sus productos directamente con los puertos fluviales del interior (Rosario, Santa Fe, Corrientes, Asunción).

Rosas se negó a este tráfico y puso una cadena alrededor del Río Paraná, que las flotas de guerra de Inglaterra y Francia destruyeron en la batalla de la Vuelta de Obligado.

En realidad Rosas sostenía los intereses de la aduana porteña, pero la acción heroica de los defensores criollos, presentaban exteriormente el combate como una defensa de la soberanía nacional.

En ese contexto, el general San Martín, ya retirado y residiendo en Francia, ofreció sus servicios al gobierno de Buenos Aires. Los que fueron rechazados por el dictador porteño.

Ello no obstante, en su testamento, don José de San Martín legó su sable a don Juan Manuel de Rosas.

Ello, pese a que en diversas cartas privadas, el Libertador cuestionara severamente algunos aspectos del régimen dictatorial de don Juan Manuel.

La lucha por la independencia se inscribe, para San Martín en la pelea contra las monarquías absolutas, dentro de los principios del liberalismo revolucionario.

El conflicto de Rosas contra las potencias europeas es nada más que una disputa por motivos comerciales. No precisamente de la Nación Argentina, sino tan sólo de las clases acomodadas de Buenos Aires. Los intereses del interior no incidían para nada, más bien se vieron perjudicados.

Como se ve, la idea de Independencia tenía un sentido bien distinto para San Martin y Rosas.

Quizá por eso, fallecido el Libertador el 17 de agosto de 1850, el gobierno de Rosas no decretó duelo ni realizó honras fúnebres. Sí lo hizo, en cambio, el entonces gobernador de Entre Ríos don Justo José de Urquiza.

(*) Asociación “Justo J. de Urquiza” – Concordia
Fuente: El Entre Ríos

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