En la sección "Manuscritos" del diario La Nación, Hinde Pomeraniec relata la inauguración de una pequeña biblioteca interna en Basavilbaso, Entre Ríos, en honor a la reconocida Blackie:
Está linda la mañana, fresca de rocío, soleada de otoño. Al fondo de la calle Podestá, la biblioteca popular "Luz Obrera" resplandece, acaba de ser restaurada y en un rato van a inaugurar una pequeña biblioteca interna, especializada en periodismo, medios y comunicación. La "Luz Obrera" fue creada en 1919 por los obreros de los ferrocarriles y el correo, a tono con los deseos de superación de la época. Para el nuevo espacio de saber, los periodistas de la región eligieron el nombre de una pionera que nació aquí, en las colonias judías aledañas: Paloma Efron, Blackie. Hermoso y justo homenaje para la mujer que, como cantante, introdujo el negro spirituals en la Argentina y que, como productora y conductora, inventó los livings y los paneles en televisión, llevó la voz de los políticos a la tele y la radio e hizo del pluralismo, la libertad de expresión y la voluntad democrática principios constructivos de su carrera profesional.
Hace un par de años publiqué una biografía de Blackie, aunque vengo leyendo e investigando sobre ella desde 1992, cuando con mi colega Ezequiel Martínez escribimos a propósito de los 80 años de su nacimiento. Mi abuelo materno fue también gaucho judío nacido en Entre Ríos y Blackie fue siempre referente familiar de lo mejor que los judíos le dieron a este país. Pero no es solo eso: hay un abanico de razones que hicieron que fuera imposible sustraerme al encanto de su vida, de sus competencias y de su capacidad visionaria en el mundo de los medios y el espectáculo. Estar en Basavilbaso -origen de Lucienville, la primera colonia agrícola del país, adonde llegaron los judíos perseguidos en Rusia asistidos por la obra filantrópica del multimillonario Barón Hirsch- y asistir a esta inauguración es vibrar con el pasado. Y con la historia: la del país y también la mía, personal. Pero esta visita es, al mismo tiempo, tomarle el pulso al presente y advertir que pese a la sensación de modestia de ideas o banalización del pensamiento, sigue habiendo un mundo de lectores, promotores de la lectura y personas con ambiciones largas que van a contramano de cualquier política ventajera y de corto plazo.
Una mujer entra y saluda con su termo bajo el brazo y el mate en la mano. Otro hombre llega y me pregunta por los apellidos de mi familia: es una especie de memoria activa del pueblo, una base de datos viviente y admirada por el resto de la comunidad. "El se acuerda de todo y yo, en cambio, no me acuerdo de nada", dice a su lado una mujer menuda y con bastón. Una señora de sonrisa poderosa me abraza fuerte: "Me llamo Inde, pero sin H", dice, y me tiemblan las piernas. Todos saludan afectuosamente a otra mujer grande que, en cuanto traspasa la puerta de madera y entra a la "Luz obrera" se conmueve. "Las veces que vine acá, a estudiar, a escribir, a leer... Me emociona mucho este lugar", dice bajito, mientras a mi lado otra vecina comenta: "Es que el año pasado perdió a su esposo y a su mamá; hoy volvió a salir de la casa". "Leer te va a hacer bien", me escucho decirle, con una confianza insólita, casi de cofradía. "Sí, claro, la literatura te lleva a otros lugares", completa alguien.
La biblioteca es amplia, luminosa, colmada de libros para adultos y también para jóvenes. Tiene además una bebeteca, espacio confortable para que los más chiquitos puedan familiarizarse con los libros. Los pisos conservan algunos cerámicos originales, hay varios muebles también originales e imponentes en su factura; se ven tres computadoras: "Muchos chicos no tienen Internet en la casa", dice Adriana, de la comisión de la biblioteca. "Entonces vienen acá a hacer la tarea. También vienen estudiantes con las notebooks que les dio el gobierno y se sientan en la puerta, por el Wi-Fi: en sus casas no tienen esa posibilidad", explica, mientras cuenta que a veces llevan libros a hospitales, para leerles a los enfermos. Otra vez esa idea, esa iluminación: la literatura ayuda a curar.
A la salida del acto, una visita a la casa de la colonia Novibuco 1 donde vivió Paloma de chiquita con su familia. El lugar está abandonado, pero sus paredes rústicas levantadas en medio del campo aún hablan. Como habla la escuela que está enfrente, que hoy es una escuela pública pero en su origen fue el lugar donde los hijos de los colonos aprendían, entre otros saberes, a ser argentinos y que fue dirigida por Iedidio Efron, el padre de Blackie. Dicen "sinagoga rancho" y señalan un templo al lado de la escuela. Paredes de ladrillo revocadas a la cal, estrella de David, sencilla, tan sencilla como el resto de la construcción levantada en 1895: fue aquí donde se hicieron los acuerdos para la cooperativa agrícola. Una escuela, un templo y un lugar para los muertos, las bases de una comunidad. Es una mañana literaria: llenas de palabras están también las lápidas del cementerio ubicado ahí nomás, un espacio cuidado con afecto en donde la memoria de esos hombres y mujeres pioneros aún tiene tanto para enseñar.
Fuente: La Nación