Editorial

La cuestión mapuche

Una información a la que apenas se le prestó atención conocida en estos días dentro de un mare mágnum de otras, entre las cuales se hacen presentes hechos horripilantes, fue la presencia del embajador de nuestro país en Chile, Rafael Bielsa, en una audiencia llevada a cabo en la chilena Corte de Apelaciones de Temuco, como parte del trámite en el que el líder mapuche Facundo Jones Huala solicita el beneficio de su libertad condicional.

Antes de proseguir, se hace indispensable efectuar una sucinta referencia acerca de quién es Facundo Jones Huala y el movimiento Resistencia Real Mapuche (RAM) que lidera.

Es así como, recogiendo las palabras de un autor que lo mira con simpatía, Facundo Jones Huala “tiene en su propio nombre la contradicción de un mestizaje que no acepta y le impide el normal desarrollo de su propio ser”. Nacido en Bariloche en 1986, es el mayor de los seis hermanos, hijos de la mapuche María Isabel Huala y de Ramon Eloy Jones, dedicado al trabajo en el Turf, cuyo origen está ligado a una lejana persona de ascendencia inglesa.

Según la misma fuente, luego de la separación sus padres, quedó bajo la custodia de su madre, y ya en 2001 dio claros indicios de la que iba a ser su trayectoria vital posterior, al terminar preso en una protesta en la que se hizo presente el lanzamiento de piedras.

No resulta de extrañar que poco después comenzara a militar en organizaciones integradas por auto designados miembros de los pueblos originarios, y que en un momento posterior, encabezara la formación del movimiento RAM al que nos hemos referido.

En su juventud creó la RAM, organización que, según la define el propio Huala, está compuesta por revolucionarios, anticapitalistas, antiimperialistas y anti-oligárquicos. Dicen no aspirar a la toma del poder del Estado “Huinca” (blanco) sino a reconstruir un territorio autonómico, con poder en las comunidades, a través de los “lof” –ese es el nombre que le dan a sus comunidades endogámicas entre su propia gente.

En su ideario, o visión histórica del conflicto que lo tiene por protagonista, Huala cree que la Conquista del Desierto no ha terminado y que por ello los mapuches no dejarán de luchar por “su tierra”. Si bien es consciente que esto puede aumentar la represión por parte del Estado, no parece importarle demasiado, ya que considera que se vive en un clima de persecución política, donde el Gobierno es títere de las empresas trasnacionales como Benetton, Lewis, y otras. Afirma que se quiere reprimir a quienes se levantan y exigen sus derechos. De ahí que se valen de represión, tortura, judicialización y cárcel.

Debe quedar en claro que el planteo suyo, y de su grupo, no está en favor de una reforma agraria, ni en otra en contra de la extranjerización de la tierra; por el contrario, desconoce al Estado Argentino y proclama la lucha armada.

Para el autor que estamos siguiendo, su visión fatalista de la historia lo lleva a creer que no se les permite ser mapuches, y que esta negación de la identidad tiene directa relación con las tierras. Según su lógica, la respuesta debe estar en las recuperaciones territoriales, algo básico como volver a la tierra donde dicen haber nacido, y luego avanzar en recuperaciones productivas”.

Con sus propias palabras, Huala manifiesta “Yo pertenezco a una organización o a un movimiento bien amplio, que es el movimiento mapuche autónomo de Puelmapu, donde dentro de él conviven comunidades, organizaciones y mapuches de diversas zonas, y también a una organización más radicalizada –si se quiere- que pertenece al movimiento, que es la resistencia ancestral mapuche, que ha realizado acciones de sabotaje al capital y han sido reivindicadas. En los últimos años, ha habido un proceso de profundización de la conciencia mapuche. Entonces, hoy realmente hay mucha gente de comunidades militando de alguna manera, y nos encaminamos a una propuesta, en un proyecto político revolucionario, ancestral y libertario”.

Y como remate finaliza diciendo “no me siento argentino, nunca lo voy a ser, por más que me obliguen. ¿Cuánta gente tiene doble nacionalidad? ¿Por qué no podemos ser una nación mapuche, regirnos por nuestras leyes y respetar al Estado argentino, pero sin ser parte de él?”

Mientras tano cabe señalar que Huala fue condenado en Chile por un tribunal por el incendio de una propiedad en la estancia Pisu Pisué, el 9 de enero de 2013, y por posesión ilegal de armas de fabricación casera. Refugiado en nuestro país, fue extraditado, luego de una lucha judicial que llevó hasta la Suprema Corte, al tribunal que lo requería, en el vecino país.

Desde entonces permanece detenido hasta el presente, circunstancia en la que ha solicitado su liberación, con el acompañamiento en su pedido por parte de nuestro embajador, que de esa manera cumpliría la función consular de prestar asistencia jurídica a sus nacionales en circunstancias como esa.

Dicho lo cual, deberíamos también agregar que debemos aclarar, que no se puede poner a todos los mapuches en la misma bolsa. Así como también señalar que tampoco es de nuestro interés, entrar en la discusión viva si los mapuches son o no lo que entre nosotros se conoce como “pueblos originarios”.

Lo que queda bien claro a estar a las propias palabras de Huala, y el reconocimiento que esa agrupación es parte de una estructura binacional –aunque él se horrorizará de mencionarla como “chileno/argentina”- que está empeñada en lograr sus objetivos por la fuerza, y que no vacila al hacerlo en cometer actos terroristas. Los habitantes de lugares como Bariloche, Lago Mascardi, El Bolsón y muchos otros son testigos de ello, traducido en todo tipo de acciones vandálicas en contra de pobladores afincados, que son y se sienten argentinos.

Algo que resulta inexplicable es la pasividad –y hasta una suerte, por ausencia, de acompañamiento- por parte del Estado Nacional, frente a todo ese horror y afrentas a nuestro Estado. Una actitud inexplicable, sobre todo si se tiene en cuenta que en el sector norte de nuestra geografía se asiste a un mal trato de los aborígenes, que en ocasiones parece aproximarse a un velado, aunque persistente, intento de genocidio.

Es que, como consecuencia de la anécdota narrada, estamos en presencia de un embajador de nuestro país que reniega de su condición de argentino. De allí que resultaría de interés conocer los orígenes y las causas de esta curiosa empatía entre el actual oficialismo gobernante y el extremismo mapuche.

Un extremismo que parece importarnos muy poco a los que vivimos lejos de su actuar dañino, y que hace que no nos demos cuenta que no desde hoy, sino desde hace tiempo, no es otra que “la cuestión mapuche”.