Desde el campanario

La diferencia entre cebar y cebarse

Hasta diría que nos estamos pereciendo a los uruguayos. De la época que no se mentaban así. Y que se reconocían simplemente como “orientales”, y en la que no faltaba algún nostalgioso, que era capaz de conmovernos cuando se presentaba como “argentino oriental”, reabriendo de esa manera una herida que nos habla de los avatares de la historia.

Argentinos y uruguayos, tan iguales y tan distintos. Así llegó a describirnos comparativamente el más grande y universal de nuestros escritores. Aunque lo hacía sin tener en cuenta la afección común al mate, que en tiempos idos era mucho mayor entre ellos que entre nosotros.

Algo que no sé si puede explicarse por el hecho que en el Uruguay profundo, donde estaba arraigado en el paisanaje eso de tomar mate era un verdadero rito, que tardó en prender aquí, donde una mayoría había bajado de los barcos.

Pero ahora estamos más equiparados. La explicación acerca de por qué nosotros nos hemos vuelto materos es difícil de desentrañar. Un viejo peronista que conozco afirma, sin ponerse colorado, que fue Menem el que rompió el dique, que llevó a su entrada a donde era inimaginable su presencia. Cuando probó un amargo de una manera visible, en ocasión, desde el palco oficial de presidir en Buenos Aires un desfile militar. Otros, en cambio, atribuyen su explosiva adopción al hecho que entre crisis cambiarias y devaluaciones se han vuelto prohibitivo el café y el té.

Por mi parte me pregunto por qué enredarnos en la búsqueda de una explicación retorcida, cuando la verdad es que si se toma cada vez más mate es porque ese brebaje es verdaderamente rico y sienta bien. Lo que me lleva a apuntar un sucedido: el caso del hombre aquél, que si no lo tomaba al levantarse sufría dolor de cabeza todo el día.

Firmo todo lo hasta aquí dicho, pero entre tantas vueltas me había casi olvidado de lo que les quería preguntar: ¿por qué son cada vez menos frecuentes las “ruedas de mate” y sí se observa la presencia grupal de quienes se ceban “su” mate, utilizando “su” yerba, y “su” termo? Aunque al verlos, se puede ver que están arracimados.

¿La explicación del cambio de costumbres es por tacañería, por razones de higiene, o una muestra más de la pérdida creciente de nuestra capacidad de compartir?

Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)