Los días 4, 11 y 18 de diciembre, siempre lunes, llegaron al edificio escolar y se encontraron con malas noticias: durante el fin de semana habían ingresado los “amigos de lo ajeno”. La secuencia se completa con la misma rutina: primero la bronca e impotencia, después la denuncia formal en la policía (sin que la fuerza haya mostrado eficacia alguna para dar con los autores), y finalmente sacar dinero de la venta de rifas, pizzas y otros beneficios para reparar algo de lo dañado, porque en medio de la transición la Departamental de Escuelas responde que no dispone de fondos. ¿Hasta cuándo podrán aguantar que la historia se siga repitiendo?
El día de la Colación, sin agua
El lunes 4 de diciembre fue la tan esperada Colación de secundaria. Pero la escuela amaneció sin agua. ¿Qué había pasado? Se habían robado una llave de paso que estaba arriba del techo, en la salida del tanque. También habían forzado una reja de los baños para llevarse las canillas de los lavamanos, el pulsador de un mingitorio y otras 4 canillas de piletas externas.
Los directivos de la escuela, ante la emergencia por la falta de agua en baños y cocina, lugar clave para el comedor, apelaron a fondos propios (conseguidos vendiendo fideos, plantines, rifas, pizzas, ferias de ropa, etc.) para pagar el servicio de plomería. Desde Departamental de Escuelas habían respondido que sobre el final de la gestión ya no había presupuesto disponible para costear nuevos trabajos y que el personal estaba finalizando tareas en otros establecimientos.
Ahí no termina la historia. Durante el fin de semana siguiente, otra vez los ladrones visitaron la ROU, para robarse la única canilla que había quedo en los baños y que, en la anterior “excursión delictiva”, no habían podido desprender.
En esta nueva “visita” no autorizada, forzaron una puerta intentando entrar a la biblioteca. La cerradura quedó dañada y de allí en más cuesta abrir y cerrar la puerta.
Así las cosas, los directivos siguieron afrontando gastos como sea para paliar las consecuencias de los reiterados asaltos. Por caso, hicieron soldar una reja y compraron un candado nuevo. Todos gastos costeados con los dineros que originariamente habían sido recaudados por la comunidad educativa para otros propósitos.
Como corresponde, la escuela denunció los robos ante la Policía de Entre Ríos. Efectivos fueron al establecimiento en la primera ocasión, pero la investigación no parece haber avanzado. Que se sepa, no hubo allanamientos.
Y como no hay dos sin tres, ayer lunes 18 de diciembre, al llegar a la escuela se encontraron con que otra vez había sido asaltada. Forzaron otra reja, rompieron una persiana y se llevaron un reflector que estaba en la galería.
La preocupación en la institución es mayúscula, no sólo por lo ya sucedido sino por lo que ocurra de aquí en más, cuando empiecen las vacaciones. Temen que la escuela sea, como los últimos fines de semana, algo así como una “zona liberada” para robar y romper.
¿Habrá algún fiscal que se cargue sobre sus hombros la tarea de investigar los hechos y procurar, con el auxilio de la fuerza policial, devolverle a esta escuela un mínimo de tranquilidad?
