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La producción de arándanos, también conocidos como blueberrys, llegó a la Argentina en la segunda mitad de los ‘90, con la mira puesta en abastecer al mayor consumidor mundial, Estados Unidos, y a Canadá, el segundo. El auge por este cultivo fue creciendo en el país mientras se le buscaban sus mejores tierras y variedades, tratando de aprovechar la producción en contraestación para llegar a los países norteamericanos en agosto, cuando allá se quedan sin producción propia.

Este esquema de negocio llegó a su cénit en 2008, cuando la Argentina exportó cerca de 20 millones de kilos. El país se abría camino detrás de Chile, que había picado en punta y era por entonces el primer productor de Latinoamérica.

El asunto fue que mientras acá las cosas se complicaban (inflación, desdoblamiento cambiario a partir de 2011, esquemas impositivos, retenciones, etcétera), la competencia, como suele suceder, no se quedó quieta y otros países también aumentaron fuertemente su producción, particularmente Perú, que se convirtió en el mayor exportador mundial. De acuerdo con un trabajo del INTA, entre 1995 y 2015, la producción mundial de arándanos se triplicó, al pasar de 23.600 a 66.400 toneladas.

“Al desarrollarse de manera exponencial en el mundo, los precios de los arándanos cayeron”, dice Alejandro Pannunzio, presidente del Comité Argentino de Arándanos (ABC, por sus siglas en inglés). Según un trabajo elaborado por la Dirección de Producción Agrícola con datos del INDEC, el valor de los arándanos frescos exportados bajó de 7.328 a 4.790 dólares por tonelada entre 2010 y 2019.

Así, lo que en un principio era rentable despachar en avión, tuvo que empezar a enviarse en barco para tener la rentabilidad. Esa sustitución del flete, a su vez, requirió lograr cambios en la vida útil de la fruta, que ahora había que estirar, y en la fecha de cosecha, que había que anticipar, lo que implicó nuevos aprendizajes agronómicos acerca de este arbusto, con altos costos asociados a los fracasos.

De las 4.650 hectáreas que se llegaron a cultivar con arándano en 2008 en el país, hoy hay menos de 2.700. Cerca de la mitad está en el NOA (Tucumán y Salta), un 40% en el NEA (Corrientes y Entre Ríos), y el resto en el Centro (particularmente, Buenos Aires). De aquellos 20 millones de kilos que se exportaban, en 2020 se despacharon cerca de 11 millones. Los principales mercados externos siguen siendo Estados Unidos y Canadá, con 67%, y Europa, con 27%, mientras el resto se distribuye entre varios países, cada uno con sus requisitos.
Mercado interno en alza
Toda esa mutación del negocio dejó a muchos jugadores afuera, mientras los que quedaron empezaron a reenfocar la estrategia exportadora inicial. El consumo en la Argentina era ínfimo: unos 50 gramos por habitante por año, contra 1,25 kilos en Estados Unidos. Así, los productores comenzaron a volcar más producción al mercado interno, lo que empezó a reflejarse en los precios muy accesibles del arándano en los momentos de plena cosecha (entre octubre y noviembre). Para fomentar el consumo local, hace cinco años que presentan la campaña #MejorConArándanos.

La pandemia colaboró en la mayor ingesta. Mariano Winograd, presidente de la filial argentina de 5 al Día, organización que busca mejorar la ingesta de frutas y verduras, dice que si bien no se dispone de estadísticas precisas acerca de incrementos del consumo fruver durante 2020, “todos los profesionales del sector la estiman en no menor al 20% en relación con el año 2019”.

Pannunzio dice que el año pasado se vendieron en la Argentina cerca de 3,5 millones de kilos de arándanos, mientras que las exportaciones, de acuerdo con el INDEC, alcanzaron casi 40 millones de dólares, un tercio menos que en 2019.
Mano de obra intensiva y temas pendientes
En 2020, según datos del ABC, se logró mantener estable el volumen de producción de la Argentina en torno de 18 millones de kilos, entre exportación, consumo interno e industria. Sin embargo, los desafíos siguen siendo grandes, empezando porque en fruticultura el que no invierte desaparece y en el país no hay crédito ni políticas de apoyo al sector.

No solo eso. Los arándanos se cosechan manualmente, de a uno, y se empacan a la noche, para evitar el calor. “No creo que haya otro cultivo que tenga mano de obra tan intensiva como nosotros”, dice Pannunzio.

“La fruticultura no tiene un marco laboral apropiado: la gente que percibe beneficios sociales no quiere trabajar porque los pierde y son personas con muy pocos recursos de todo tipo. Nuestra propuesta es que a quienes reciben esas prestaciones se las mantengan cuando vienen a cosechar, son personal temporario”, explica. Entre el NOA y el NEA, la producción de arándanos emplea más de 20.000 personas entre cosecha, empaque y empleados permanentes.

Además del marco laboral, existen otros problemas: “Tenemos costos casi insalvables: con este nivel de inflación nos devuelven el IVA Compras un año y medio después. Es un costo, más allá del costo del impuesto inflacionario y el atraso cambiario”, sostiene el directivo.

Habrá que esperar si al menos la normativa laboral se resuelve para encarar el grueso de la cosecha de este año, que todavía es pronto para pronosticar.
Fuente: iprofesional

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