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Selva Almada desentraña lo que es la escritura de y desde las provincias, la lejanía y cercanía con Buenos Aires: reconoce que no hubo una toma de posición consciente de ubicarse en los márgenes de Buenos Aires, pero con el tiempo reparó en ello, al punto de fundar una librería que tiene como objetivo poner foco en la literatura “federal” y “no canónica”.

Nacida en Entre Ríos en 1973, publicó, entre otros, El viento que arrasa y Ladrilleros, además de El mono en el remolino, un librito que armó con sus apuntes del rodaje de Zama, la película de Lucrecia Martel.

Todos tienen un aire, un habla, personajes de provincia, confluye Patricia Kolesnicov para Infobae, tras mantener un mano a mano con ella en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. —Contame cómo fue eso de tratar, a la vez, de eludir el color local y, sin embargo, tratar de hacer una literatura de provincias.

—Bueno, esto empezó un poco con la poesía, aunque yo no escribo poesía, pero en una época había empezado a escribir una serie de poemas sobre la infancia, sobre mi infancia, y ahí, entonces, empezó a aparecer este universo, los personajes de pueblo, los personajes que yo había conocido en mi infancia, la manera de hablar, el lenguaje. Ese libro de poemas fracasó, escribí dos poemas y después no pude escribir ningún otro que me convenciera, que me gustara. Pero me gusta esto de contar estas escenas de mi propia biografía, y escribí un libro de cuentos, que se llama Niños, una especie de nouvelle, y así me di cuenta de que aparecía algo de esa provincia que yo había dejado ya –porque ya vivía en Buenos Aires– pero que seguía apareciendo y que me seguía interpelando de alguna manera. Y así empecé a escribir un poco más en esa dirección o buscando ver de qué manera todo eso podía volver a traerlo.

—Pero vos dijiste alguna vez que había como un rechazo a la idea de color local.

—Sí, de hecho, cuando yo vivía en Entre Ríos había empezado a escribir ya hacía unos años, no había publicado nada, pero escribía; y mis cuentos de esa época son en no lugares, y los personajes no tienen nada que ver con la provincia ni con lo pueblerino. Porque lo que había leído hasta ese momento era bastante poco, lo que te daban en la escuela, y después, estudiando el profesorado de Literatura, empecé a leer un poco más de entrerrianos que se salían un poco de ese folclorismo, que era lo que a mí me molestaba mucho.

—¿Por ejemplo quién?

—Para mí fue muy revelador Zelarrayán, que tiene una novela que cuando la leí me voló la cabeza y dije ah, pero se puede hacer todo esto con la lengua, con el habla, además del lugar, digamos, de la provincia. Tiene una novela que se llama La piel de caballo, que transcurre en Buenos Aires –porque es un provinciano que vive en Buenos Aires–, pero está absolutamente impregnada de ese sonido de la oralidad y del decir de las provincias.

—Entre Ríos está acá nomás. ¿Vos sentís una diferencia tan grande como para que valga la pena hacer una literatura con eso?

—Sí, hay una diferencia muy grande, porque estamos muy cerca de Buenos Aires, pero nos sentimos más cerca de Uruguay que de Buenos Aires. Los entrerrianos tenemos más que ver con los uruguayos.

—¿En qué cosas?

—En un ritmo interno, me parece, que tiene la provincia y que tiene el Uruguay. Además de que tomamos mates todos, pero creo que tiene que ver, sí, con un ritmo, un quedo, con una manera un poco más relajada o pausada de ver y de entender las cosas.

—¿Vos tuviste una idea de hacer una política no porteñocéntrica?

—Creo que no fue al principio tan consciente, pero con el transcurso de los años y de los libros y del trabajo con la literatura se fue volviendo cada vez más, no solo consciente, sino una postura, una apuesta política a decir bueno, también está toda esta otra literatura que no pasa por Buenos Aires y que tiene un valor enorme. En ese sentido, también armé la librería, que se llama Salvaje Federal y que justamente está focalizada en las editoriales y en las y los escritores de las provincias.

—¿Tenés algunos autores para recomendar de esos que no conocemos porque no salen de esos lugares?

—Sí, sí, tengo varios. Estela Figueroa, que es una poeta santafesina, que a mí me encanta y que está publicada en Buenos Aires, pero ha hecho toda su obra y vive en Santa Fe, y tiene un libro que se llama El hada que no invitaron, que es su obra reunida; después otro libro que a mí me encantó, que lo descubrí en la librería, que se llama Mi hogar de niebla, que es una novela de una poeta entrerriana que murió muy joven, a los veintipico de años, de tuberculosis, y es una novela autobiográfica de su estadía de seis años en una residencia para tuberculosos en Córdoba en los años 30. Emma Barrandeguy, también otra entrerriana, que está en la misma editorial, que es la Editorial de la Universidad de Entre Ríos, que es buenísima y tiene una colección de literatura genial. Después, del Sur, tenemos una poeta que se llama Karina Rita Medina, que también publica una editorial que se llama Tantas ceniza, que tiene bastante publicado de poesía. Caballo negro, de Córdoba, que tiene novelas buenísimas. Incluso hace traducciones. Bueno, esos cruces también nos gustan, apoyar a editoriales que además hagan esa apuesta de traducir. Autores de otras lenguas y publicarlos en las provincias me parece genial.
Fuente: Infobae

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