Un drama a dos puntas
Me estoy refiriendo al que en el ámbito laboral, y en relación a lo que la economía política designa, en un modo que trata de ser aséptico, como capital humano. Un modo de llamarlo, si ese es su propósito, que intenta vanamente ocultar que se está refiriendo a seres humanos de carne y hueso, que con su participación en el proceso productivo (otro eufemismo), procuran ganar el sustento para ellos y su familia… trabajando.
Por Rocinante
A ese respecto, en nuestro país, en la actualidad, con una masa que se cuenta en millones de personas sin trabajo (no hago entre los que cuentan con la misma diferencia entre los trabajadores formales e informales), se asiste a una dramática paradoja a dos puntas.
Es que por una parte existe una demanda insatisfecha de trabajo, con exigencias variables en lo que respecta al nivel de capacitación; y por la otra, la presencia de personas que están sin trabajo. Esta última categoría cabe separarla en dos vertientes, la primera de las cuales está constituida por personas que quieren trabajar, pero no lo consiguen, por no cumplir con los parámetros de formación profesional exigidos; con el añadido que, según se verá en seguida, están formalmente habilitados (aunque no capacitados) para ocupar el lugar demandado. Y a la vez la otra vertiente, la que está conformada por quienes están en condiciones de ser contratados, pero que no lo hacen por dos tipos de circunstancias. El primero de ellos, el temor de dejar de percibir uno o varios del montón de planes sociales estatales, y el otro constituido por gente joven que ni estudia ni trabaja, por haberlo así decidido.
Todo ello presentado así, dejando a salvo la circunstancia de que son ineludibles errores y falencias en un esquema archi-simplificado, como es el que he dejado elaborado.
La alarmante situación develada por un aviso ofreciendo trabajo
No es necesario entrar al respecto en mayores detalles, por tratarse de un hecho que en su momento tuvo una corta repercusión en los medios.Se trataba del hecho que una importante empresa fabril ofrecía trabajo para doscientas personas, con estudios secundarios completos. Acudió al llamado un número mayor al del ofrecimiento, que se presentaron respondiendo al mismo. Y se dio la preocupante circunstancia, que ninguno de ellos resultó empleado, por no mostrar las habilidades acordes con el título de nivel educativo, con el que en todos los casos contaban.
Y no pude menos de recordar ante esa noticia, de un viejo dibujo en cuadros, con el que un humorista conocido, ilustraba el recorrido de la educación en nuestro país, en cuyo primer cuadro mostraba un grupo de indios analfabetos, y el posterior luego de un movimiento ascendente y otros descendente en materia de calidad educativa, desembocaba al final en una situación, con otros personajes, con un gran parecido al del cuadro primero.
Se trataba, teniendo en cuenta la antigüedad del dibujo que formaba parte de una revista que uno de mis abuelos había adquirido hace de esto al día de hoy hace más de medio siglo y cuyas hojas amarillaban arrumbadas entre otras cosas en lo alto de un estante de su garaje, que más que constituir una muestra de humor negro era, como el tiempo vino a definirlo, casi un vaticinio.
Porque resulta evidente que la calidad de la enseñanza a todos los niveles, con las excepciones de rigor, ha sufrido una caída que por ser relativamente lenta, no por ello deja de ser estrepitosa. ¡Qué lejos estamos de los tiempos de la escuela sarmientina, de la ley 1420 de la enseñanza universal, laica y gratuita, o de la primera ley universitaria sancionada durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, la que en un articulado mínimo lo decía todo, y al mismo tiempo hizo posible una enseñanza de Academia.
El fracaso de nuestros alumnos de los dos primeros ciclos en materia de comprensión de textos
Sucesos como el referido, de los doscientos postulantes desechados, era mientras tanto una situación que no pudo haber provocado la sorpresa de nadie, ya que era de una de esas cosas que no pueden dejarse de ver avanzar.Es que estaba anticipada por el pésimo rendimiento de los alumnos de nuestras escuelas, que participaban en las evaluaciones en materia educativas, en un tópico que es el que aquí nos interesa especialmente en este caso, cuál es la comprensión de textos o como también se la denomina, la comprensión lectora.
Se trata de una habilidad que al momento de explicarla, aparece a la vez más fácil y difícil de lo que supone, circunstancia que viene a dar cuenta de su complejidad.
