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El niño llegó como todos los días a la escuela Nº 44 Nuestra Señora de Fátima, de Santa Elena, departamento La Paz. Allí fue que la maestra Carina Berón lo vio caminar diferente durante el recreo y cuando lo observó mejor vio que tenía zapatillas demasiado grandes para su talla, que estaban rotas, que no tenía medias y sus deditos morados se asomaban por los agujeros.

Lo llamó. Hablaron de varios temas hasta que pudo preguntarle por qué usaba ese calzado. El chico le dijo que eran las zapatillas de su hermano. "Me la presta para venir a la escuela", dijo y conmovió con su respuesta a la docente.

"A veces estamos tan focalizados en nuestras cuestiones que nos olvidamos de los demás, de ellos, del futuro. No podía verlo jugar con las patas congeladas sin hacer nada, y entre todos le compramos medias y zapatillas. Verlo entrar al aula emocionado ante el aplauso de sus compañeros, no tiene palabras", expresó Carina Berón, la maestra que coprotagonizó esta historia mínima que, seguramente, se repite en muchas aulas de muchas escuelas públicas del país.
El momento de la sorpresa
Todo transcurría como cualquier día corriente, pero el niño fue llamado a Dirección. Allí le entregaron una bolsa con una caja, que contenía sus zapatillas nuevas. Negras, flamantes y calentitas. También había unos pares de medias. El chico agradeció y se las calzó. Cuando regresó al aula sus compañeros lo aplaudieron y todos festejaron el gesto.

Fue tan grande la emoción que olvidó las zapatillas viejas en la Dirección. Entonces fue a reclamarlas. ¿Seguro las querés llevar?, le dijo la maestra; "Sí seño, son de mi hermano, y él también la necesita", fue la respuesta.
La necesidad y la enseñanza
La maestra publicó la historia en las redes sociales: Ayer pudimos observar que un niño asistía a la escuela con unas zapatillas grandes, con agujeros abajo y sin medias, sus pies tocaban el frío y húmedo piso a cada paso que daba y me detuve a observarlo, jugaba feliz en el patio de la escuela y al preguntarle si tenía frío me dijo sí, pero mi hermano que me prestó las zapatillas quedó en ojotas seño, eso es peor. Cuánta enseñanza en tanta necesidad, no pensó en él sino en su hermano a pesar de tener los pies morados de frío. Un alma generosa donó las zapatillas para este niño y su cara de agradecimiento y felicidad fue la mejor imagen que me quedó. Sólo debemos mirar al otro y ayudar, no necesitamos saber más que poder ver su realidad sin preguntar. Buen finde, primero los niños siempre.
Fuente: Uno Entre Ríos

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