Restitución animal

Justicia para el amor más fiel

Por Magdalena Vinacur - Abogada de Familia, especialista en Niñez, de Colón

Ese noviembre Julieta tenía 18 años y estaba terminando el secundario. Había sido criada por su abuela, quien había fallecido hacía tres meses, pero no sería para Julieta el único dolor ese año.

Su noviazgo, que comenzó como una historia común, terminó en golpes y humillaciones. No solo ella sufrió, ya que su perro Ringo también conoció en carne propia el rigor de la violencia.

La separación trajo una calma engañosa, un aire quieto antes de la tormenta.Una tarde, mientras Julieta jugaba al hockey con sus amigas, recibió un llamado inesperado. Era su vecina, todavía conmovida: “Tu ex está en tu casa… llamó a Ringo y se lo llevó”.

Imaginar la escena fue tan simple como doloroso. Fabián entró al patio, silbó con ese mismo sonido que alguna vez significó paseo. Ringo, con la inocencia de quien solo recuerda los momentos felices, movió la cola y se acercó confiado. Bastó un gesto: lo alzó en brazos y desapareció. La vecina, que regaba las plantas, fue testigo de todo.

Desde entonces embargó la angustia. Julieta sabía lo que su ex era capaz de hacer. No eran solo huellas de maltrato: ahora era la amenaza concreta de perder a quien era su única familia, su compañía, su amigo y portador de los últimos años compartidos junto a “Chela”.

Fue entonces cuando la Justicia de Colón marcó una diferencia. La escucharon. El juez que recibió el caso entendió lo que estaba en juego. Con solvencia jurídica, pero sobre todo con sensibilidad humana, interpretó que el secuestro de Ringo no era un hecho menor, sino un acto concreto de hostigamiento en el marco de la violencia hacia esta adolescente recién ingresada en la adultez. Había un antecedente en Mendoza, donde se había resuelto a favor de una mujer en una situación similar. Esta vez, Entre Ríos también supo estar a la altura de lo novedoso y lo urgente.

El magistrado ordenó que Julieta acreditara la titularidad de Ringo y dispuso su restitución inmediata. La Policía trabajó con seriedad y eficacia, conociendo el trasfondo. Fabián intentó ocultarse, moverse de un lugar a otro, pero la presión fue creciendo y al cabo de tres días no le quedó otra opción: entregó al perro en la comisaría.

Llamaron a Julieta, al llegar ella vio a Ringo de lejos; ella sintió, se paró y corrió al encuentro. Se tenían, como quien reconoce recuperar lo esencial. Ese abrazo fue justicia, una justicia que se hizo visible, en lo más cotidiano y vital.

El derecho puede -y debe- mirar más allá de los códigos, reconocer vínculos y prevenirdaños reales. El juez de Colón, Dante Command, supo hacerlo. Con un fallo sobrio y firme, demostró que la justicia también puede estar a la altura del amor.

En recuerdo de Telma.