Simplemente de aquí

A ojo de buen cubero

Existen señales imprecisas que la experiencia permite ser utilizada para formarse una composición de lugar respecto a cualquier cosa de nuestro entorno, con solo “echarle” a la misma una mirada rápida. Alguna vez desde estas columnas, dijimos que lo primero que es necesario observar para empezar a “calar” un candidato a intendente es tanto la pulcritud de su persona como la de la casa donde vive. Porque la pulcritud tiene que ver no solo con el aseo y la limpieza, sino con el cuidado escrupuloso y con el esmero.

Así como también hemos señalado que la forma en que se muestran las plazas y paseos de una ciudad, vienen a darnos una idea inacabada, pero de cualquier manera fiel, de la manera en que esa ciudad gestiona su administración.

De ser cierto este modo de abordar las cosas “cortando grueso”, como decían los viejos criollos, es de ponderar -según ha llegado a nuestro conocimiento- la buena impresión que causa a quienes pasan por el lugar la forma en que están procediendo los ocupantes del grupo de “las 100 viviendas”, recientemente inaugurado en El Brillante. Precisamente por la pulcritud de la que desde el vamos están dando cuenta cada uno de los adjudicados en el cuidado de las viviendas.

Nos han hablado de algo que a nosotros, tan amigos como somos de los árboles, nos ha tocado íntimamente, cual es que algunos de esos vecinos han plantado árboles al filo de sus veredas, donde dan muestras de su gusto por ellos, y de su manera de ser esperanzada y empeñosa, dado el hecho que la plantación a que aludimos se ha efectuado fuera de época.

Suena en cambio a milagro que en el Arroyo del Doctor, que bordea parte del barrio y que como no nos cansamos de repetir se ha convertido en una cloaca a cielo abierto con el correr de los años, comiencen a formarse en una de sus márgenes pequeños bancos de arena, a los que no se le puede asignar el nombre de playas, porque a nadie se le ocurre bañarse en aguas cloacales y por cuanto por su actual superficie esa denominación les queda grande.

Volviendo al barrio y dejando atrás su insalubre entorno, se nos han señalado circunstancias que el ente provincial de viviendas debería tener en cuenta. Las dos primeras se vinculan con una cuestión de superficies. Referida una de ellas al tamaño de los lotes, que debieran contar con una superficie mayor para permitir un aprovechamiento mejor -lo que, por otra parte, tiene que ver con el disfrute- de los espacios no destinados específicamente a viviendas. Y allí está la segunda cuestión a considerar, porque muchas veces da la impresión que en este tipo de urbanizaciones, las viviendas ya de entrada nomás, van a resultar chicas para la cantidad de personas que deben morar en ellas. De allí que la ocasión es propicia para volver a insistir en una vieja sugerencia nuestra que sacamos de algún trasto polvoriento de archivos de aportes desechados, pero que estamos convencidos no pierden vigencias. La necesidad que al construirse este tipo de viviendas, se tenga en cuenta incorporar a lo construido, los cimientos hasta el suelo, cerecita incluida, de una o dos piezas más, pensando en la posibilidad de que con su esfuerzo, sus ocupantes las vuelvan más espaciosas.

No volvemos a insistir en la incomprensible circunstancia que en estos largos años que llevó la construcción de las viviendas del barrio, resulta imperdonable que a algún funcionario provincial o municipal no se le hubiera caído de la cabeza la idea de plantar los árboles al momento mismo de iniciar la obra, ya que de haber sido así hoy ya darían sombra. De donde es de esperar que a quien corresponda, al programar este tipo de obras no se olviden de los árboles. De los que no son muchos los que se acuerdan y menos los que los valoran, para desgracia de todos.

Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)