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La posición de ciudadanos capitalinos en relación con la presencia de personas del llamado “interior”, y la posición de los urbanos en torno de los campesinos, y viceversa; esas escalas y esas categorías merecen nuestra atención, tanto como la relación entre personas que viven en nuestro mundo y en el denominado “primero”.

Decimos capitalinos y nos incluimos, decimos urbanos y nos incluimos, para advertir que las críticas que vienen a continuación nos involucran. Haremos una autocrítica.

Muchos de los que vivimos en Paraná, es cierto, venimos de zonas distantes, urbanas, periurbanas o rurales. Eso puede ayudar a veces a mirar las cosas desde ángulos diversos.

DIVISIONES VARIAS

Los partidos políticos dividen. Y no son exclusivos en eso. Las capitales también suelen imponer una distancia y atropellar. Debemos estar muy advertidos, para no reproducir desde Paraná (capital) esas arbitrariedades que señalamos. Esa mirada desde arriba.

De la misma manera que la comunidad naturaliza aberraciones ambientales, también naturaliza la prepotencia de Buenos Aires en todos los órdenes. Los medios masivos, la política, las corporaciones, el capital, las universidades, son ejemplos claros, y también ocurre esa tendencia en organizaciones sociales. Por derecha y por izquierda, Buenos Aires no puede curarse de su pretendida condición de hermana mayor, o algo así, que le inculcaron los sectores unitarios, concentrados, oligarcas y de la alta burguesía.

No se cura Buenos Aires, y no se curan los habitantes del interior que naturalizan el racismo porteño.

Que en Buenos Aires hay millones de personas honestas, meritorias, buenas, estudiosas, amigas, es una obviedad. Todos tenemos un hermano, un primo, un amigo allí, compañeros formidables y reconocemos personas notables, talentosas, esforzadas. También es cierto que muchos de sus barrios están habitados por entrerrianos, correntinos, santiagueños…

El problema es el régimen oligarca sostenido por la alta burguesía que le sirve. Ese régimen que tiene una pata encima de las regiones.

José Artigas lo advirtió, pero desde su derrota la fiebre no cede.

PORTEÑOS GENEROSOS

Con Artigas no queremos el predominio del puerto de Buenos Aires ni queremos allí la capital. Hace doscientos años sospechábamos ya que eso serviría para consolidar el patronazgo de Buenos Aires, y así ocurrió nomás.

Cualquier gobierno que desee ganarse las simpatías de los entrerrianos deberá anunciar el traslado de la capital. Hace poco lo intentó Raúl Alfonsín, sin éxito, ya vendrá el próximo.

Días atrás, un diario de Buenos Aires publicó una notita bajo este título: “Porteños generosos, permiten que otros usen sus hospitales”.

Los periodistas de El Miércoles, de Concepción del Uruguay, hicieron dulce con el tropezón porteño, y con razón. Esa nota tiene un contenido muy ilustrativo, desnuda los prejuicios de no pocos porteños, la altanería de ciertos sectores, la ignorancia.

El federalismo y el interior son, para no pocos sectores de Buenos Aires, notitas de color, cuando no reacciones conservadoras…

Debemos subrayar esto: con la invasión europea, entre españoles y portugueses venían sin dudas personas buenas y no tan buenas. Lo que cuestionamos de entonces, como de ahora, es el régimen.

El llamado interior paga el tren que usa Buenos Aires, paga el avión que usa Buenos Aires, paga los subsidios en los servicios, y a veces produce energía y la paga aquí más caro que en Buenos Aires.

Acá es más cara la nafta, es más caro el cole, es más cara la comida, y los sueldos son más bajos. ¿Tan difícil será comprender las causas del éxodo de las familias del litoral?

En momentos de crisis, cuando varias regiones fueron forzadas por Buenos Aires a emitir moneda propia, Buenos Aires sólo reconoció paridad con uno solo de los bonos: el de…. la provincia de Buenos Aires. Mientras, las regiones se morían de angustia y violencia. ¿Cuántos levantaron su voz contra esta manifestación del racismo?

Y siguen los ejemplos: todos los argentinos ponen mucho dinero en medios de prensa, pero casi todo se invierte en sueldos e insumos de Buenos Aires.

LA MEDIACIÓN

Días atrás se concretó un encuentro ambiental importante en Paraná. Dos jornadas. En la primera, todos los entrerrianos escuchamos y aplaudimos a personas de afuera, muy valiosas y generosas, sin dudas, estudiosas y comprometidas. El segundo día, quienes viajaron de Buenos Aires se marcharon todos. Los entrerrianos quedaron solos. Cuando los vecinos de Colón, Concordia, Concepción, Chajarí, Gualeguaychú, Cerrito, Victoria, Paraná, quisieron aportar datos y puntos de vista, se entendieron entre ellos. Lo que a Buenos Aires le sobra de boca le falta en orejas.

¿No deberemos, los paranaenses y porteños, escuchar mejor a los concordienses? ¿No deberemos los urbanos escuchar mejor a los campesinos?

Lo que ocurre en el poder, en los medios masivos, en los partidos, también en sectores sociales más abiertos y en sindicatos.

No es un defecto sólo de Buenos Aires sino de las capitales. Quienes vivimos en Paraná tenemos a mano legisladores, ministros, corporaciones, medios masivos, todo nos queda cerca, en referencia al poder regional. Eso nos da privilegios, y debemos ser conscientes, para abrirnos.

Lo de la cumbre es una tontería, sería un comentario sin relevancia si no fuera por el marco más o menos naturalizado.

