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Martina Benetti y Gabriela Reynoso viven en Italia, Jorge Muñoz lo hace en España, desde hace muchos años. Los gualeguaychuenses contaron de qué forma atravesaron la parte más complicada de la pandemia y cómo viven la vuelta a la normalidad.

Martina Benetti vive junto a su esposo, el basquetbolista tandilense Mario Ghersetti, en Mantova, una ciudad de 45 mil habitantes en la región de la Lombardía. La situación de mayor complicación en Italia encontró a su ciudad dentro de una relativa tranquilidad.

“En nuestra ciudad, por suerte, no hubo tantísimos casos como en otras ciudades o provincias de la misma región. Los casos positivos fueron relativamente pocos. Tenemos amigos de otras provincias, en ciudades donde hemos vivido años anteriores, que nos comentaron que fueron muchos los casos de contagios y también las muertes. Nosotros sinceramente podemos sentirnos bendecidos y agradecidos de cómo anduvo todo en nuestra ciudad”, explicó.

Sobre la vuelta a la normalidad en su zona, explicó que “a comienzo de mayo, cuando ya se permitía la circulación dentro de la ciudad y de la región, el movimiento en la ciudad era poco. Para fines de mes o principios de junio se pudo ver movimientos mayores, que dieron la sensación de que todo estaba volviendo a la normalidad”.

Martina indicó que “fue todo muy progresivo. Primero se fueron flexibilizando algunas actividades comerciales, luego se permitieron las salidas recreativas al aire libre o las visitas familiares. Recién a fines de mayo se informó la libre circulación dentro del país. Pese a que podíamos movernos dentro de la provincia y la región, en la zona de la Lombardía, que fue de las más afectadas por el virus, preferíamos quedarnos en casa y tratar de ser respetuoso de las normas y leyes. Hubo cierto miedo, de hecho la primera semana en que podíamos salir a hacer actividad física al aire libre, no nos animábamos, nos daba un poco de miedo. Las primeras veces salíamos como perseguidos, nerviosos. Con el pasar de los días, comenzamos a salir a caminar y andar en bici en los parques que tiene la ciudad, que son muy parecidos al parque Unzué, siempre respetando las medidas de seguridad y prevención, el barbijo, desinfectarnos las manos siempre que tocáramos algo posiblemente infectado, la distancia y guantes en el caso de entrar en negocios o ir al supermercado”.

Recién después de tres meses encerrados, y cuando se permitieron los viajes dentro del país, Martina y Mario eligieron salir de la ciudad. “Decidimos tomarnos unos días e irnos al sur del país, que fue la zona menos afectada por el coronavirus, son regiones de bellezas únicas, sea desde la geografía, las playas, la arquitectura y la parte socio cultural que en algunas costumbres y sobre todo en los horarios, son más parecidos a los argentinos”, contó.

Martina sostuvo que “durante esta pandemia se ha visto cuánto es generoso el pueblo italiano y los inagotables recursos que tiene este país. La crisis económica que dejó la pandemia es grande, las pérdidas en todos los sectores fueron importantes y por ese motivo decidimos tomarnos nuestras vacaciones en Italia, que es el país que nos da trabajo, que nos permite vivir, trabajar y disfrutar de todo lo lindo que ofrece”.

