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2017: dan clases bajo un árbol en Santa Elena.
2017: dan clases bajo un árbol en Santa Elena.
2017: dan clases bajo un árbol en Santa Elena.
“Yo no me veo dando clases hasta los 60 ó 65 años. No llego”. La frase la dijo Lucía, docente en tres escuelas secundarias de Concordia. Hasta ahí sus palabras sonaron al pasar, en medio de un cumpleaños, entre amigos y familiares. Pero algo hizo notar, a los presentes, que su reflexión estaba yendo hacia un lugar importante. Fue, en definitiva, a la raíz de un problema central en Entre Ríos.

¿Cómo garantizar la sostenibilidad del sistema previsional provincial? ¿De qué manera resolver esa consigna que el mismísimo gobernador, contador de profesión, propuso encarar al hablar ante la Asamblea Legislativa, este sábado? Aquí un desafío más, que no pretende abordar la cuestión contable, sino hacerlo desde la perspectiva humana.

Es que lo que dijo la profesora, en esa charla a la que asistí el fin de semana, marcará en gran parte el termómetro de la discusión, al menos cuando se realice con los representantes de los trabajadores públicos (empleados en oficinas, cuadrillas de calle, servidores públicos y educadores, entre otros). ¿Qué dirán los sindicatos cuando sean convocados a ese espacio multisectorial que prometió abrir el contador Bordet? Hablarán de números, de la lucha para conseguir lo que hoy es Ley de Régimen Previsional y lleva el número 8732 y se discutirán privilegios, todo ello con la palabra ajuste dando vueltas.

¿Pero habrá espacio para analizar la modificación que fuese desde una perspectiva humana? Porque el desafío, desde luego, no será sólo que los números cierren y no siga sucediendo lo que irremediablemente amenaza con llevar a la Caja de Jubilaciones de Entre Ríos a “volar por los aires en diez años” (frase poco técnica pero bien elocuente que dijo el propio Bordet).

Volvamos, entonces, a lo que dijo la docente que no se imagina dentro de un aula hasta cumplir al menos 6 décadas de vida. “¿Por qué no llegas?”, fue la pregunta ingenua pero necesaria que le hice. “Y porque como están hoy las escuelas y los gurises cada vez más insoportables, me enloquezco”, explicó recurriendo a una frase también poco técnica como lo hizo el mandatario entrerriano.

Ir de un lado a otro y a otro más, casi a diario en su caso, agota. Y es razonable comprender que, a sus 39 años, no avizore con optimismo seguir ese ritmo por otros 21 ó 25 años. ¿Está en contra entonces de que, una considerable solución a las inequidades actuales, sea elevar la edad jubilatoria? No, de ningún modo. Lo que está diciendo, casi gritando, es que no se puede elevar la edad jubilatoria mientras que, por el contrario, las condiciones laborales de buena parte de los trabajadores en relación de dependencia con la Provincia siguen bajando.

Dicho de otro modo, es cierto que las expectativas de vida de hombres y mujeres aumentaron tanto como las posibilidades de emprender nuevos proyectos, de tener un futuro diferente al conocido hasta el momento incluso después de los 50 años. Pero también es verdad que un docente, por el caso de nuestro ejemplo como también lo puede ser un policía o una enfermera, atraviesa exigencias, condiciones laborales y entorno muchas veces desfavorable que no le prolongan su vida laboral en ese ámbito. En muchos casos, la limita, la agota física y mentalmente, la lleva hasta el hastío.

Y por si no quedó claro, va de nuevo: reformar un sistema que hoy tiene con un creciente déficit a la Caja de Jubilaciones no podrá ser sólo en términos numéricos. No alcanza con decir: para que las cuentas cierren, y teniendo en cuenta que mundialmente la esperanza de vida ha crecido, tenés que trabajar en el mismo lugar pero por unos cuantos años más. Grosso error será agotar el debate allí.

Podrá, entonces, ampliarse desde una normativa la cantidad de años que se deberá prestar servicio activo al Estado entrerriano pero, implícitamente, tal modificación deberá estar atada a otros cambios para que el trabajo se vuelva digno y no insoportable como el caso de la docente en cuestión.

No es menos cierto que, desde otras actividades laborales, la mirada le añade un condimento: jubilarse a los 50 y poco es impensado. La proyección de su vida laboral se extiendo bastante más allá por lo que esa experiencia también debe sopesarse cuando los sindicatos estatales planteen sus exigencias. Una mirada amplia debe incluir a propios pero también a los que están al lado.

¿Cómo mantener por 40 años con plena energía propositiva, dispuesto a encarar nuevos proyectos y con optimismo a todos aquellos que hoy mismo con 25 o 30 años no encuentran prácticamente motivación ni condición alguna para seguir en actividad? Es el otro desafío que también vale la pena poner sobre la mesa de discusión.
Fuente: El Entre Ríos.

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