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Aunque los árboles no crecen hasta el cielo, en la Argentina lo hacen a gran velocidad. Y eso es una gran ventaja en un mundo que, castigado por el cambio climático, necesita capturar el dióxido de carbono que va a la atmósfera. Esas condiciones naturales permiten turnos de corte de 9 a 15 años cuando en los países nórdicos va de 30 a 45 años.

“Se trata de una oportunidad hasta ahora muy desaprovechada, si se traduce lo que sucede en el vecino Uruguay con su tercer planta de celulosa”, sostiene la periodista Silvia Naishtat. O Paraguay que inaugura su primera fábrica tras un desembolso de US$ 3.200 millones de Paracel, de capitales suecos y paraguayos. Y la noticia es que dispondrá de materia prima argentina y la devolverá elaborada.

Brasil, por citar otro caso, lleva invertidos US$ 25 mil millones en los últimos 15 años y Chile ya va por su tercera planta de pasta celulósica.
Las inversiones pasaron de largo
Claro que no puede considerarse una discriminación hacia Argentina. Sencillamente, la inestabilidad económica hizo que las inversiones pasaran de largo. Pero en el sector no bajan los brazos. Se unieron en Confiar (Consejo Foresto Industrial Argentino) que hilvana todos los eslabones de esa larga cadena industrial, desde la plantación al producto final incluyendo los fabricantes de maquinaria.

El país tiene 1,3 millones de hectáreas de plantaciones forestales y 53,6 millones de hectáreas de bosques nativos y cuenta con otras 3,7 millones de hectáreas disponibles para expandir plantaciones que no compitan con bosques nativos ni con los cultivos.

Y mucho de esto están mirando nuevos jugadores. En el último año, petroleras como Vista de Miguel Galuccio utilizan las plantaciones forestales como palanca para compensar las emisiones de dióxido de carbono de su actividad. Y laboratorios como el suizo Novartis están en la misma senda.

Precisamente en 100 kilómetros a la redonda de la correntina Virasoro, en plena Mesopotamia, ya se habla de la cuenca más grande para la foresto industria del mundo.

Claudia Peirano, una de las mayores referentes del sector, destaca la inversión de la belga Akon Timber en Virasoro que contabiliza 6 hectáreas de galpones y una planta de bioenergía.
La oportunidad es ahora
Se suma a la compra con ambicioso planes de Central Puerto, de las familias Miguens-Bemberg, Escasany y Reca, que sumaron las 88.000 hectáreas de bosques que poseía la universidad de Harvard. “Finlandia y Canadá están muy interesados”, agrega Peirano. “La oportunidad es enorme”, suelta Claudio Terres de Ledesma que aclara que a los árboles hay que plantarlos en el lugar correcto, Ejemplifica con el eucalipto que si está en zonas con 800 milímetros de precipitación anual no comprometen las napas. Más aún, en el horizonte aparece la fibra de madera por ser biodegradable como el reemplazante natural del plástico. “Es la vaca verde de la Argentina”, suelta Osvaldo Vassallo, otro líder sectorial.

Esa industria emplea unas 50.000 personas y el sector del mueble, de acuerdo a Mercedes Omeñuka, está golpeado tras la fuerte demanda en tiempos de pandemia. Sobra stock acá y en el mundo.

A eso se agregan inconvenientes por la falta de insumos críticos que vienen del exterior como diversos químicos, resinas, sales para impregnar la madera, repuestos para la maquinaria, la imprescindible tela para la formación del papel y herrajes para muebles.

Puestos a pensar hacia 2030, en Confiar diseñaron un proyecto posible que consiste en aumentar 50% la superficie con plantaciones forestales y llevarla a 2 millones de hectáreas, crear 180.000 empleos y subir las exportaciones a 2.500 millones de dólares anuales. Claro que eso requiere inversiones por US$ 7.000 millones. Ojalá vea la luz.
Fuente: Clarín

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