Sobre una posibilidad de regresar a Argentina de visita, Martina, quien en su juventud fue reina de la comparsa O’Bahía, fue muy clara. “En algún momento manejamos la posibilidad de ir a Argentina, sabíamos que contábamos con varios meses libres, pero es una complicación.Tendríamos que hacer una cuarentena en Buenos Aires, un lugar donde hay muchos contagios, para recién poder ir a Gualeguaychú y volver a hacer cuarentena allí. No nos convencía la idea, hay ciertos temores de llevar el virus o que no se manifieste durante esas dos semanas de aislamiento. El solo hecho de pensar en poder contagiar a la gente que queremos nos genera mucho temor, entonces decidimos mejor quedarnos acá hasta que todo pase. Tendremos tiempo para poder viajar y disfrutar”.
La pandemia en España y la vida después
Hace más de 20 años que Jorge Muñoz reside en Murcia con su esposa Ana y sus hijas Ángeles de 20 años y Mía de 18. Absolutamente acostumbrado a la vida en la Madre Patria, contó que “en toda España se produjo el confinamiento el 14 de marzo, hubo mucha incertidumbre en los primeros días, porque hubo desabastecimiento y muchas dudas. En Murcia no se lo tomó demasiado en serio en los primeros 15 ó 20 días, hubo patrullas del Ejército ayudando a que la gente entendiera la necesidad de mantenerse en casa. En nuestro caso, podíamos salir a pasear el perro a pocas cuadras de nuestro departamento y era una imagen muy rara, porque casi no había gente en la ciudad. A partir de la cuarta semana se fueron autorizando algunos desplazamientos y en este momento nos encontramos en Fase 3, que sería la última antes de volver a una relativa normalidad”.

Sobre la actualidad y cómo se viven estos momentos de regreso a la normalidad, Muñoz sostuvo que “actualmente estamos tratando de acostumbrarnos a esta nueva normalidad. Si bien han vuelto espectáculos deportivos, son sin público como el fútbol y el básquet. En los cines se permite solamente el 30 por ciento de su capacidad, en los shoppings hay muchos controles para que circule menor cantidad de gente. Nos hemos acostumbrado a andar con las mascarillas faciales, el alcohol el gel, el barbijo y los guantes, que han pasado a ser parte de nuestra indumentaria. No hay multas para aquellos que no cumplen con las normas, pero si son muy estrictos con los ingresos en los comercios y lugares cerrados. Si no tienes la mascarilla o el barbijo encima, directamente no te dejan ingresar y tienen que ir a buscar uno a tu casa o a la farmacia”.

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Volver a salir de casa no ha sido tarea sencilla, especialmente por el miedo que genera un posible rebrote de la enfermedad. “La vuelta a la normalidad ha generado algunos temores, lógicos especialmente en la gente mayor. Están todos muy pendientes de respetar los distanciamientos, te lo hacen saber en caso de que alguien no lo cumpla. La sociedad ha aprendido la lección y ha adoptado medidas que anteriormente nunca hubiera tomado, pero si son por el bien común y la salud de todos, pues bienvenidas”, enfatizó Jorge.

En cuanto a la vida familiar y la forma en que vivieron puertas adentro el tiempo de encierro, sostuvo que “en nuestra familia nos hemos ido acomodando como seguramente ha pasado en todo el país y ahora pasará en Argentina. Una de mis hijas, de 20 años y que concurre a la Universidad, ha tenido clases online en forma permanente y ha seguido con su carrera sin mayores dificultades; la menor, de 18, ha seguido al día con sus tareas de colegio. Al principio sentimos una sensación de encierro importante, pero hemos podido volver a tener cierta normalidad. Con mi esposa hemos vuelto a trabajar un mes después del inicio del confinamiento, porque ambos son empleos llamados esenciales, mientras que en el caso de las chicas, completarán el curso con la actividad vía online y recién en septiembre, cuando empiecen los nuevos, retomarán la modalidad presencial”.

Sobre las salidas familiares y sobre los planes futuros, contó que “Murcia es una ciudad que tiene bonitas playas, están marcando parcelas de dos metros por dos metros para que la gente las ocupe en el momento de ir a la playa ahora que empieza la temporada de verano. Se informó que cuando se completen, no se podrá ingresar más y seguramente será algo novedoso, porque nunca lo habíamos hecho, pero como todo, será cuestión de acostumbrarse”.
La nueva normalidad en Italia
Gabriela Reynoso vive hace más de una década en Italia, junto a su esposo oriundo de Concepción del Uruguay y a sus tres hijos de 20, 19 y 12 años. Trabaja en un comercio dedicado al rubro heladería y pastelería en la zona limítrofe con Francia y Suiza.

