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La clase política dominante de la época, integrada por intelectuales y hacendados, percibe que la agricultura no podría ser llevada adelante por la población natural del país por su manifiesta incompetencia para la labor. Por eso deciden recurrir a la población europea mediante distintos beneficios fiscales. En efecto, durante la segunda mitad de la década de 1850 se crean las primeras colonias agrícolas en la Confederación.

El arribo al poder de un conjunto de hombres europeístas, creyentes en la libre empresa, conocidos como la generación del 80, incentiva entonces la gran inmigración al país mediante beneficios impositivos a los colonizadores y subvenciones a los inmigrantes.

La fundación

Héctor de Elía, miembro de una antigua y aristocrática familia rioplatense, se aboca a la compra, fraccionamiento y colonización de diferentes terrenos rurales en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. En su misión colonizadora, en 1889 funda Colonia Elía en unos campos de la familia y en 1890 Colonia Elisa, en el Departamento Colón, al este entrerriano. Rápidamente sus lotes son adquiridos por inmigrantes del arco alpino e hijos de inmigrantes de otras colonias, principalmente los de la vecina San José.

La fertilidad del territorio y la baja tasa de interés del contrato convierten en propietarios en menos de cinco años al conglomerado colonizador conformado en su mayoría por piamonteses y en menor cuantía por suizos, saboyanos y belgas.

Más tarde, la Colonia Elisa prevé un núcleo urbano de cien hectáreas denominado Villa Elisa, en honor a la esposa del fundador, Mary Eliza Dickson Keen, y cuyas calles honran a los próceres de los cuales desciende el fundador y a los líderes políticos a los cuales adscribía, como Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca.

Primeras actividades productivas

Por estos tiempos, Colonia Elisa tiene entre sus actividades económicas a la agricultura como la principal. En este sentido, fructíferas cosechas de trigo y lino le permiten al colono, en menos de tres años, saldar el total de los créditos para con su colonizador.

Vital y loable es don Héctor de Elía en esta etapa, quien provee a los colonos de semillas, arados, bueyes, instrumentos de labranza y de manutención para que se produzca el rápido despegue económico y financiero de Colonia Elisa.

Centros de inmigración

Media década antes del centenario local, la comunidad civil organizada se alista para el ansiado reencuentro con los primos europeos, descendientes de los inmigrantes. Las barreras idiomáticas deben ser franqueadas, los elisenses deben prepararse para alojar a los europeos y darles la bienvenida a la gran fiesta que sería el centenario de la ciudad.

Herederos de esta gesta como consolidación institucional son el Centro Saboya Argentina y el Centro Piamontés, los cuales nacen en 1990 para difundir y pregonar los valores culturales de Saboya (Francia) y Piamonte (Italia). En tanto, el nuevo milenio ve el nacimiento de la Asociación Valesanos, la cual nuclea a los descendientes de ese Cantón de la Confederación Helvética.

Actualmente, las instituciones ofrecen, a bajo costo, diferentes talleres de idiomas, canto, danzas típicas, manipulación de instrumentos musicales y excursiones. Asimismo, llevan adelante conmemoraciones de las festividades patrias de cada país con actos y encuentros de camaradería.

Festival Provincial de Danzas Argentinas e Inmigrantes

En 1989, un conjunto de ciudadanos que se nuclea en la comisión municipal de cultura, ve la necesidad de programar un evento en el que puedan exhibir los avances y logros de los distintos talleres de danzas de la comuna.

La visión certera del profesor Raúl Ricardo Olivera y la ayuda denodada de destacadas damas del ámbito local produce el despegue de algo que humilde en sus inicios va tomando las dimensiones de un verdadero festival que es vidriera de la cultura y permite conocer los logros y avances de otras ramas del ámbito artístico.

Simbología pública

Por la iniciativa del sacerdote Juan Esteban Rougier y la colaboración técnica del artista santafesino Andrés Mirwald se emplaza en el centro de la ciudad una obra escultórica que rescata del olvido a la gran masa de colonos y labradores que vivieron en el ejido en comunión con la tierra y amalgamaron en su incesante trabajar, la fe religiosa y la creencia en el progreso.

El Sembrador homenajea a quienes dedicados a las tareas rurales produjeron la grandeza de Villa Elisa.

La sugestiva estatua se halla en genuflexión solicitando la intersección del altísimo para que fructifique la simiente y corporice, a su vez, la gratitud de los colonos por la benevolencia protectora del Creador.

Entonces, en 1994 Andrés Mirwald se da cita con la historia y erige el monumento que con el devenir de los años se convierte en un emblema de la comunidad elisense.

Por su parte, la comunidad honra a las regiones de origen de los colonizadores mediante tres calles y tres plazoletas de la céntrica avenida Libertad, que conmemoran a cada una de las regiones. Estas plazoletas son presididas por los blasones y los lábaros patrios de los antiguos Ducado de Saboya, Reino de Piamonte y Cantón de Valais.

Conclusión

Vemos en Villa Elisa y su historia una aventura de progreso y desarrollo cimentada en los valores y el optimismo del siglo XIX, pero que evoluciona de la simple faz inmobiliaria colonizadora para adquirir una idiosincrasia propia, una tesitura moral, un conjunto homogéneo y armónico de valores. Villa Elisa es una comunidad próspera y pujante a la luz de la iniciativa privada, un loable espíritu empresarial y de colaboración. Conjunto de acontecimientos y causas que se vieron desde su fundación en 1890, ampliamente perfeccionados con el ideario conservador y la templanza religiosa que le supieron imprimir las familias alpinas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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