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Si se tratara de una adivinanza preguntaría cómo se llama un tipo especial de intersección caracterizado porque los tramos de ruta que en ella confluyen se comunican a través de un anillo en el que se establece una circulación rotatoria alrededor de una isleta central.

Si quisiera mostrarme como pedante señalaría, haciendo gala de una erudición inexistente, que la rotonda -porque de eso trata el nombre a acertar- es conocida de esa manera tanto en nuestro país como en Ecuador, Costa Rica, Bolivia, Chile, Colombia, España, México, Cuba, República Dominicana, Uruguay, Paraguay y Nicaragua. Mientras que se la llama glorieta en España, México y Colombia; óvalo en el Perú; redoma en Venezuela o redondel en Ecuador y El Salvador.

Algo que por otra parte viene a mostrar que, aún en una misma lengua, existen varias formas de designar a una misma cosa.

De volverme complicado aludiría a la circunstancia, recién aprendida, que hay varios tipos de rotonda que van desde las falsas rotondas hasta las turbo rotondas que, según se dice, fue un invento de los holandeses, pasando por las rotondas propiamente dichas. Pero no es el caso explicar aquí en qué consiste cada una de ellas.

Es que lo que se me ocurre es que en ese pedazo de ruta que va desde nuestra ciudad a San José, además de la rotonda impecable a la altura del Monumento a Jesucristo, el que parece haberse encogido por la magnitud de su entorno, existe la necesidad de otras.

Comenzando por completar lo que es ahora una semirotonda, por la que se circula siempre con temor a que alguien lo lleve por delante quien se anima a avanzar viniendo de Pueblo Liebig y se lanza en dirección a Colón.

U otra, a la altura del principal acceso a los Altos del Artalaz. Sumando a ellas otras necesarias. . . aunque sin exagerar.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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