Así como los partidos lograron imponerse para que las actividades políticas pasen por ellos, como si fueran embudos, Buenos Aires se impone para que las noticias, el arte, los intercambios, el transporte, pasen por allí, por ese colador. Buenos Aires mastica, rumia, y selecciona. Los entrerrianos se entienden con Formosa a través de Buenos Aires, los correntinos se entienden con Santiago del Estero a través de Buenos Aires, y hay que ver cuánto de genuino se pierde en el camino, en la mediación, cuánto diálogo posible se ve interrumpido por extraños.

LA LÓGICA SE REPRODUCE

Buenos Aires corta y reparte la torta, qué novedad, y el interior naturaliza. Es una de las zonceras argentinas. Falta que los porteños vuelvan a decir, ya sin vueltas, que a Buenos Aires le conviene replegarse, según las burlas de Arturo Jauretche en otra de las zonceras. Hoy Buenos Aires ya no dice que el territorio sea demasiado grande, como en tiempos de los “próceres” unitarios, se repliega y deja las manos abiertas para recibir, abre las colectoras, esas zonas de sacrificio donde sacar granos, gas, metales. Cuando le sobra un peso, paga deuda fraudulenta sin consultar y sin investigar.

Los sueldos de aquí son menores, y cuando a nuestros gobiernos les falta dinero para cubrir sus obligaciones, cargan más impuestos sobre nuestros bolsillos, no exigen un reparto justo y equitativo.

En la Argentina todos somos iguales, pero en la ciudad de Buenos Aires las escuelas pueden gozar de calefacción y en Entre Ríos no.

Y pensar que en las próximas elecciones deberemos elegir entre bonaerenses y porteños…

No faltan sindicalistas de acá que, enfermos de unitarismo, propongan más impuestos y no mejor reparto, en el colmo de la colonialidad acrítica.

Todos pagamos los sindicatos, desde la cabecera de los sindicatos mandan materiales a las provincias hechos en… Buenos Aires, con gente de… Buenos Aires.

Es decir, el dinero del estado queda en Buenos Aires, pero también agrupaciones sociales como los sindicatos reproducen la lógica.

No estamos señalando personas sino estructuras, y nuestra candidez a la hora de comprender.

Un militante de la salud ambiental fue a dar una charla a una localidad entrerriana de sólidos vínculos con la producción primaria. Para “romper el hielo”, dijo que había pasado por un campo de trigo y sólo pensaba en el genocidio que esos productores estaban cometiendo…

Venía de Buenos Aires a sembrar no conciencia sino culpas. ¡Qué fácil!

A GOLPEARSE EL PECHO

La capitalidad y la urbanidad suelen ser malas consejeras.

La cabeza del capital financiero está allá, la cabeza del capital político, mediático, electoral, y la puerta de entrada del colonialismo. Pero Buenos Aires cumple con todos los roles del abusador: a la vez que se impone, crea culpas.

Las ventajas de Buenos Aires han enfermado a la Argentina de macrocefalia. Si los entrerrianos se han marchado por décadas es porque allá hay trabajo, servicios, oportunidades, y aquí no. Pero parece que los pocos que quedan aquí tienen que vivir golpeándose el pecho.

El régimen cierra todos los caminos, y cuando alguien encuentra un aliento, zas: el dedo acusador.

Hoy, esa persona que acusaba ligeramente de genocidas a pequeños productores trabaja para Tomkins… ¡Qué fácil!

Pasa algo parecido en Paraná. Veamos este ejemplo. Hay campesinos de historias milenarias en la provincia, sea con apellidos criollos o gringos. Todos con influencias antiguas en la red de conocimientos. Han vivido como campesinos, conocen los mil oficios, las mil vicisitudes del campo.

La vida urbana y la vida rural son complementarias, ni mejores ni peores. Entre ambas dan una cierta armonía en tanto la ciudad no se convierta en una cárcel de cemento y violencia de toda índole.

Son vidas muy distintas. Sin embargo, nos ha tocado participar en encuentros ambientales, y de profesionales, hablando de producción y alimentos con cero presencia de campesinos.

Si miramos la constitución de esos encuentros, estamos ante personas con sueldos, obra social, vacaciones, contactos, llegada, micrófono. Es probable que un campesino no tenga nada de eso.

LA PARTIDOCRACIA

Los partidos políticos suelen ser fuentes de discordia, antes que de labor común. Lo comprobamos, por si hacía falta, en una época en que viajábamos por distintos municipios en nuestra labor periodística. Todos los radicales en la oposición pensaban que los gobiernos comunales peronistas eran ineficaces y chorros, todos los peronistas en la oposición pensaban que los gobiernos radicales eran ineficaces y chorros. No había excepciones. Y por vueltas que le diéramos al asunto, no daban las cuentas: no podía ser que siempre la oposición fuera buena y el oficialismo malo, en cualquier circunstancia.

Habría que ver si la partidocracia es compatible con los saberes tradicionales de este suelo, la complementariedad, el comunitarismo, la inclinación ante la Pachamama, la armonía.

Claro: si concluyéramos en que la partidocracia es parte del problema, eso no descalificaría a mujeres y hombres abnegados que trabajan honestamente en partidos.

Del mismo modo podemos decir que la escuela, concebida como está, no sirve al conocimiento y a la emancipación, y no por eso descalificamos a los maestros.

Capital e interior, campo y urbe, partidos y comunidad: tal vez si tomamos conciencia de la unidad que subyace a las diferencias, y volvemos al principio de complementariedad, podremos curarnos de la discriminación negativa, las arbitrariedades y el racismo.
Fuente: Diario Uno

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