Desde el campanario

Como si fuera un desfile de modelos

Como saben pienso mucho. También presto atención, mucha atención a todo en lo que pongo mi mirada. Y también leo, aunque no tanto. No es que me considere una maravilla, pero me las arreglo, y trato de ser franco conmigo y con los demás.

Lo que sigue me sucedió cuando me enteré del “Gloriagate”. O sea de la aparición de esos cuadernos que han servido para embardunar a algunos de los que hasta hace poco eran funcionarios y empresarios.

Viene aquí mi primer reparo. ¿Por qué utilizar nombres extranjeros para referirse a nuestros escándalos, cuando se podría darles nombres bien nuestros para hacerlo?, me parece, al menos, de mal gusto.

Lo de “Gloria” está bien. Porque yo también sé de esos cuadernos y los he utilizado. Pero acoplarle “gate”, me parece un disparate, ya que nos vuelve copiones de los yanquis. Que se las arreglen ellos con todos los “gates” que tienen, pero no es cosa que pretendan meterse con nosotros.

Tenemos que hacer como los brasileños, que a la hora de embolsar ladrones, a la bolsa la etiquetaron como “lava jato”, algo que no sé qué quiere decir pero por lo menos está dicho y escrito en portugués. Por eso, ¿qué etiqueta podríamos utilizar en castellano nuestro, que no es lo mismo que castellano neutro?

El otro reparo que me provocó el suceso, es ver como los paseaban a los detenidos esposados en lo que más que una ronda parecía una calesita, o un desfile de modelos. Los jueces deberían impedir que cosas como esas sucedan. Por más que los periodistas tengan que vivir de algo, y por más que se crea que los ladrones no merecen respeto. Porque ellos de cualquier manera son seres humanos como cualquiera de nosotros, y al no darles el respeto que corresponde, nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos.

Me espanto de pensar que estamos resucitando prácticas de la Edad Media, donde la peor condena para un criminal era el de ser sometido a la vergüenza pública. Al escarnio como también le dicen. Y hay que decir que aquí no se trata ni siquiera de condenados, aunque también en su caso es repugnante ese trato.

Recuerdo haber leído que en tiempos idos en un lugar llamado Tortosa a un pobre diablo condenado a la pena de azotes, como accesoria se lo condenó a ser paseado por toda la ciudad sin otra vestidura que la necesaria para cubrir la parte del cuerpo de la cintura para abajo. Y que hubo épocas en las que a desgraciadas mujeres de mala vida se las condenaba a pasear desnudas con el cuerpo embreado y cubierto de plumas.

Es por eso que me resulta espantoso ver como a veces “se nos despierta el indio”, dicho esto con perdón a todos los integrantes de los pueblos originarios. Cuando la cosa es lograr que siga dormido.

Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)