“Vivimos en Point Saint Martin, un pueblo de 8.300 habitantes y está justo en el límite donde termina la región de Piamonte y comienza el Valle de Aosta. Cuando los casos fueron apareciendo, Piamonte fue una región con muchos contagios, el gobierno fue cerrando las regiones y quedamos sin poder movernos.Tampoco podíamos ir a Francia o Suiza que están relativamente cerca porque las fronteras estaban cerradas. Tuvimos que guardarnos todos en nuestras casas. En mi caso había empezado con mi comercio de heladería que habitualmente trabajamos muy fuerte entre marzo y septiembre, pero nos obligaron a cerrar todo dado que no somos comercios esenciales”, contó Gabriela.

Explicó que “la situación en nuestra zona fue muy complicada, el Valle de Aosta tuvo un porcentaje altísimo de contagiados, tomando en cuenta la poca población que tenemos. El Gobierno aseguró que no haya faltante de alimentos y medicamentos, porque hubo unos días en que la gente se desesperó por salir a comprar y hubo amenaza de desabastecimiento, también cumplió con la ayuda para los sectores desempleados y aquellos que tuvieron que cerrar las actividades. Al menos en nuestra región, pese a los muchos contagios, no hubo mayores problemas de tipo económicos y cuando todo fue pasando, hemos podido ir retomando las actividades muy de a poco”.

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Gabriela contó cómo vivieron la época de encierro por la cuarentena. “Te diría que lo más complicado de todo fue la vida familiar, más que nada por el hecho de estar los cinco en casa cosa que casi nunca sucede, dado que todos tenemos nuestras actividades y la rutina fue cambiando drásticamente. Si bien pasamos mucho tiempo juntos, cada uno mantiene sus cuestiones y los primeros días fueron particulares, fuimos agarrando viaje a medida que pasó el tiempo y terminamos disfrutando de estar juntos. Mis dos hijos menores continuaron con sus estudios vía online, los profesores dieron clases virtuales y lo que más extrañaron fue las reuniones con sus amigos. Nos contactamos por videollamada con la gente conocida, con nuestras familias de Gualeguaychú y Concepción del Uruguay y nos fuimos acostumbrando a vernos las caras a toda hora”.

La vuelta a las actividades generó cierta incertidumbre, de hecho dijo que “yo volví a trabajar en un tiempo relativamente pronto, porque el negocio en el que trabajo empezó a hace envíos a domicilio y a trabajar con delivery, así que pasamos a estar exceptuados. La verdad es que fue algo novedoso y generó cierto temor, yo me sentía más segura en mi casa, cuando salía a la calle, más allá de que no andaba casi nadie, pero el silencio de la noche generaba temor. A medida que las cosas se fueron flexibilizando, no fue que salimos los cinco sin temores, por el contrario, solamente lo hicimos con mi esposo y los chicos recién fueron saliendo a medida que hubo mayores flexibilizaciones”.

Finalmente, contó cómo han asimilado los cambios y la manera en la que se han acostumbrado a vivir. “En la actualidad se notan muchos los cambios, por ejemplo en los restaurantes o bares, en las mesas más chicas solamente se permite que se siente una o dos personas, en algunos casos han colocado plásticos transparentes en medio de las mesas, lo que es una situación fea tener ese plástico entre una persona y otra. En los grandes centros comerciales se busca mantener la distancia y restringir el ingreso de la gente y en las actividades al aire libre, si bien no es obligatorio, se recomienda usar barbijos, mascarillas y guantes. De a poco los guantes los han ido sacando de la obligatoriedad, pero si hay que higienizarse y desinfectarse las manos antes de ingresar a cada lugar. Son cambios que pasaron a formar parte de nuestras vidas”, sostuvo.
Fuente: Diario El Día

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