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"Que se prepare todo el pueblo de Venezuela, la clase obrera, los trabajadores, todos los gobernadores y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Somos felices, la Venezuela bella, la que sí puede. Por un lado el trabajo y el estudio, y por otro la rumba (fiesta)", clamó Nicolás Maduro para anunciar que desde ayer Venezuela adelanta oficialmente la Navidad.

El sorprendente anuncio en un país abatido social y económicamente forma parte del plan ideado por el chavismo para inmunizarse ante el efecto contagio de las protestas en la región, visto desde Caracas como un aliado indispensable para mantener el poder al precio que sea. Además de las "Navidades Felices", como se denominan, herederas directas de la "Chavidad" inventada por Hugo Chávez al final de su mandato, la revolución bolivariana ha desplegado una batería de acciones para apaciguar los ánimos con sus herramientas más habituales: persecución política y amenazas contra diputados y contra el entorno del presidente encargado, Juan Guaidó, además de usar las negociaciones con grupúsculos opositores para profundizar las diferencias entre los sectores políticos contrarios al chavismo.

El viaje a Baku para entregar la presidencia de los Países No Alineados ("¡Llegué victorioso!", resumió Maduro al bajar del avión) y las revueltas continentales se han confabulado para provocar la euforia presidencial. "Nos emociona que los pueblos en las calles digan constituyente. Sabemos que es el camino de América Latina, la democracia participativa y la libertad de los pueblos", confesó emocionado el "hijo de Chávez", quien en 2017 impuso una Asamblea Constituyente revolucionaria para bloquear al Parlamento democrático.

Una cosa es el plan bolivariano y otra, muy distinta, la realidad. "¿Navidad? Aquí no tenemos nada que celebrar, pero si ni siquiera tenemos esperanza", resume la quiosquera Alsira G. en el barrio caraqueño de Santa Mónica, clase media que subsiste a la caza de los billetes verdes americanos en un país dolarizado. Hasta las hallacas, el plato navideño favorito, se comprarán este año con dólares.

Sabedor de la importancia de las tradiciones, Maduro ya ha anunciado una inversión de 11 millones de euros para la importación de perniles de jamón, otra de las liturgias gastronómicas de los venezolanos. Entre 2015 y 2018 el "presidente pueblo" ha fallado estrepitosamente en la distribución navideña de los perniles, acusando a EEUU, Colombia y hasta al gobierno de Portugal de su propio naufragio.

El líder chavista también ha anunciado la entrega del bono "Venezuela Victoriosa" para los "patriotas" que poseen el carnet de la patria, herramienta de control social y político. Los elegidos recibirán 75.000 bolívares, algo más de tres euros al cambio del día.

Maduro intenta, una vez más, anestesiar la realidad con promesas, mientras en paralelo fustiga cualquier signo de rebeldía. El diputado opositor Juan Pablo Guanipa ha pasado a la clandestinidad tras ser acusado de ocho delitos y convertirse en el parlamentario número 20 a quien se arrebata de forma ilegal su inmunidad. La batería de acusaciones es muy bolivariana: traición a la patria, conspiración, instigación a la insurrección, rebelión civil, concierto para delinquir, usurpación de funciones e instigación pública a la desobediencia de las leyes y al odio.

Guanipa es el líder opositor en el estado petrolero de Zulia, que vive más cerca de la Edad Media que del siglo XXI. Esta región fronteriza con Colombia sufre apagones constantes, un calvario eléctrico que se multiplicó desde marzo y que incluye racionamientos por horas y bajones de energía. Las fallas son continuas en el servicio del agua, los teléfonos funcionan a duras penas y las colas kilométricas ante las gasolineras se llevan días de paciencia. Las pocas industrias que trabajan lo hacen como si se tratara de servicios mínimos y los comercios muestran sus escasas mercancías sólo unas horas al día.

Un panorama apocalíptico y abrumador que supera con mucho las realidades que han provocado protestas en otros países de la región, pese a que estas se repiten a pequeña escala todos los días. La última encuesta de Consultores 21 revela que el 81% de los venezolanos cree que hay razones para protestar.

Y muchos lo hacen. Esta semana las enfermeras en huelga fueron reprimidas por los paramilitares chavistas, armados y dispuestos a disparar para mantener la paz que predica el gobierno. El paro de los profesores fue seguido en el 85% de las escuelas, lo que ha provocado que el oficialismo confeccione la lista de los maestros rebeldes.

"A los guarimberos [manifestantes]guaidosistas [seguidores de Guaidó]lo que les queda es la cárcel", advirtió Maduro, quien a la vez no duda en denunciar a las policías de Ecuador y Chile. En Bolivia también cambia el guión: "Evo está enfrentando un golpe de estado oligárquico-imperialista. ¡Pueblos del mundo, a levantar sus voces en apoyo de Evo!".

Represión y persecución para que no se prenda la protesta otra vez, junto al ventilador del desánimo político. La mesa de diálogo abierta con grupúsculos disidentes de oposición, encabezados por el diputado Timoteo Zambrano, político cercano al exjefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, avanza a paso de morrocoy (tortuga venezolana) con el objetivo final de socavar la quebradiza unidad de la oposición.

"La situación social está en fase de pre-ebullición y esto lo sabe perfectamente el gobierno y, especialmente, las fuerzas armadas", asegura el politólogo Piero Trepiccione, quien forma parte del think tank de los jesuitas.

"Este viernes, sábado y domingo vamos a arrancar con rumba [fiesta]", afirmó Maduro para dar inicio a sus Navidades Felices. Una fiesta fantasma en un país que resuelve cada día a golpe de inventos, pese a contar con las mayores riquezas en petróleo, oro, diamantes de todo el continente.
Fuente: El Mundo

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