A continuación, el texto completo:
A menudo se intenta argumentar el incremento del precio de los combustibles alegando la suba del costo del barril de petróleo en el mercado internacional, como así también que en nuestro país siempre estuvo alrededor de un dólar el precio del litro de nafta.
Ello es relativo y existen varias razones para desmitificar el argumento.
En principio, Argentina es un país que cuenta con petróleo, recurso del que no disponen otros países de la región, por caso: Paraguay y Uruguay, que deben acudir a la importación, con lo cual están sometidos al precio del mercado internacional. Además, cuando el precio del barril de crudo cotiza a la baja, acá no sucede lo mismo, no se traslada esa baja al precio del combustible en surtidor.
Se agrega a lo dicho que en nuestro país la inmensa mayoría cobra en pesos, consume en pesos, paga en pesos; las transacciones en moneda extranjera se verifican en otro tipo de operaciones (ej.: inmobiliarias, vehículos de alta gama, insumos tecnológicos, etc.), pero las visitas al supermercado se saldan en pesos ... En la formación del precio del litro de combustible tiene incidencia un alto componente impositivo; es decir: que el Estado, si administrara racionalmente los recursos que ingresan a sus arcas a través de los impuestos, podría minorar en algo esa carga y proveer una baja que debería repercutir en beneficio del consumidor final en todos los órdenes, pues es sabido que una suba en el coste de naftas y gas oil se traslada a precios.
La incorporación de componentes vegetales es otro factor que no debe soslayarse; Argentina produce biocombustibles a partir del aceite de soja, añadiendo al combustible fósil una proporción entre el 5% - 10%, lo que redunda en menor emisión de gases de efecto invernadero y esas proporciones (5%, 10%) inciden propiciamente en igual medida en las reservas de petróleo.
En nuestro país se encuentran instaladas plantas de producción de este recurso energético en seis provincias (Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires, La Pampa, San Luis y Santiago del Estero). Y a ello podría sumarse la producción de bioetanol a través de la caña de azúcar, que es otra alternativa desairada, cuando en varios países del llamado primer mundo es de práctica habitual y constante, comprobados los beneficios que su uso trae aparejados.- Por razones nunca bien explicitadas, estas opciones (biodiesel, alconafta) han sido desdeñadas, cuando debieran estimularse; seguramente, poderosos intereses económicos han conspirado para que ello suceda; la producción de estos componentes vegetales trae apareados múltiples beneficios, entre ellos: fortalecimiento de la industria nacional, crecimiento de las comunidades donde se producen, generación de puestos de trabajo directos e indirectos, saldos exportables que inciden positivamente en el ingreso de divisas.
Otro tema a considerar es Vaca Muerta, en Añelo, provincia de Neuquén. Los estudios llevados a cabo indican que es la segunda reserva de gas del mundo y la cuarta de petróleo, estimándose como factible duplicar la producción de crudo en breve plazo, con posibilidad comprobada de alcanzar una producción de un millón de barriles diarios, generando exportaciones por 18 mil millones de dólares anuales a partir de 2026, y un superávit en la balanza energética superior a los 12,5 mil millones de dólares. En lo tocante al gas, el país alcanzaría su autoabastecimiento y –también en el corto plazo- convertirse en exportador a la región para posteriormente exportar al mundo; es un recurso estratégico que no puede ni debería despreciarse.
En orden a las energías renovables, Argentina también ha sido favorecida por la naturaleza. En la inmensidad patagónica los vientos proveen el elemento base para su generación y en el país se pueden desarrollar los recursos tecnológicos para la fabricación de los generadores; es un medio sustitutivo de los combustibles fósiles (perecederos) con alta incidencia en la preservación del medio ambiente y sensible baja en los costos de producción, abasteciendo a la industria.
Respecto al aprovechamiento de la energía solar para generar electricidad, que se incorpora al sistema de interconexión nacional, las zonas andina y de Cuyo ofrecen condiciones óptimas para su generación; con la asistencia técnica del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), el país puede producir para abastecer a bajo costo al consumo domiciliario y, especialmente, a poblaciones rurales aisladas, emprendimientos productivos (PyMES), grupos de viviendas, puestos sanitarios, destacamentos policiales, escuelas rurales y territorios donde haya asentamientos humanos alejados de los grandes centros de concentración poblacional.
Conclusión: considerando lo dicho, Argentina no debería sobrellevar el padecimiento de la provista de energía, con costos preocupantes; muy por el contrario, planificando, estimulando, desarrollando y con un idóneo control estatal, priorizando los intereses nacionales, debería abastecer a particulares e industria, a costos razonables y con saldos exportables para revertir las cuentas con un ingreso sostenido de divisas.