Creciente

1959: la inundación que no se olvida

Dejó un saldo de 13 muertos. En Concordia, hubo 30.000 evacuados. Se anegaron 20.000 kilómetros cuadrados. Un informe del diario Redes de Noticias recuerda la histórica creciente del 59.

Cada vez que el río Uruguay se sale de cauce y comienza a avanzar en dirección a Concordia, muchas personas recuerdan la inundación más importante que sufrió la capital del citrus.

Tuvo lugar en 1959 y Concordia quedó rodeada por el agua. Las crónicas de la época recuerdan que la situación en la ciudad, donde el río alcanzó los 17 metros, fue dramática: media ciudad estuvo inundada y miles de personas pedían ayuda. El gobernador Uranga fue al lugar y tomó medidas para paliar la emergencia. El ex concejal Eduardo Miranda sostuvo que la junta civil a cargo de la emergencia estuvo a pocas horas de ordenar la evacuación total de la ciudad porque el río estaba a pocas cuadras de la plaza principal. Al bajar las aguas, mucha gente tomó consciencia que había perdido todo, incluyendo la vivienda. Una de ellas es la concejal Irma Bergalio, quien tenía pocos años y habitaba la zona sur en ese entonces.

La concejal Irma Bergalio vivía en la Zona Sur durante la creciente de 1959. “No teníamos defensa en la Zona Sur. Vivía cerca del arroyo Concordia que era uno de los cauces por donde ingresaba la creciente del río Uruguay y la ligábamos todos. Todos los vecinos tuvimos que salir”, recordó.

A diferencia de lo que sucede en la actualidad, con los partes diarios de Defensa Civil y los camiones municipales y del Ejército que recorren la ciudad para socorrer a los vecinos, antes había que escuchar la radio y organizar por cuenta propia para salir con sus medios.

“Recibíamos la asistencia que el Ejército brindaba con la asistencia de comida. Alguna que otra ropa pero íbamos salvando como podíamos lo poco que se tenía y eso lo cuidábamos”, dijo la concejal.

Bergalio aseguró que quedó “tierra arrasada” cuando bajó el agua. “Cada vecino después fue levantando como pudo su casita nuevamente”, indicó. La mayoría de las viviendas que se llevó el agua eran de madera. Bergalio vivía en una casa de ese material. Sin embargo, recordó que también casas de material cedieron durante la crecida. “Por el efecto de las vigas que se soltaban. Fue muy catastrófico”, manifestó.

Más adelante, indicó que el agua que penetra en los hogares y permanece mucho tiempo deja una humedad que “la vivís durante toda tu vida”. Fue lo que le sucedió con la creciente de 1983. Tuvo un metro y medio de agua durante un mes. “La sufren todos los componentes de la familia. La humedad no se va más. Entrás inmediatamente que el agua bajó, lavás todo con lavandina, volvés a blanquear pero el agua ya está metida dentro de los ladrillos y vuelve a salir en forma de hongos. Las paredes van quedando negras, después blancas, los hongos se van desprendiendo y eso muchísimas familias lo saben” describió Bergalio.

“Aparte los muebles que no sirven más porque se mojan y se rompen y todo se tiene que recuperar de a poquito porque todo se compra con mucho esfuerzo. La gente de todas esas zonas son gente humilde, de trabajo. Por eso digo que a la creciente hay que tratarla con respeto y con más respeto aún a la gente que la sufre”, dijo la concejal.

El ex concejal Eduardo Miranda, es vecino de calle Alem y vive desde hace años a metros del antiguo cauce del arroyo Concordia entubado y desviado por calle Brown, hace una década y media. Pero antes corría a cielo abierto y se desbordaba con cada inundación. Miranda padeció esas crecidas.

En 1959, Miranda no vivía en esa zona todavía pero recuerda que el agua tapó el asfalto de la cuadra de Alem, entre Brown y 25 de Mayo y cruzó la esquina en dirección a Sarmiento. La escuela Normal era un centro de evacuados y el agua había comenzado a ingresar al establecimiento por el patio trasero, lindero a 25 de Mayo. Algo similar había sucedido en la escuela Vélez Sarfield, otro centro de evacuados histórico, ya que el agua del Manzores había llegado a Presbítero del Castillo y Alberdi.

“En aquellos años el hecho cobró dramatismo porque estuvo a muy pocas horas de ser evacuada totalmente la ciudad porque se había convertido en una isla”, recordó Miranda. La salida hacia el norte estaba bloqueada porque el agua de los arroyos Ayuí tapaba la antigua ruta 14. Hacia el oeste, la avenida Presidente Illia, otrora denominada ruta 4, era intransitable por el agua que desbordaba del arroyo Yuquerí. El mismo curso de agua cruzaba por encima del puente Alvear, la salida hacia el sur.

“Todo eso estaba cerrado y todo lo que se recibía acá se hacía por barcos que estaban anclados en río Uruguay. No digo en el puerto porque ya había sido borrado”, recordó.

El pico se registró el 18 de abril de ese año. “Esa noche, los que conducían el operativo estaban a la expectativa. Habían decidido que si a las seis de la mañana el río seguía creciendo iban a tener que evacuar toda la ciudad saliendo por un atajo que había dejado la vía que va por la zona sur. Pero llegó la noticia a las cinco de la mañana que el río había empezado a bajar”, dijo.

Según recuerda, la inundación del 59 está inscripta en la historia de la ciudad. “No se pueden precisar las marcas a las que llegó el río porque las marcas se perdieron”, manifestó. En aquellos años no existía la represa. “Si bien todos sabemos que no es reguladora de creciente, puede amortiguar una crecida importantes. Vengo del lago y está prácticamente vacío”, dijo.

El drama en aquellos años era la resistencia de los vecinos a dejar sus hogares por temor a los robos. En ese momento, el jefe del Regimiento era el coronel Tiscornia, quien luego fue intendente, que acordó con el entonces intendente de la ciudad, Gómez, el establecimiento de centinelas armados para evitar el robo de las pertenencias que no se llevaban los vecinos que habían sido evacuados.

El traslado de los muebles y la ropa se hacían en carros. “No había muchos camiones y eso dificultaba la agilidad de la evacuación”, señaló.

Muchas de las viviendas cedieron ante el peso de los troncos que se habían desatado de las jangadas que venían del norte por el río. “El movimiento del agua movía el tronco que pesaba varias toneladas que golpeaba contra la pared y la terminaba por derribar”, señaló.

La casa que habita Miranda tuvo un metro y medio de agua. “Con el correr de los años nunca se pudo solucionar. Revocabas y a los seis meses explotaba el revoque. Hubo que socavar los cimientos y reforzar las capas aisladoras de los ladrillos”, indicó.

La crecida del río Uruguay dejó un saldo de 13 muertos y miles de evacuados. En Concordia el número de evacuados llegó a los 30.000. Fueron anegados 20.000 kilómetros cuadrados. Y las huellas de la crecida no sólo quedaron en las paredes de muchos edificios sino también en la memoria colectiva de los concordienses.

Fuente: Diario Redes de Noticias