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Asumen nuevos alcaldes en la provincia: momento de hacer algunas reflexiones

No está demás aclarar que “alcalde” no es lo mismo que “alcaide”, o sea el director de una cárcel, aunque existan alcaldes que administran ciudades en las que les toca desempeñarse de la misma manera desprolija y aprovechada con la que lo hacen los mismos carceleros. Ignoramos también por qué “cadí”, que en árabe significa “juez”, vino a transmutarse en “alcalde”.

Ni por qué, en países como el nuestro, esa palabra terminó por sustituirse por la de “intendente”, que como se sabe en la mayoría de las organizaciones estatales, vaya a saber por qué, quienes ocupan ese cargo tienen mala fama. De cualquier manera, se trate de alcalde o intendente de un municipio y como tal al frente de una municipalidad -viene al caso advertir en la corruptela cada vez más frecuente en la que se incurre cuando se utiliza la palabra “municipio”, cuando se está en realidad haciendo referencia a la municipalidad-, respecto a este funcionario hay muchas cosas que señalar.

La primera, que posiblemente no existe cargo más agotador que ocupar, pero a la vez, si es desempeñado en forma correcta, es capaz de provocar la mayor de las satisfacciones. También que si es el jefe de la planta de personal de la municipalidad, respecto a sus vecinos es no otra cosa que un “mayordomo”, al que habría que agregarle el calificativo de “honorable”, como se califica por exigencia legal al Concejo Deliberante -el que muchas veces no se muestra a la altura de ese título-, no deja de ser el servidor principal -los diccionarios suelen, en lugar de servidor, hablar de criado, lo que nos parece un término con una carga emotiva negativa-; servidor principal, pero servidor al fin de sus vecinos. Y que como tal, sus funciones van de menor a mayor, y contra lo que se cree y sucede habitualmente, en su caso las que se tiene por menores son las más importantes, por ser las primeras de las que tiene que ocuparse.

Así es el caso de los servicios públicos a su cargo, en forma directa o indirecta -a los que debe atender teniendo en cuenta las características primordiales de todos ellos, cuales son la universalidad, la continuidad y la eficaz eficiencia en que son prestados-. Al mismo nivel está lo que debe hacer en lo que respecta a los espacios y a la obra pública, de cuya ampliación y sobre todo de su mantenimiento, debe también hacerlo respetando pautas parecidas. Inclusive no estaría demás y por el contrario resultaría adecuado, que cada intendente al comienzo de su gestión contara con un detalle respecto a la extensión y calidad de los servicios, y que además de hacerlo público, lo repitiese anualmente hasta el fin de su mandato. Todo ello lo tendría que llevar a ser consciente que semejante tarea no puede ser atendida en solitario, salvo en el caso de las ciudades más populosas, que el tamaño de la administración tiene que ser acorde al rango que objetivamente tiene, y que no tratándose de un gobierno provincial ni menos del nacional, sino de una administración en la que la simpleza se entremezcla con la complejidad, la “planta ministerial y su acompañamiento” político debe reducirse al mínimo, ya que el “acompañamiento” en la campaña no debe significar la expectativa de un premio que los vecinos pagan entre todos, sino debe vérselo como el cumplimiento de un deber ciudadano y considerárselo de la misma manera.

A la vez, de una vez por todas, se hace necesario en toda municipalidad una burocracia de tamaño reducido a lo indispensable e instaurar la carrera administrativa que se integre con los funcionarios a nivel de directores.

Y en lo que al personal de calle, de lo que se trata es de que trabaje, inclusive incrementando su número si fuere necesario para trabajar mucho más y mejor.

En tanto, lo que tenemos que decir respecto a los concejos deliberantes, que es mucho, lo dejamos para otra ocasión.

Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)