Es que a primera vista, se hace presente algo que por lo obvio no necesita explicación. Es que según se ha dicho la comprensión lectora es la capacidad de entender lo que se lee. Pero las complicaciones comienzan en seguida, ya que ese entender lo que se lee, está referido tanto al significado de las palabras que forman un texto, como al sentido de las mismas dentro y fuera del argumento total. Todo lo cual lleva a que esa posibilidad de entender lo que se lee, desde el vamos arranque con dificultades. Porque debe quedar claro que comprender lo que se lee, es algo más complicado que leer correctamente.
En ese sentido resulta importante para cada persona entender y relacionar el texto con el significado de las palabras. Es el proceso a través del cual el lector "interactúa" con el texto, sin importar la longitud o brevedad del párrafo. Todo ello en cuanto, tal como se ha señalado, la lectura es un proceso de interacción entre el pensamiento y el lenguaje; el lector necesita reconocer las letras, las palabras, las frases.
La comprensión lectora es un proceso más complejo que identificar palabras y significados; esta es la diferencia entre lectura y comprensión. Es una habilidad básica sobre la cual se despliegan una serie de capacidades conexas: manejo de la oralidad, gusto por la lectura y pensamiento crítico. Es una tarea cognitiva que entraña gran complejidad, ya que el lector no sólo ha de extraer información del texto, sino interpretarla a partir de sus conocimientos previos.
Y es aquí donde aparece la importancia que tiene el medio ambiente en que ha nacido y se ha desenvuelto el alumno que debe comprender un texto. Es que no puede pasarse por alto, que si el mismo versa sobre cuestiones acerca de la cual no tiene idea alguna, a pesar de que se presupone lo contrario, la comprensión se vuelve casi imposible. De allí la dificultad para alguien que vive en un barrio marginal, de comprender, por ejemplo, un texto que gira en torno a un museo, si nunca ha tenido la oportunidad de estar en uno de ellos.
De allí la necesidad de insistir en un persistente reclamo efectuado en forma editorial por este medio, que en la ocasión hago mío, y que versa sobre la necesidad imperiosa, dada su importancia decisiva, que tiene en esos barrios (en mayor medida que en los otras áreas urbanas donde también son bienvenidas) lo que se conoce como escuelas de excelencia, por su calidad educativa. Establecimientos que deberían contar con servicios complementarios vinculados con la alimentación, el vestido y los libros, todos ellos a disposición de los que a ellos concurren, a la vez que planes educativos diferentes, en la medida que deban suplir las carencias culturales que no se enseñan deliberadamente, sino que tan solo se respiran en otros ambientes.
A ello deben agregarse falencias en el proceso educativo, las que no han dejado de notar los especialistas, y que su existencia no es responsabilidad de quienes enseñan, sino de lo que a ellos se les ha enseñado previamente.
Es así como, desde distintas perspectivas, se ha coincidido en señalar, como una falencia destacable, que tanto los conceptos de los docentes sobre lo que es aprender a leer como las actividades que se llevan a cabo en las aulas, no incluyen aspectos relacionados con la comprensión lectora.
Esto pone de manifiesto que los docentes comparten mayoritariamente la visión de la lectura que corresponde a los modelos de procesamiento ascendente según los cuales la comprensión va asociada a la correcta oralización del texto. Se incurre así en el grave error de suponer que si el estudiante lee bien, si puede decodificar el texto, lo entenderá porque sabe hablar y entender la lengua oral (se hace presente aquí la frase referida a los que leen y repiten como loros).
Esta teoría tuvo tanto arraigo que aún hoy día los sistemas escolares basan la enseñanza de lectura en ella, sin ir más allá; o sea, sin enseñar a buscar lo esencial del mensaje que el texto pretende mostrar. A la vez que su sentido, algo que implica el conocimiento del significado de las palabras utilizadas y desentrañar la manera como las oraciones del texto están concatenadas.
La compresión lectora y la calidad institucional
Aprender a entender lo que se lee, hace entonces en gran medida al desarrollo personal. Ya que cabría afirmar que el comprender, o sea entender, lo que se lee, importa sobre todo porque ayuda a razonar en forma correcta. Algo que aunque puede que no se lo admita es así, ya que el razonar en forma correcta exige también un aprendizaje.Pero a su vez debe tenerse en cuenta que la calidad del funcionamiento institucional de toda sociedad a la vez democrática y republicana vuelve imprescindible contar con ciudadanos cuyo nivel de instrucción venga acompañado con su capacidad de comprender los mensajes que recibe, a la vez que pueda ejercitar sobre ellos lo que se conoce como el pensamiento crítico.
Fuente: El Entre Ríos